Pablo García Santos
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Samuel H. Church, de la Universidad de Yale, se puso en contacto con Laura Prieto, del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC), porque quería hacer un estudio genético de la carabela portuguesa, el organismo marino gelatinoso al que más temen los bañistas en España cada verano.

Les pidió a investigadores de todo el mundo que le mandaran los ejemplares que tuvieran. En el caso del ICMAN-CSIC, contaban con más de 80. El biólogo evolutivo consiguió secuenciar el genoma de un total de 151 ejemplares de carabela portuguesa.

Los resultados, publicados recientemente en la revista Current Biology, demuestran que este organismo no es uno solo, sino que se divide en hasta cuatro especies distintas: Physalia physalis, Physalia minuta, Physalia utriculus y Physalia megalista.

Las dos últimas ya se habían descrito en los siglos XVIII y XIX, pero no genéticamente como ocurría con Physalia physalis.

De ahí que antiguamente se creyera que todos los ejemplares pertenecían a esta especie, sobre todo porque se trata de un organismo del océano abierto, como explica a EL ESPAÑOL Prieto, quien también aparece como autora en el citado trabajo.

Physalia minuta sí que es una especie nueva que se ha descubierto a raíz de esta investigación, en la que se señala que aunque el océano se puede entender como un medio sin divisiones físicas, no es una condición que limite la diferenciación genética en organismos con capacidad de dispersión.

Cuál afecta a España

Y es que las especies descritas en el estudio se distribuyen por distintas zonas geográficas. Las que aparecen por todo el litoral español son Physalia physalis.

De las cuatro, es la que tiene el flotador más grande. Los tentáculos también son más largos, con una longitud que oscila entre 10 y 20 metros.

Y aunque se trate como una única medusa, en realidad es una colonia de organismos asociados. El que flota es sólo uno, conocido como neumatóforo, mientras que los que están en los tentáculos tienen tres funciones distintas: defenderse, alimentarse y reproducirse.

Prieto lo compara con "un edificio flotante" en el que "todo es beneficio de todos".

A la investigadora también le gusta llamar a la calma. Porque aunque "su picadura es la más dolorosa", no resulta mortal (a no ser, eso sí, que alguien sea alérgico a ella, como puede suceder con la de una avispa).

Laura Prieto es investigadora en el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC). Victoria Muñoz CSIC

Hay otras especies de medusas, como las que se encuentran en Hawái o Australia, que pueden matar si te pican. Y es que el veneno de la carabela llega a producir un dolor intenso y un escozor que en algunos casos se traduce en reacciones como taquicardias, convulsiones o vómitos.

La parte negativa es que su picadura es la más dolorosa, pero también tiene la "positiva" de que se pueden ver, ya que su flotador —con un color entre azul oscuro y violeta— está visible en la superficie.

Por eso, una vez que se avista, se recomienda "ser precavido": "No sabes que los tentáculos van a estar más lejos de lo que tú ves el flotador"".

Si se encuentra fuera del mar, tampoco se debería tocar porque "las células urticantes pueden seguir activas".

En este último caso también es importante tener en cuenta su color. Cuando están blanquecinas es porque han estado expuestas mucho tiempo al sol. Aunque "no quiere decir que no te vayan a picar".

Cómo saber si habrá

Los expertos ya han avisado de que el aumento de la temperatura superficial de las aguas que bañan las costas españolas puede causar la disminución o incluso desaparición de algunas especies hacia aguas menos cálidas.

No parece que este incremento vaya a influir en el caso de la carabela portuguesa. Su presencia guarda más relación con la oceanografía y la meteorología.

"Como están en superficie, les afectan las corrientes superficiales del océano, así como los vientos superficiales", apunta Prieto.

En España, siempre llegan a Canarias, al ser el punto de nuestro litoral que es más oceánico. Otra de las zonas donde también son frecuentes es el Golfo de Cádiz, donde llegaron más de 100.000 colonias en 2010.

Aquella presencia masiva sirvió a Prieto para llevar a cabo un estudio en el que trataron de descubrir por qué se había producido. Los resultados demostraron que las condiciones del océano abierto eran "muy significativas".

Uno de los factores que tuvo una gran influencia fue el Índice del Atlántico Norte (NAO, por sus siglas en inglés), que se utiliza para medir la diferencia de presión atmosférica entre las islas Azores y Reikiavik.

Si la diferencia de presión disminuye es porque este indicador climático se encuentra en fase negativa. Esto provoca que en el lado del Atlántico que baña las costas españolas haya más tormentas y puedan llegar más carabelas portuguesas a esta zona.

Pero no es lo único que tiene que ocurrir. También debe ir acompañado de unos fuertes vientos y duraderos de componente del oeste. Esta combinación es la que hace que aumente la probabilidad de que aparezcan en las playas en distintos momentos.

Por ejemplo, se sabe que si se observan en el estrecho de Gibraltar, es muy alta la probabilidad de que lleguen al archipiélago balear dos meses más tarde.

En el Golfo de Cádiz, comenta Prieto, aún no se ha visto ninguna, por lo que en el Mediterráneo tampoco habrá. Pero sí que están apareciendo en las últimas semanas en el litoral cantábrico.

Suele ser normal que durante este periodo del año se encuentren en la zona norte del país y más tarde es cuando comienzan a aparecer por el Estrecho y, en consecuencia, por el Mediterráneo. Aunque el pasado año aparecieron incluso por la costa cantábrica a finales de agosto.