¿Alguna vez has comido espárragos y, al poco rato, has notado que tu orina huele... raro? No estás solo. "Es ciencia pura", afirma Manuel Viso, médico, en uno de sus reels de Instagram, que desvela el secreto detrás de este fenómeno peculiar que muchos han experimentado, pero pocos entienden. El misterio comienza en la bioquímica del propio espárrago, una verdura que, aunque parece inofensiva en tu plato, guarda un pequeño truco bajo la manga.
La clave está en el ácido asparagúsico, un compuesto que, al ser metabolizado en nuestro organismo, se transforma en sustancias volátiles de azufre como el metanotiol y el dimetilsulfurol. "Estos compuestos, la verdad, es que huelen, y huelen mal, como a huevo podrido o a col fermentada", explica Viso con la franqueza de quien ha olido la verdad científica en su máxima expresión.
Pero aquí es donde la historia se vuelve más interesante. No todo el mundo lo nota. "No todo el mundo lo percibe", insiste Viso, señalando que la experiencia no depende solo del espárrago, sino también de ti, o más bien, de tu genética. Solo el 40% de la población tiene la capacidad de detectar ese característico y desagradable olor en su orina tras ingerir espárragos.
Para estas personas, el efecto se manifiesta apenas entre 15 y 30 minutos después de comerlos. Pero, ¿qué pasa con el otro 60%? "Ese 60% que cree que no les pasa, pues en realidad sí les pasa, pero no tienen capacidad para olerlo", aclara el médico. Es decir, la química hace su trabajo en todos por igual, pero no todos tenemos el sensor necesario para advertirlo.
La explicación radica en la genética. Investigaciones han identificado variantes en genes relacionados con el sentido del olfato que determinan esta capacidad. Si eres parte del selecto 40%, puedes considerar tu nariz un radar especializado en captar los matices más desagradables del azufre. Si no lo percibes, simplemente tu código genético no activa esa alarma olfativa; y sí, puede que esto te deje pensando en cuántos otros aromas del mundo te estás perdiendo… o, en este caso, de los que te estás salvando.
Sin embargo, más allá de esta curiosidad científica y las bromas inevitables sobre baños malolientes, los espárragos siguen siendo un superalimento repleto de beneficios. Viso lo deja claro: "Frutas, vitamina K, antioxidantes, no dejes que el efecto secundario te espante." Los espárragos son una fuente inigualable de nutrientes esenciales. Su alto contenido en vitamina K contribuye a la salud ósea y la correcta coagulación sanguínea, mientras que su riqueza en antioxidantes ayuda a combatir los radicales libres, responsables del envejecimiento prematuro y diversas enfermedades crónicas.
Pero eso no es todo. Estos tallos verdes son aliados del sistema digestivo gracias a su alto contenido en fibra dietética, que regula el tránsito intestinal y promueve la salud de la microbiota. Además, contienen ácido fólico, esencial durante el embarazo, y vitamina C, que fortalece el sistema inmunológico. Por si fuera poco, su naturaleza diurética, facilitada por la asparagina, favorece la eliminación de líquidos y toxinas, algo que también explica por qué, tras comer espárragos, puedes sentir la necesidad de ir más al baño.
Este efecto diurético es doblemente interesante cuando se analiza desde la perspectiva del olor. Al aumentar la producción de orina, los compuestos sulfurosos se excretan rápidamente, intensificando ese olor característico en aquellos que tienen el "don" genético de percibirlo. Pero incluso aquí, la ciencia tiene otra historia que contar. Los estudios han mostrado que este fenómeno no es exclusivo de los humanos: ciertos animales también producen compuestos similares al metabolizar alimentos ricos en azufre, aunque sus sistemas olfativos funcionan de manera distinta.
En la esfera de los beneficios a largo plazo, los espárragos también han llamado la atención por sus posibles propiedades anticancerígenas. Algunos estudios en modelos animales sugieren que compuestos específicos presentes en los espárragos podrían inhibir el crecimiento de células cancerosas, especialmente en el hígado y el colon. Aunque estos resultados aún están bajo investigación y no deben tomarse como verdades absolutas para humanos, sí amplían el interés sobre este vegetal en el campo de la nutrición preventiva.
Si hablamos de controlar el peso o mantener una dieta equilibrada, son ideales. Son bajos en calorías, ricos en agua y fibra, y proporcionan sensación de saciedad sin sumar apenas calorías al plato. Además, su alto contenido en antioxidantes y micronutrientes los convierte en una herramienta eficaz contra el estrés oxidativo y la inflamación crónica, dos factores clave en el desarrollo de enfermedades metabólicas y cardiovasculares.
