Quién le iba a decir a Simon and Garfunkel que cuando compusieron en 1964 su tema The Sounds of Silence (Los sonidos del silencio, en español) no sólo estaban escribiendo la letra de una de las canciones más famosas de todos los tiempos -lo dice la revista Rolling Stone-, también estaban dando voz a una de las premisas más cuestionadas desde la psicología, la ciencia cerebral y la filosofía: ¿el silencio es un sonido?

Según Albert Rivera, sí. "¿Lo escuchan, es el silencio?", expresaba durante el debate a cuatro de cara a las elecciones del 28 de abril de 2019. Su minuto de oro se viralizó en redes por lo que muchos creían una incongruencia, pero resulta que una nueva investigación le ha dado la razón. Publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), sentencia: "El silencio se percibe de verdad, no sólo se deduce".

"Sorprendentemente, según nuestro trabajo, la nada es algo que también se puede oír", afirma Rui Zhe Goh, del área de Psicología y Filosofía de la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos) y firmante principal.

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El silencio es uno de los fenómenos más estudiados en comunicación. En el ámbito de la lingüística y la musicología se encuentran diversos trabajos sobre él. Exista o no, está claro que en estas disciplinas el vacío de sonido está cargado de significado. Si no, que se lo digan a cualquiera que haya estudiado la oratoria de Cicerón. Sin embargo, todavía cuesta encontrar una aproximación con rigor científico sobre él, investigaciones que den respuesta a la pregunta más elemental de este fenómeno, ¿es posible oír el silencio?

Hay quien dice que sí. Por lo menos, de forma poética. "Es difícil escuchar el silencio, pero en ese momento yo escuche el silencio", decía Andrés Iniesta en el documental Informe Robinson: Cuando fuimos Campeones. El futbolista rememoraba el momento en el que marcó el gol decisivo que hizo a España alzarse con la victoria en el Mundial de Sudáfrica 2010. 

Más allá de testimonios como este, dar respuesta a esa pregunta es muy difícil. Por eso, los investigadores decidieron dar un volantazo a la dirección del estudio y cambiar la premisa a una cuestión diferente, pero que podría iluminar el camino. "Nuestro planteamiento consistió en preguntarnos si nuestro cerebro trata los silencios como trata los sonidos", resume Chaz Firestone, profesor adjunto de Psicología y Ciencias Cerebrales y director del Laboratorio de Percepción y Mente de la Universidad Johns Hopkins.

Una ilusión de silencios

Lo que hicieron es poner a prueba a un grupo de personas con varios trampantojos sonoros. Lo único que cambiaron el efecto de sonido por un momento de silencio. "Si con los silencios se logran las mismas ilusiones que con los sonidos, podría ser la prueba de que oímos literalmente el silencio", prosigue Firestone. Después de varios experimentos con 1.000 participantes, los resultados confirmaron esta hipótesis.

Por ejemplo, uno de los trampantojos hacía parecer que un sonido era mucho más largo de lo que es en realidad. En la adaptación del experimento, se cambió el sonido X por un momento de silencio. El resultado informado por los participantes fue idéntico tanto con el sonido como el silencio

Ilusión sonora basada en silencios. The perception of silence

"Los tipos de ilusiones y efectos que parecen exclusivos del procesamiento auditivo de un sonido también los obtenemos con los silencios, lo que sugiere que realmente oímos también las ausencias de sonido", aclara Ian Phillips, coautor de la investigación.

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El estudio no brinda información sobre cómo los cerebros pueden procesar el silencio, pero es una de las primeras pistas que apuntan a que las personas perciben el silencio como un tipo de sonido y no sólo como una brecha entre ruidos. Aunque todavía queda mucho que trabajar en esta cuestión, los autores confirman que han abierto la puerta a nuevas líneas de investigación y que ampliarán su trabajo viendo hasta qué punto se escucha el silencio o si nuestro cerebro es capaz de percibirlo cuando no va precedido de sonidos.

Silencio para la salud

Procese o no nuestro cerebro el silencio como un sonido, lo que está claro es que lo tiene en alta estima. Literalmente, lo necesita. En medio de la epidemia del ruido, la neurociencia está abriendo sus puertas a las dimensiones terapéuticas del silencio. Por ejemplo, un estudio publicado en Frontiers in Human Neuroscience demostró que alejarse del ruido y practicar meditación en silencio se asociaba a un fortalecimiento de las redes cerebrales de atención y control ejecutivo y a un debilitamiento de la divagación mental.

La cognición, además, no es la única beneficiada. En 2011, la Asociación Americana de Psicología publicaba en su portada un artículo en el que alertaba de los altos niveles de estrés que provocaba el crecer en un lugar con ruido. El tema venía a propósito de un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2011 que advertía de que 3.000 de las muertes de ese año en Europa Occidental por enfermedad cardiaca tenían que ver con el exceso de ruido.

Un trabajo publicado en The BMJ le dio la razón, un exceso de ruido se relacionaba con problemas de corazón. En contrapartida, el silencio tenía un efecto relajante y regenerador. Ya lo decía Benedetti en El silencio: "Qué espléndida laguna es el silencio. Allá en la orilla una campana espera. Pero nadie se atreve a hundir un remo. En el espejo de las aguas quietas".