Hacer ejercicio o cuidar la dieta son dos de los consejos en los que la ciencia y el sentido común coinciden como una manera de prevenir enfermedades. Y es que, con más frecuencia de la que pensamos, la mejor forma de evitar problemas futuros es anticiparse a ellos y eliminar -o reducir, al menos- el riesgo de sufrirlos solo con un pequeño cambio en nuestro estilo de vida, especialmente a partir de los 40 años.

El cuerpo agradece este cuidado en general, pero los beneficios de estas atenciones se notan especialmente en la salud cardiovascular y, por ello, cuanto antes se comience a caminar en esta dirección, mejor. Es algo esencial dado que hasta un tercio de las muertes que se producen en España se debe a problemas relacionados con el corazón y, de hecho, constituye la primera causa de fallecimiento en nuestro país.

¿Para qué sirve el omega 3?

Es verdad que, a veces, la conducta ideal para fomentar la prevención es difícil de conciliar con nuestras rutinas. Por eso, una de las vías para mejorar nuestra salud cardiovascular es la ingesta de ácidos grasos omega 3. Pero, ¿por qué es tan importante este elemento, para qué sirve el omega 3? Principalmente, porque es un nutriente esencial para la salud y especialmente para el corazón y el sistema circulatorio porque ayuda a controlar el colesterol al tiempo que ayuda a regular la coagulación de la sangre y reducir el endurecimiento de las arterias.

Las propiedades del omega 3 lo convierten en un aliado vital que, no obstante, además, se enfrenta a dos problemas relacionados con su consumo. El más acuciante es que su ingesta recomendada al día no se cumple. Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) o la Organización Mundial de la Salud (OMS), un adulto debería consumir 250 mg al día de omega 3 (concretamente de los omega-3 de cadena larga, los llamados EPA y DHA). Pero la realidad es que más del 60% de los españoles no alcanza esa cantidad, especialmente en edades tempranas, donde más importante es consolidar los hábitos alimentarios más adecuados.

El otro problema está muy relacionado con el anterior. Y es que el organismo, por sí solo, tiene una capacidad muy limitada para sintetizar el omega 3, por lo que necesita incorporarlo a través de la dieta. En este sentido, la clave para mejorar nuestra salud y nuestra calidad de vida pasa por mantener una dieta equilibrada que incluya alimentos ricos en este nutriente. Hay algunos que se muestran especialmente útiles: tradicionalmente el pescado azul se ha señalado como una excelente fuente de omega 3 de cadena larga, especialmente el salmón, el atún y la caballa. Los frutos secos como las nueces también presentan un buen aporte e incluso semillas como la chía o la quinoa ofrecen una cantidad reseñable.

El organismo, por sí solo, no puede sintetizar el omega 3, por lo que necesita incorporarlo a través de la dieta

Sin embargo, aunque siempre está bien preparar y consumir un delicioso menú hecho en casa, nuestro ritmo de vida no siempre es compatible con la elaboración de platos que incluyan tal variedad de alimentos, y más a diario. Por eso, una ayuda sencilla, asequible y cómoda para alcanzar la cantidad diaria mínima recomendada es la leche enriquecida con omega 3, cuya composición asegura el aporte recomendado de este nutriente vital en la salud cardiovascular.

Por norma general, una dieta equilibrada ya debe contar con la leche como un eje clave, dadas las ventajas nutricionales que ofrece su composición. Por ello, la adición de omega 3 a la leche es una solución muy cómoda, que no varía nuestras costumbres y que nos ayuda a alcanzar la cantidad mínima diaria recomendada. Un vaso de leche enriquecida con omega 3 satisface el 50% de nuestras necesidades en este ámbito. Además la leche es un buen vehículo para los ácidos grasos omega-3 ya que favorece su asimilación por parte del organismo. Una ayuda fácil de prevenir y ganar en calidad de vida.