Según los antiguos escritos bíblicos, durante la crucifixión de Jesucristo, la Virgen María llegó a "llorar sangre", literalmente, al ver morir a su hijo en la cruz. Dado que se trata de un libro antiguo que fue traducido hace muchos años, algunos fragmentos del mismo se toman con cautela. En este caso, se llegó a tomar como una mala traducción o como una simple metáfora o exageración, sin darle mayor importancia. Sin embargo, en ocasiones la realidad supera a la ficción, como ha demostrado recientemente el caso de un hombre de 52 años originario de Italia: acudió al hospital porque sus ojos derramaban sangre en lugar de lágrimas.

Según el estudio de caso, publicado recientemente en el New England Journal of Medicine, este hombre acudió a urgencias tras haber derramado lágrimas de sangre, algo que jamás le había ocurrido. Aunque el color de dichas lágrimas llamase la atención, no le provocaban dolor alguno, y tampoco se había producido ningún traumatismo facial previo que pudiese haberlas desencadenado. Por otro lado, la visión del paciente y el movimiento de sus ojos tampoco se vieron afectados, funcionando con total normalidad. De hecho, apenas una hora después de iniciarse, las lágrimas cedieron espontáneamente.

Según los médicos que visitaron a este hombre, la rara condición que sufría se denomina hemolacria, una enfermedad que puede tener múltiples orígenes: desde infecciones oculares hasta tumores en los ojos o en las estructuras periféricas. Incluso se han descrito casos donde estas lágrimas de sangre se producen por un flujo sanguíneo retrógrado, por una hemorragia nasal por ejemplo, como fue el caso de una mujer de Reino Unido que sufrió una hemolacria secundaria a una hemorragia nasal en el año 2003 al intentar pellizcarse la nariz para detenerla: el flujo sanguíneo se desvió hacia sus ojos y sus orejas.

En este caso, la hemolacria del paciente pudo deberse a tumores benignos que tenía en ambos párpados, conocidos como hemangiomas. Se trata de crecimientos excesivos de los vasos sanguíneos que suelen aparecer poco después del nacimiento, pero que se sabe que no malignizan. El tratamiento en este caso fue simple: gotas de timolol, un fármaco que reduce la presión intraocular, de uso muy común en otras enfermedades de los ojos como el glaucoma o hipertensión ocular. Tras un año, el hombre no volvió a sufrir más episodios de hemolacria.

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