"Un físico murciano que llega a Michigan para trabajar en misiones espaciales de la NASA y encontrar agua en Marte...". Germán mira la pantalla que une su despacho en la ciudad estadounidense de Ann Arbor con Madrid, esboza una sonrisa y suelta: "Parece como de El Mundo Today, ¿eh?". Y no nos engañemos: en un tiempo como éste, en el que los oriundos de la Huerta de Europa se han convertido en la diana perfecta del chascarrillo patrio, lo parece.

A 6.788 kilómetros de la España en la que nunca llueve, Germán Martínez (Murcia, 1981) es el protagonista de una simpática paradoja. Un investigador llegado de una de las zonas más áridas de Europa, un secarral en el que pueden pasar meses sin que caiga una gota del cielo y donde la ausencia del líquido elemento es una constante, tiene la misión de encontrar en un planeta que está a entre 59 y 102 millones de kilómetros de la Tierra aquello que más escasea en el lugar que lo vio nacer: agua.

En realidad, la carrera científica de este joven está lejos de ser una chanza. Martínez es doctor en Física, profesor de Termodinámica Atmosférica y Radiación en la Universidad de Michigan, fellowship de la National Aeronautics and Space Administration (NASA) y uno de los investigadores más prometedores que ha salido de España en los últimos tiempos. Un tipo que maneja cuatro idiomas, que a sus 36 años acumula premios, becas internacionales, publicaciones en prestigiosas revistas científicas y cuyo currículum, un sobrio pdf en blanco y negro, marea sólo con ver el volumen que ocupa: 17 páginas.

Él, sin embargo, reniega de la épica y el "romanticismo" en su historia. "Te mentiría si te dijera que de pequeño tenía un gran interés por el espacio, los marcianitos o la vida extraterrestre", asegura.

-Entonces, ¿cómo se llega de Murcia a la NASA?

-Sin falsa modestia: se me daban bien las matemáticas y la física. En el colegio quería ser maestro de matemáticas. En el instituto, de física o de matemáticas. En la universidad, profe de física. Al término de la carrera se me abrió la posibilidad de trabajar en misiones espaciales y aquí terminé.

Germán Martínez, sentado en el centro, junto a algunos de sus alumnos de la Universidad de Michigan.

Del Curiosity a la misión Mars 2020

Martínez se encuentra ahora mismo en pleno ajetreo. "El verano es época de escribir proyectos para conseguir financiación", explica. Es lo que hace desde 2011, cuando aterrizó con 30 años en Michigan tras un breve periplo por Noruega y en pleno "pelotazo" de la crisis en España. "Si quería seguir investigando tenía que hacer lo que hicieron la mayoría de mis compañeros, que también se fueron a Alemania, Inglaterra o Francia", relata. "Y si te soy sincero, siempre quise vivir unos años en Estados Unidos. Habría venido con o sin crisis. Pero es que con la crisis no había alternativa".

Desde entonces, el físico participa como investigador principal en tres grandes misiones de la NASA, algunas de ellas tan importantes como la Mars Science Laboratory. Él, junto a otros compañeros, es el responsable de estudiar los datos meteorológicos recogidos por un diminuto sensor que lleva instalado actualmente el Curiosity, el robot espacial que deambula desde agosto de 2012 por la superficie marciana, y que mide la radiación ultravioleta. "Es la primera vez que se mide este tipo de radiación en Marte".

Tal y como reconoce, se trata de un aspecto "fundamental" de cara a la futura habitabilidad de este planeta. "Antes de que el hombre llegue hasta allí estaría bien saber la cantidad de luz ultravioleta que alcanza a la superficie. Porque una vez que llegas a Marte te puedes morir de muchas formas, pero una de ellas es quemado por esta radiación", bromea. En la Mars Science Laboratory, el investigador también se encarga de estudiar el polvo que se posa y se levanta sobre la cubierta del rover Curiosity, algo que podría tener importantes implicaciones para misiones que se alimentan de energía solar como la futura misión InSight.

Así vivieron los miembros de la NASA el aterrizaje del Curiosity en Marte en agosto de 2012.

Pero la cosa no queda aquí. El físico español, que también trabaja para la extinta misión Phoenix, es una parte fundamental de la misión Mars2020, un proyecto que pretende seguir estudiando la superficie marciana y los procesos geológicos que se dan en ella de cara a la 'inminente' llegada del hombre al planeta rojo. "Mi labor aquí es el desarrollo tecnológico de un sensor que va a medir por primera vez el efecto invernadero de Marte. Aunque este efecto no tiene el mismo origen que en la Tierra, sí que hay nubes, polvo atmosférico... Y queremos ver cómo afecta en superficie. El sensor es parte de una estación meteorológica mayor cuyo investigador principal es otro español, el sevillano José Antonio Rodríguez Manfredi".

Germán Martínez sentado en el jardín de su casa en Michigan.

Martínez, que conserva aún parte de su acento murciano, habla de misiones espaciales, fenómenos meteorológicos, sondas marcianas y tecnología punta con el entusiasmo y la humildad del que se sabe una pieza más en un complejo engranaje. "Podríamos decir que, en general lo que hago es estudiar el entorno radioactivo y el entorno de humedad. Este último lo necesitamos para ver cómo de factible es que se forme agua y, si no es factible, de qué manera podemos llegar a crearla una vez que estemos allí", remacha.

Hace apenas unas semanas, la revista Science publicaba que un grupo de científicos italizanos había descubierto un enorme lago de agua líquida bajo la superficie helada del polo sur de Marte. El fenomenal hallazgo daba la vuelta al mundo y volvía a reabrir el debate sobre la existencia de vida más allá de la Tierra.

-¿Podemos decir por fin que hemos descubierto agua en Marte?

-El hallazgo es la muestra de evidencia indirecta más grande que se ha dado hasta el momento. Se han hecho unas mediciones que son consistentes con la presencia de agua. Pero no se ha descubierto agua en Marte

Trabajar para la NASA

En Ann Arbor, la vida de sus 114.000 habitantes gira en torno a la universidad. Esta pequeña y fría ciudad situada a unos 150 kilómetros al sur del lago Michigan, elegida por Forbes como la "ciudad más educada" de Estados Unidos en 2014, cuenta con uno de los centros de educación superior más prestigiosos del país y, por ende, del mundo.

Este año, sin ir más lejos, la Universidad de Michigan aparece en el puesto 21 del Times Higher Education World University Ranking, una publicación que evalúa a 1.000 instituciones de todo el mundo y en la que la primera universidad española, la Pompeu Fabra, se sitúa en el puesto 140. Martínez pasa horas y horas en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Michigan, donde escribe proyectos, imparte clases, y cuenta con una sofisticadísima cámara marciana que permite recrear las condiciones del planeta rojo en la Tierra. En este centro es donde idea y genera buena parte de su producción científica.

Germán Martinez manipula la cámara marciana con la que trabaja en la Universidad de Michigan.

-¿Trabajar para la NASA es algo así como tocar techo en el mundo de la ciencia?

-Vuelvo a ser muy poco romántico en esto. Es un trabajo más. No lo digo por falsa modestia. Lo que sí es cierto es que aquí hay una exigencia continua. Tenemos que escribir proyectos para que la NASA nos financie. Aquí tú trabajas para 'mamá Estado' porque si no, 'mamá Estado' no cuida de ti.

-Me refería más bien a esa idea que tenemos de que hasta la NASA sólo llegan los mejores del mundo.

-Yo soy de los que piensan que en cada trabajo hay gente muy lista, menos lista, mejores y peores personas. Pero sí, por decirlo de alguna manera, aquí la gente sabe derivar integrales [se ríe]. Hay gente más válida y menos válida. Hay 'máquinas'. Hay 'cracks'. Pero también hay gente que dices: 'Hostia tú, cómo han llegado hasta aquí'.

Pese a la grandilocuencia de las cuatro siglas que dan nombre a la agencia para la que trabaja y al mundo en el que se mueve, Martínez reconoce que no ha roto el "cordón umbilical" que le une a su tierra y a sus padres, un policía jubilado y una exmaestra de EGB que nada tienen que ver con la vorágine científica en la que ha acabado inmerso. "Mi familia por parte de padre eran huertanos, y por parte de madre, maestros. O sea, que no soy descendiente de Newton, no", bromea.

El científico admite que sigue muy de cerca todo cuanto acontece en nuestro país. Confía en que el nombramiento de Pedro Duque como ministro de Ciencia abra una puerta a la esperanza para la investigación en España. Y reconoce que a él, como a tantos otros investigadores que se marcharon de un lugar que históricamente ha sido incapaz de retener el talento que se ha gestado en sus aulas, también le gustaría volver. "Lo que tengo claro es que no voy a volver de una manera precaria. Por mí y por mi familia. Sigo pensando en volver, claro, pero con unas condiciones suficientes. Nunca van a ser las de aquí, pero…"

-Y cuando tienes que explicarles a tus compañeros la región de la que vienes, ¿qué les dices?

-Para los americanos o los extranjeros con los que trabajo, España no es tan importante. Para ellos, España es Barcelona. Es lo que conocen. Cuando hablo de Murcia siempre les digo que es algo muy parecido a San Diego, Tijuana o el sur de California. Porque es muy parecido: un clima desértico, tanto en California como en Granada, Sierra Nevada está enfrente del mar… Pero vamos, no pongas a un americano a diferenciar Murcia de Valladolid, porque no lo hacen.

-Entonces, Germán, lo de encontrar agua en Marte, ¿va a ser algo más fácil que en Murcia?

-[El físico hace una pausa de unos segundos, como temiéndose el titular, vuelve a reírse y contesta] No va a resultar nada fácil, no.