El sitio de Leningrado fue uno de los episodios más terribles de la historia de la humanidad. Asediados por los nazis durante 872 días, entre el 8 de septiembre de 1941 y el 27 de enero de 1944, y sin suministros del exterior, cientos de miles de habitantes de la actual San Petersburgo murieron de hambre y frío.

La situación era tan desesperada que comían cuervos, palomas, gatos, ratas, la corteza de los árboles y hasta se desató el canibalismo, un delito por el que fueron detenidas al menos 1.400 personas y ejecutadas 300. Nadie sabía que un almacén secreto albergaba comida, mucha comida: toneladas de semillas y tubérculos. Un grupo de 13 botánicos se conjuró para protegerlos porque estaban seguros que el futuro dependía de ello. Paradójicamente, murieron de hambre rodeados de alimentos.

El cargamento, que incluía miles de variedades de cultivos, procedía de Estación Experimental Pávlovsk, a las afueras de la ciudad. Cuando los alemanes atacaron, los científicos se apresuraron a poner a salvo el tesoro en unos sótanos ubicados en La Plaza de San Isaac de Leningrado.

El comienzo de esta historia hay que buscarlo en el proyecto del botánico Nikolái Vavílov, que viajó por muchos países hasta crear la mayor colección de semillas del mundo. Su idea era que existen "centros de origen" de las plantas cultivadas, es decir, lugares en los que comenzaron su selección, domesticación y mejora y en los que es posible encontrar variedades silvestres de cada especie actual.

De la gloria a la cárcel

Aunque en un principio tuvo mucho prestigio –recibió el Premio Lenin, algo así como el Nobel de la URRS- cayó en desgracia por defender la genética, que para los soviéticos era una "pseudociencia burguesa", así que fue arrestado en 1940 y murió en una cárcel de Sarátov en 1943.

Mientras, sus colaboradores defendían su legado con uñas y dientes. Aunque el almacén y su contenido eran desconocidos, no faltó algún asaltante y los roedores también lo frecuentaban. Fuera, los constantes bombardeos, las temperaturas y la inanición arrasaban la ciudad.

Al final conseguirían su objetivo, pero lo pagaron con su propia vida. Cuando los rusos deshicieron el cerco casi dos años y medio después, se encontraron con este formidable almacén de alimentos y 13 cadáveres.

SALVARON DEL HAMBRE A LA URSS

¿Por qué un sacrificio tan extraordinario? Los científicos estaban convencidos de que, más allá de su valor para la ciencia, las semillas iban a ser fundamentales para recuperarse después del conflicto. No se equivocaron: algunos cálculos indican que un 80% de los cultivos soviéticos de la postguerra procedían de aquel almacén. La enorme cantidad de variedades y su minuciosa clasificación hizo posible buscar las semillas que mejor se podían adaptar al terreno y al clima de cada región. Sin duda, contribuyeron de forma decisiva a evitar el hambre en la Unión Soviética.

Alexander Shukin, Olga Voskrensenkaia y Abraham Kameraz son algunos de los nombres de los héroes, aunque siguen siendo bastante desconocidos. La escritora estadounidense Elise Blackwell cuenta esta historia en la novela de ficción Hambre y el grupo The Decemberists le dedicó la canción When The War Came.

Hoy en día los bancos de semillas –o bancos de germoplasma- proliferan por todo el mundo, incluyendo España, aunque el más famoso es el de las islas Svalbard, al norte de Noruega, conocido popularmente como "bóveda del día del Juicio Final", preparado para salvarnos tras el próximo desastre de la humanidad.