Hace ahora 80 años, en plena Guerra Civil, las calles de Barcelona vieron congregarse a una multitud por un motivo inusual en cualquier época y lugar, pero más que insólito por estos lares y en momentos tan cruciales: despedir a un gran científico. José Comas i Solá fue uno de los astrónomos más conocidos de comienzos del siglo XX y un divulgador científico tan popular que miles de personas se dieron cita en diciembre de 1937 para acompañarle en su funeral, incluyendo al presidente de la Generalitat, Lluís Companys.

Más de 22 años antes había conseguido uno de sus logros, ser el primer español en descubrir un asteroide. Lo hizo desde el Observatorio Fabra, en el monte Tibidabo de su ciudad. Inaugurado en 1904, hoy en día es el cuarto observatorio más antiguo del mundo en activo. Probablemente sin el impulso del propio Comas i Solá, al marqués de Alella, Camil Fabra, nunca se le habría ocurrido financiar este proyecto.

Para entonces, el astrónomo ya era un personaje ilustre. Nació en 1868 y estudió Física y Matemáticas en la Universidad de Barcelona, pero su pasión por los objetos celestes es anterior, al menos desde que tenía 15 años y cayó un meteorito en Tarragona, lo estudió y sus resultados aparecieron en una revista internacional.

A finales del siglo XIX una de las mejores cualidades que podía tener un astrónomo era la agudeza visual, así que podemos imaginar al joven José mirando con avidez a través de telescopios no demasiado sofisticados y anotando todo lo que observaba.

No creyó en los marcianos

En aquellos tiempos Marte estaba de moda. Las líneas observadas en su superficie fueron interpretadas por algunos como canales artificiales que supuestamente servirían para transportar agua desde los polos al ecuador, toda una prueba de que había marcianos, pero Comas i Solá –dibujaba mapas del planeta rojo- estaba totalmente en contra de esta idea y el tiempo le dio la razón.

El caso es que tal vez se aburrió de observar los planetas y decidió apuntar al cinturón de asteroides, entre Marte y Júpiter, y el 20 de marzo de 1915 descubrió uno de ellos. Designado al principio como 1915 WT, posteriormente el astrónomo decidió llamarlo Hispania, como los romanos a la península ibérica. Solo sería el primero de los 11 que halló en el transcurso de 15 años, a los que hay que añadir dos cometas.

Tiene un cráter en Marte

Uno de ellos es un cometa periódico que encontró en 1926, tiene una órbita elíptica que se acerca a la Tierra cada 8,8 años y lleva el nombre de su descubridor. Además, uno de los asteroides de su lista fue rebautizado en su honor. Por si fuera poco, a los reconocimientos espaciales del astrónomo barcelonés hay que sumar un cráter de Marte de más de 100 kilómetros de diámetro que también lleva su nombre.

Tantos honores no se obtienen simplemente por encontrarse unos cuantos cuerpos celestes –hay muchos- sino por haber realizado contribuciones a la ciencia aún más relevantes, aunque no sean tan populares. En su época, fue el mayor experto en Saturno y descubrió en 1908 que su mayor satélite, Titán, tenía una atmósfera activa, un hallazgo que no se corroboró hasta 1944 mediante espectroscopia. Además, fue pionero en el uso de nuevas técnicas fotográficas que le fueron muy útiles para dar con los asteroides y de una incipiente cinematografía como herramienta para realizar observaciones astronómicas, incluyendo eclipses.

Además de dedicarle otro asteroide a Barcelona y otro a Alfonso X y Alfonso XIII, el astrónomo fundó la Sociedad Astronómica de España, así que quizá los independentistas de hoy en día no estén tentados a hacerle un monumento por el 80 aniversario. O tal vez sí, ya que en realidad nadie ha conseguido que Cataluña esté tan lejos de Hispania, un trozo de roca de 157,6 kilómetros de diámetro que da vueltas por el espacio.