Sufrir convulsiones en respuesta a una determinada actividad no es algo del todo inusual. Se trata de un trastorno que tiene incluso nombre propio -epilepsia refleja inducida- y decenas de apellidos: todos aquellos estímulos que pueden generar temblores violentos en un paciente, normalmente sin que éste lo sepa (al menos las primeras veces.

Se han descrito casos de epilepsia por jugar al cubo de Rubik, por hacer sudokus e incluso por sentir entusiasmo, pero lo que sigue siendo una rareza en la literatura científica son las convulsiones asociadas a algo tan placentero como el orgasmo.

Ahora la revista científica Annals of Medical and Health Sciences recoge un caso especialmente peculiar: no sólo se trata de un ejemplo de epilepsia refleja inducida por el orgasmo, sino que el protagonista es un varón.

Se trata de algo llamativo porque las escasas veces que se han reportado situaciones así ha sido en mujeres, desde que se publicara el primer caso en la revista Acta Psychiatrica Scandinavica en 1960. 

Un caso peculiar

A la consulta del psiquiatra Shivakumar Chukimathen en Karnataka, India, llegó un hombre de 36 años que llevaba casado 15 años. Hasta hace un lustro, su vida sexual había sido "normal" pero, tras esa fecha, algo empezó a cambiar. Comenzó con episodios aislados en los que perdía la consciencia y se caía sobre su esposa inmediatamente después de eyacular. A continuación, sus cuatro extremidades se empezaban a mover de forma simultanea y violenta, según la declaración de su esposa, ya que él no era consciente de nada.

Cuando recuperaba el conocimiento, el protagonista de esta historia sentía pesadez en la cabeza y mareos. La situación se repetía a menudo, pero el paciente jamás sentía nada extraño cuando empezaban los episodios sexuales, ni siquiera en la parte inicial del sexo.

Sin embargo, lo que sucedía después hizo mella en la pareja, que fue distanciando sus encuentros sexuales y que, según describe el psiquiatra, "llevó a un sentimiento de frustración y desamparo al paciente". Las convulsiones sólo sucedían tras el  sexo, aunque tres años después, el hombre sufrió cinco o seis episodios en los que los objetos se les caían de las manos y y él mismo llegó a no poder mantenerse en pie. Fue entonces y sólo entonces cuando decidió acudir al médico.

El autor del artículo en la revista científica describe cómo los hallazgos neurológicos tras efectuarle un TAC y una resonancia magnética fueron normales, lo mismo que sus análisis de sangre. Aún así, se le prescribieron dos fármacos para las convulsiones. 

Cuando llegó a su consulta, el psiquiatra añadió dos medicamentos más e incrementó la dosis, hasta que consiguió que las convulsiones estuvieran bajo control. Tres meses después del inicio del tratamiento, el paciente declaró sentir "un gran alivio" y anunció que su relación marital había mejorado.

Según Chukimathen, el caso difiere de otros ya descritos no sólo por el sexo del paciente, sino por otras características, como la falta de lesiones en el cerebro y la excelente respuesta al tratamiento.

"Este caso se añade al fenómeno del orgasmo como inductor de convulsiones reflejas, algo muy poco común", escribe el autor, que cree que "existe una necesidad" de reconocer esto como un posible estímulo porque "los pacientes pueden ser reluctantes a contarlo", concluye.

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