El Comité Permanente de Plantas, Animales, Alimentos y Piensos de la Comisión Europea ha pospuesto su decisión sobre si extender o no la licencia del herbicida glifosato en Europa. Tras dos días de reuniones, ni siquiera han llegado a votar sobre su continuidad.

"Ya que era obvio que no se iba a alcanzar una mayoría cualificada, no se ha votado", ha declarado un portavoz de la Comisión Europea, añadiendo que "reflexionará sobre el resultado de las negociaciones, si no se toma una decisión antes del 30 de junio, el glifosato no será autorizado en la Unión Europea y los estados miembros tendrán que retirar las autorizaciones para todos los productos basados en glifosato".

La última propuesta que se barajaba era una extensión de diez años, más de los siete que propuso el Parlamento Europeo en marzo pero menos de los 15 habituales para este tipo de licencias. Además, la Comisión propuso la prohibición de adyuvantes como la talowamina polietoxilada o POEA, un aditivo que permite al glifosato penetrar mejor en las plantas y cuya toxicidad ha provocado inflamación en los pulmones a algunos agricultores. En 2014, Alemania retiró del mercado todos los herbicidas que contienen POEA e incluso Monsanto ha declarado estar retirándolo gradualmente de sus formulaciones.

Por último, el borrador de acuerdo no hacía referencia a restringir el uso del glifosato en parques y jardines, como pretendía el Parlamento Europeo. Por ello, no ha sido capaz de convencer a los indecisos, mucho menos a los que estaban en contra. Desde Greenpeace, Franziska Achterberg declaró ayer que "acortar la licencia del glifosato no protegerá a la gente y al medio ambiente, sólo restricciones importantes o una prohibición total lo hará".

Los países que no tenían clara su posición ya provocaron que la decisión, que había de tomarse en marzo, se aplazara hasta esta semana.

Activiztas de Avaaz protestan contra el uso de pesticidas con glifosato en Bruselas. Olivier Hoslet EFE

El principal indeciso era Alemania, sumido en una batalla entre el Ministerio de Agricultura, controlado por el partido democristiano y apoyado por la canciller Angela Merkel, y el de medio ambiente, en manos de la ministra Barbara Anne Hendricks, del partido socialdemócrata. Uno estaba a favor y otro en contra. Por un lado, el movimiento anti-transgénicos es potente en el país teutón, por otro, un 40% de sus cosechas emplea este herbicida. El ministro de agricultura Christian Schmidt ya declaró tras el primer día de reuniones que sus posiciones estaban demasiado distantes como para alcanzar un acuerdo.

La votación a puerta cerrada contó con representantes de los 28 estados miembros y nunca estuvo del todo clara. La propia Comisión Europea y países como Reino Unido eran favorables a la extensión del herbicida, que contaba con la oposición de países como Francia o Suecia. Previamente a la votación, la ministra de Medio Ambiente francesa, Marisol Touraine, había expresado que votarían en contra. Su homóloga sueca, Åsa Romson, que no votarían a favor.

En efecto, Suecia se abstuvo, al igual que Alemania, Eslovenia o Portugal. Francia e Italia votaron en contra y los otros 19 estados miembros a favor de la extensión de la licencia. La votación requería sin embargo de una mayoría cualificada con dos condiciones: que voten a favor al menos 16 de los 28 y que la mayoría suponga un 65% de la población de la UE.

Sin Alemania, Francia e Italia, este segundo requisito no se cumple, lo que según fuentes especializadas dejaría a la Comisión Europea dos posibles soluciones. La primera es extender la licencia del herbicida, que termina a finales de junio, por otros seis meses a la espera de que las delegaciones lleguen a un acuerdo. La segunda, no extenderla para obligar a los países indecisos a adoptar una posición de aquí a finales del mes próximo.

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