Si usted sufre dolor de cabeza cuando viaja en avión (sobre todo, al despegar y aterrizar) no se sorprenda: es algo relativamente común, que le sucede a un 8,3% de la población. Lo que quizás no sepa es que se trata de una neuralgia con nombre específico: la cefalea del avión (AH, de sus siglas en inglés).

Cuatro años después de su primera descripción en una revista científica, un equipo de investigadores daneses ha hecho una radiografía de este trastorno, con la mayor serie de pacientes hasta ahora registrada: 89 viajeros de la línea aérea nórdica más importante, SAS. 

Según describen en The Journal of Headache and Pain, su objetivo era averiguar algo más sobre la incidencia del trastorno, definir los factores de riesgo y saber más sobre su manejo ideal. 

Para ello, desarrollaron un cuestionario de 14 preguntas que distribuyeron a través de las redes sociales de la aerolíneas. El requisito principal era haber viajado tres veces en avión y 254 pasajeros completaron la encuesta. De ellos, un 35% declaró sufrir este peculiar tipo de dolor de cabeza, aunque no todos cumplían los criterios médicos necesarios para este diagnóstico.  Así, la prevalencia real del trastorno disminuyó al 8,3%: en otras palabras, a casi una de cada diez personas montar en un avión le provoca cefalea. 

Los datos coinciden con los de otros estudios más pequeños llevados a cabo en países del sur de Europa, por lo que se pueden considerar extrapolables. 

Más características de los afectados por este mal: lo normal es sufrirlo durante el despegue y el aterrizaje y, algo que puede parecer obvio, son más proclives a padecerlo quienes tienen otro dolor de cabeza concreto: el asociado a las alturas. 

El estudio también desvela que la automedicación es común entre los que sufren esta cefalea y, lo más peligroso, que es eficaz. Tanto consumir triptanes como paracetamol resolvió el problema a los viajeros que tomaron estos fármacos por cuenta propia y de forma preventiva. 

A pesar de que este estudio arroja luz sobre este relativamente nuevo problema, los autores advierten: hace falta más investigación, porque queda por desvelarse los mecanismos detrás de esta migraña. 

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