Las flores se cierran, los pájaros vuelven a sus nidos, los mamíferos se desorientan y los humanos… Los humanos se quedan asombrados, unos mudos y otros gritando, mientras asisten a uno de los espectáculos más impresionantes que puede ofrecer la naturaleza: un eclipse total de Sol. El de la madrugada de este miércoles 9 de marzo ha sido el único de 2016 y desde tierra firme sólo es visible en Indonesia. Los fans de estos fenómenos, entre ellos, unos cuantos científicos y aficionados españoles, han estado allí.

El eclipse solar visto desde la isla Ternate.

Miquel Serra-Ricart, investigador del Instituto Astrofísico de Canarias (IAC) y administrador del Observatorio del Teide, lidera una asociación que organiza expediciones y realiza actividades de divulgación de la astronomía cuyo nombre es Shelios, fruto de la unión de las palabras griegas Selene (Luna) y Helios (Sol).

En Indonesia ha estado viendo su decimotercer eclipse total acompañado por otras 13 personas de este grupo, pero no es supersticioso, sabe que los cuerpos celestes estarán puntuales, aunque quizá acabe cruzando los dedos para que las nubes no estropeen el espectáculo.

"Hay que ver uno al menos una vez en la vida, porque no lo olvidas, no se parece en nada a un eclipse parcial, la caída de la temperatura es brutal y la oscuridad es intensa", asegura, "no se puede comparar con un atardecer normal, en el que los colores son cálidos, aquí el cielo se vuelve metálico y tenebroso, aunque hayas visto muchos te sigue impactando", afirma en declaraciones a EL ESPAÑOL.

Desde que iniciara esta pasión en 1998, tiene anécdotas para todos los gustos, aunque recuerda especialmente un momento de tensión en Libia en 2006: "Estábamos en medio del desierto y las autoridades habían formado una barrera para proteger a los extranjeros que nos habíamos instalado allí. Aunque iba a ser un eclipse total a lo largo de una franja de muchos kilómetros, la población local pensaba que sólo sería posible verlo justo en el punto donde estábamos nosotros y se empezó a congregar a nuestro alrededor, había miles de personas y los soldados de Gadafi, que andaba cerca de allí, empezaron a disparar. Pasamos un poco de miedo, y además se levantó tal nube de polvo que llegamos a pensar que no veríamos el eclipse".

Los expedicionarios viajan a lugares tan remotos que a veces se encuentran con que la población ignora que se va a producir un eclipse o en qué consiste este fenómeno. "Hemos estado en lugares como Kenia o Tanzania, allí la prioridad es comer y sobrevivir", apunta el astrónomo.

El eclipse solar visto desde la isla Ternate. Beawiharta Reuters

Sin embargo, en este caso, Shelios ha instalado sus telescopios en Palu, una localidad de la isla de Célebes que cuenta con universidad y en la que se vienen realizando labores de divulgación a la espera de la invasión de extranjeros que sufren desde los días previos.

En función de dónde se vaya a producir, un acontecimiento científico de este tipo atraerá a más o menos público, pero en Indonesia se cuentan por miles. Entre ellos, muchos aficionados, como Óscar Martín Mesonero, que forma parte del grupo SAROS. Este DJ ha encontrado una segunda profesión: cazador de eclipses, como le gusta denominarse.

Mientras España ganaba el Mundial de Fútbol, el 11 de julio de 2010, él estaba en medio del Pacífico. "En Polinesia no entendían por qué habíamos ido tanta gente de todo el mundo precisamente allí, a ver su Sol, pero cuando lo vieron les encantó", apunta.

Esta madrugada ha vivido su octavo eclipse total de Sol en la pequeña isla de Ternate, presidida por el volcán Gamalama, a más de 800 kilómetros al este de Palu. "Hay que planificar los viajes y reservar alojamiento dos o tres años antes", asegura. Aunque están abiertos a que cualquiera se pueda incorporar a estas aventuras, "no somos una agencia de viajes", advierte, "hay que apuntarse con mucho tiempo de antelación y, pase lo que pase, el eclipse es lo primero".

Por encima de las nubes

Su experiencia más singular tuvo lugar el año pasado. El eclipse del 20 de marzo de 2015, que fue visible desde España, sólo era total en dos puntos terrestres, las islas Feroe, en el Atlántico Norte, y las islas Svalbard, al norte de Noruega.

Como siempre, en estos dos lugares se congregaron multitud de aficionados, pero el riesgo de perdérselo a causa de las nubes era máximo y, de hecho, muchos se quedaron sin verlo. ¿La solución? Presenciarlo por encima de las nubes. Del aeropuerto de Dusseldorf (Alemania) salía un vuelo especial para seguir el acontecimiento rodeando las islas Feroe y tres miembros de SAROS viajaron en él. "Fue fantástico ver cómo se proyectaba la sombra sobre las nubes, una experiencia única", comenta Óscar Martín. Al volar a favor del movimiento de la sombra de la Luna, los pasajeros disfrutaron de 3 minutos y 44 segundos de eclipse total, casi un minuto más con respecto a cualquier punto fijo en tierra.

Eclipse de 2015 visto por encima de las nubes desde el avión. SAROS

Esta vez no ha habido avión, pero partieron de España con un plan B por si el mal tiempo impedía ver el espectáculo en tierra, una lancha alquilada junto con a otros cazadores internacionales. "Ya hemos quedado con gente de Canadá, Estados Unidos, Japón, Europa…", comentó Óscar antes del desplazamiento. A fuerza de viajar a estos espectáculos van creando una pequeña comunidad que se junta en cada nuevo enclave días antes del siguiente eclipse. Antes del fenómeno, dieron una charla en un colegio y repartieron gafas protectoras para mirar al Sol.

Más divulgación que ciencia

De hecho, para el mundo de la ciencia lo más interesante de este tipo de acontecimiento es la faceta divulgativa. "Salvo que el eclipse pase sobre un observatorio profesional, es difícil disponer de un equipo adecuado para poder hacer ciencia", reconoce Miquel Serra, así que su obsesión por perseguir eclipses también tiene mucho más que ver con la difusión del conocimiento, en la que es experto.

A través del proyecto GLORIA, una red de telescopios robóticos de acceso libre en la que puede participar cualquier ciudadano, el astrónomo del IAC combina su faceta divulgadora con la investigación científica. Próximamente, un nuevo proyecto europeo en el que está trabajando también abrirá estas expediciones en busca de eclipses al público general.

En el desierto de Libia, preparados para ver el eclipse. SHELIOS

A pesar de las dificultades que a menudo se encuentran en los aeropuertos para transportar instrumental, sus colegas de SAROS se llevan una pequeña estación meteorológica para monitorizar todos los parámetros posibles, desde el viento a la luminosidad y, por supuesto, la temperatura. "En Egipto el termómetro cayó 16 grados", recuerda Óscar Martín. No sólo evaluán cuestiones ambientales; también pretenden medir sus propias emociones a través de pulsómetros.

Muchos expedicionarios sólo quieren disfrutar del espectáculo en vivo. Otros colocan telescopios, cámaras, trípodes… Todo parece poco para registrar un momento único y mostrarlo después en sus charlas, tratando de inocular a más gente su pasión por esta mezcla de turismo, aventura y ciencia. Incluso se pueden seguir sus expediciones a través de las webs de Shelios y Saros y la retransmisión en directo el día del eclipse (comienza a las 08:36 del miércoles en Ternate, 07:36 en Palu y 0:36 en la España peninsular; pero la totalidad se alcanza hora y cuarto después).

Cuando llega el momento cumbre, que esta vez durará dos minutos y 43 segundos, se puede mirar directamente al Sol, sin protección, porque la Luna se ha interpuesto. Las estrellas aparecen en pleno día y donde debía estar el disco solar hay fino círculo de "chorros de fuego".

Cada persona lo vive de forma diferente, pero algo debe de tener de especial para que científicos y aficionados conviertan esta curiosa obsesión por buscar la sombra de la Luna en una parte esencial de su vida y, como Óscar Martín, hablen de ello con tanta pasión: "Para mí lo más impresionante es que te sientes muy pequeño, te das cuenta de que estás en un simple planeta mientras se mueven otros muchos cuerpos celestes".