Laura Fernández coloca algunas de sus piezas en su tienda, ubicada en el garaje de su abuela en Mózar de Valverde
Joyas con alma rural: Laura transforma el garaje de su abuela en un pequeño pueblo de Zamora en un creativo taller
La joven impulsa desde Mózar de Valverde la marca KETT, un proyecto que reivindica lo artesanal frente a la moda rápida.
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Al más puro estilo Silicon Valley, pero de las joyas. Laura Fernández, de 27 años, ha construido su sueño de tener su propia marca de joyería artesanal desde un garaje. Concretamente, desde el garaje de su abuela en Mózar de Valverde.
Laura siempre ha tenido clara su pasión por la moda y el diseño. La joven zamorana estudió Administración y Dirección de Empresas en Madrid y después cursó un máster especializado en moda. Durante más de tres años trabajó en la página web de El Corte Inglés con marcas de moda.
La experiencia fue, en sus palabras, "muy guay" y enriquecedora. Pero confiesa que sentía "una espinita clavada". Durante el máster ya había creado su propia marca, KETT, y aunque el empleo en esta gran empresa le resultaba motivador, sabía que su futuro pasaba por lanzarse sola en un proyecto propio.
La puerta de la tienda, en el garaje de su abuela en Mózar de Valverde
"Era ahora o nunca", recuerda. Así que con grandes dosis de valentía, sus ahorros y sin apoyos externos, en el verano de 2024 decidió ofrecer sus primeros talleres en su pueblo natal y el lugar no podía ser más familiar: el garaje de su abuela.
Un inicio humilde con alma familiar
Comenzar en ese espacio no fue un obstáculo para Laura, sino un impulso. "Me parecía un concepto guay, como esos garajes donde en Madrid nacen ideas y proyectos", afirma. Aquel verano, con los pueblos llenos de visitantes, probó suerte. La respuesta la sorprendió: trece personas acudieron a su primer taller.
Las participantes salieron encantadas, destacando la experiencia "diferente" que les permitió crear, conversar y pasar un rato de ocio como si estuvieran "tomando algo", pero con la satisfacción de elaborar algo propio.
“Fue muy emocionante ver que la gente disfrutaba, que se entretenía y se sentía cómoda mientras hacía algo con mis manos”, recuerda. Para Laura, aquel inicio fue un paso decisivo para consolidar KETT y ganar confianza como emprendedora.
Para Laura, aquel primer paso supuso un antes y un después, ya que, a partir de ahí, mucha otra gente contactó con ella sin saber qué iban a hacer exactamente, confiando en su propuesta.
Laura explica que, desde el primer día, la difusión de KETT se ha apoyado en fundamentalmente Instagram, la plataforma que le ha dado visibilidad y clientela. "El 100% de mi crecimiento se debe a las redes. Si no estás al día con ellas, no existes", añade.
Al principio, complementaba con WhatsApp para dar a conocer las actividades entre amigas, pero ahora la red social es el eje de toda su comunicación, aunque Facebook también replica sus publicaciones.
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Además, la marca cuenta con tienda online, donde se pueden adquirir directamente las piezas artesanales.
KETT: una experiencia más allá de las joyas
El proyecto de Laura no es solo una marca de accesorios. "Es algo que va más allá, que te haga sentir y disfrutar, y que valores lo hecho a mano por encima de todo", detalla.
La joven emprendedora explica, además, que su producto estrella son los 'charms', pequeñas piezas modeladas en arcilla polimérica con formas infinitas: corazones, frutas o elementos marinos.
Laura utiliza estos 'charms' para personalizar collares, pulseras, anillos, pendientes o pinzas para el pelo y hacer de ellos un producto único.
Pero la verdadera esencia de KETT está en los talleres, que evolucionan a lo largo del año según las fechas señaladas. En Navidad, Laura propuso decorar bolas navideñas. En San Valentín, celebrar el amor entre amigas con marcos de fotos y charms en forma de corazón. Y en verano, recuperar la joyería artesanal con un aire más cuidado.
Algunas de las joyas que Laura ofrece en KETT
Laura tiene claro que los seis principios que guían KETT son creatividad accesible, juego y diversión, autenticidad artesanal, comunidad y conexión, temporalidad y magia del momento, y alegría como forma de autoexpresión.
Su horizonte es claro. "Me gustaría que KETT estuviese más allá de Zamora, que los talleres lleguen a Madrid y a cualquier evento, un cumpleaños, una boda o una comunión", explica. Algo que ya ha dado sus primeros pasos, ya que este mismo año ha organizado actividades a domicilio en la capital española y seguirá ampliando esa fórmula poco a poco.
Laura puntualiza que el epicentro seguirá en Mózar de Valverde, pero con la idea de moverse por España ofreciendo experiencias personalizadas. "No se trata de tener solo un local fijo, sino de ser una experiencia que se mueva", apunta.
Emprender desde un pueblo pequeño
Lanzar un negocio así en un lugar como Mózar de Valverde se antoja complicado. Primero por el tema económico. La joven Laura tiró de sus ahorros de sus tres años de trabajo en Madrid. No recurrió a ayudas públicas ni privadas. "Sinceramente, ni lo pensé. Seguro que las hay, pero no lo valoré", reconoce.
El segundo, lograr que la gente entrara en un espacio nuevo, sin referencias previas en medio de la Zamora rural. "Era un reto que la gente se acercase a una tienda que no conocían y en un mundo al que no están acostumbrados", explica.
Mesa preparada para uno de los talleres que Laura imparte en KETT
Y es que Laura sabe que la zona gira en torno a "tres sectores: construcción, logística y poco más". Por ello, le gustaría que se atrajeran a la comarca otros sectores, invertir en tecnología o moda, para que la gente joven encontrase aquí una oportunidad", añade.
Pero mientras eso ocurre o no, sabe que tiene un apoyo incondicional: su abuela. Ella es el germen de esta pasión de Laura por las manualidades, ya que de pequeña le llevaba a talleres y cursos siempre que podía.
"Está encantadísima. Me dice que si yo no estoy, ella me ayuda. Que le dé trabajo, que se pone a hacer collares y pinzas conmigo", explica. Una complicidad que conecta la raíz familiar con el espíritu innovador de KETT.
Defender lo artesanal frente a lo industrial
La creadora reconoce la dificultad de competir con gigantes de la moda rápida como Shein o Temu. "Producen en segundos y vomitan productos por un euro", asegura. Frente a eso, su apuesta es la de ignorar esa competencia y centrarse en transmitir el valor que tiene el trabajo manual.
"Al principio la gente me decía que era muy caro. Eso me comía por dentro. Pero por eso creé talleres, para que vean el trabajo que hay detrás y comprendan que lo hecho a mano es único", confiesa.
Y algo ha debido calar, ya que ahora, sus clientes van creciendo poco a poco, y está muy contenta de la respuesta que tienen sus talleres.