Inés Tostón posa con una pequeña túnica de la Cofradía de Jesús del Vía Crucis

Inés Tostón posa con una pequeña túnica de la Cofradía de Jesús del Vía Crucis

Zamora

De psicóloga a vestir de Semana Santa a los más pequeños de Zamora: "Tenía que hacer trajes como se merecían"

Esta psicóloga cambió de profesión para revolucionar el concepto de las túnicas infantiles y en su taller alquila más de 200 piezas, especialmente para niños.

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En Zamora se dice que cuando termina la Navidad, comienza la Semana Santa. Y buena cuenta de ello puede dar Inés Tostón, ya que su tienda-taller de La Calesa, en pleno corazón del casco viejo de la capital zamorana, se convierte en un hervidero de encargos que no cesa casi hasta el mismísimo Viernes de Dolores.

Diez años hace ya que esta psicóloga y logopeda cambió por completo su forma de vida para dedicarse al arte de crear túnicas de Semana Santa y, curiosamente, lo hizo por los más pequeños de esta devoción. Su ojo clínico (entonces oculto) de artesana no le dejaba ver tranquila las procesiones cuando observaba desfilando a niños con las túnicas crecederas y supo que tenía que hacer algo.

"No podía ver a los niños con esas túnicas con los hombros anchos y toda la tela recogida, para luego ir sacándole los bajos", explica. Así que se le ocurrió la novedosa idea de hacerlas en talla de niño, dividido por edades, "para que todos fueran proporcionados y de manera correcta".

Así nació La Calesa. Y en este caso todo fue coser y trabajar mucho. Inés comenzó aceptando encargos a demanda. Muy poco a poco, los zamoranos acudían a esta artesana para poner a sus pequeños su primera y tan especial túnica. "Si me encargaban la talla 6 del Vía Crucis, pues hacía una; luego otra de la 12 de la Tercera Caída; y los primeros años funcionaba así, confeccionando lo que me pedían", detalla.

Con el paso de los años, Inés ya tenía su clientela y desde entonces ofrece la posibilidad de que "empiecen conmigo desde cero" y que así siempre tengan disponible su talla para alquilar acorde a su crecimiento. "Poco a poco fui ampliando y ahora prácticamente tengo todas las tallas de todas cofradías", añade.

Y es que esa posibilidad de que cada niño pueda "crecer" junto a su traje ha sido la clave de su éxito. Tanto, que ahora cuenta con alrededor de 200 túnicas y unos 120 clientes fijos que renuevan su encargo año tras año.

La idea fundamental es que, si un niño empieza con una talla pequeña, el año siguiente puede pasar a la siguiente medida sin tener que comprar una prenda nueva, lo que establece un sistema de alquiler que favorece tanto la economía familiar como el mantenimiento y cuidado de cada túnica.

Algo que también ofrece a los adultos, y permite olvidarse de tener que meter o sacar bajos, de la limpieza y del engorro de buscar dónde guardar tanto hábito para quienes salen en tres, cuatro o hasta cinco cofradías. "Tengo de mayores, porque me piden y porque los niños normalmente necesitan un acompañante, que no siempre tiene traje disponible", detalla.

Además, también ofrece, eso sí exclusivamente en forma de venta son alguno de los accesorios más importantes para las damas de la Cofradía de la Virgen de la Esperanza, como las peinetas, broches y mantilla. Y también tiene disponible el alquiler de los abrigos negros que con tanta elegancia lucen estas mujeres el Jueves Santo por la mañana. 

Inés Tostón colocando las peinetas de las damas de la Cofradía de la Virgen de la Esperanza

Inés Tostón colocando las peinetas de las damas de la Cofradía de la Virgen de la Esperanza

Se acaba el Carnaval y llega la Pasión

La Calesa también es un referente del Carnaval en Zamora. Sus confecciones para esta época del año son famosísimas en la ciudad y no son pocos los turistas que se quedan prendados de su escaparate, donde lucen las creaciones de años pasados.

Y es precisamente esta celebración la que marca el verdadero pistoletazo de salida de la Semana Santa. Inés organiza su rutina en torno a este ciclo festivo y cuando termina, realiza una limpieza integral que le permite reordenar la tienda y preparar las túnicas para la próxima Semana Santa.

"Tengo la tienda llena de pinturas, brillos, pegamento de contacto y todo eso tiene que desaparecer cuando me pongo con las túnicas", detalla.

Así que el trabajo en La Calesa no es solo de confección; también implica un manejo logístico muy cuidado. Inés comenta cómo, una vez pasada la Navidad, ya le empiezan a llamar diciendo "oye, ¿alquilas túnicas?; ¿la talla, tal la tendrías?". Y a partir del Carnaval todo se dispara.

Inés se asegura de que sus clientes, muchos de ellos fijos, sean los primeros en ser avisados cuando llega el momento de recoger las prendas. "Y luego a los que me van pidiendo", explica, mientras organiza una lista de espera para los más rezagados, que se ven sin túnica a última hora.

Esto suele ocurrir con aquellos que esperan a que les toque una túnica de las que las cofradías sortean para alquilar, porque "no suelen tener para todos los usuarios que las necesitan". Y también a aquellos que abren el armario tarde y descubren que su túnica no les vale o está dañada.

La logística del alquiler

El sistema de alquiler es uno de los pilares de La Calesa. Este se establece en el 25% de la tarifa que tenga cada niño, "y cuando se llevan la prenda, me tienen que dejar el 75% restante hasta completar el valor de esa prenda", explica.

Esta fórmula permite a las familias disponer de una túnica que se adapta al crecimiento del niño sin la preocupación de tener que hacer bajos cada año, y evita el tener un "armario entero" lleno de túnicas que ya no encajan.

Además, este método les permite contar con una prenda de "máxima calidad". Algo que Inés cree que la gente valora "las cuidan porque saben que es algo valioso y que está bien hecho". Por lo que, en estos años, reconoce que no ha tenido ningún problema grave con sus préstamos.

Y es que la tienda-taller no solo se dedica a la confección; sino que también se ocupa de la limpieza y el mantenimiento de las túnicas, gestionando desde las limpiezas rutinarias hasta la reparación de manchas o ajustes de bajos. Una tarea fundamental para preservar la calidad de estas piezas.

La llamada de la vocación

Inés Tostón es licenciada en psicología y con un master en logopedía. Lo cual se encuentra más que alejado de su profesión actual. ¿Y cómo termina una psicóloga siendo una de las artesanas de referencia en la Semana Santa de Zamora? Pues todo fue por el Carnaval.

Fue cuando decidió ser madre y comenzó a involucrarse en las actividades del colegio que descubrió "que bien se me daba, que bien lo pasaba y que divertido" crea los trajes de Carnaval para los desfiles.

Ahí, una buena amiga le repetía sin cesar que se dedicara a la Semana Santa: "Con las manos que tú tienes, hay mucho mercado y se te da tan bien". Pero Inés reconoce que tiene "mucho síndrome del impostor", y no se veía con el talento suficiente para fabricar las tan delicadas túnicas semanasanteras.

"¿Pero dónde iba a ir yo? Que no conocía ni las técnicas, ni las telas, ni nada de nada", explica. Pero su amiga le insistía en que todo se podía aprender y "tenía toda la razón", reconoce ahora la artesana.

Y el remate era cuando activaba su "ojo clínico" viendo "como iban los niños" desfilando en las procesiones. "Tuve claro que tenía que resolverlo, tenía que intentar vestir a esos niños como se merecían", recalca. Y el resto, es historia.

El arte de confeccionar tradición

Inés se confiesa como una perfecionista y asegura que su forma de trabajar "ha sido desde el principio alquilar túnicas de máxima calidad". Así que para dar sus primeros pasos se dejó asesorar por los mejores. "Acudí a los la jubilados Matos y Soto, para que ellos me aconsejaran en telas y en todo", explica.

Para ella, estos comerciantes textiles eran los mejores ofrecer en calidad y precio; y cree que "impregnaron la Semana Santa de la calidad que merece y necesita". Por eso defiende el uso de materiales de calidad, porque "no tiene nada que ver una túnica con los rasos que utilizaban ellos, de algodón, a los rasos acrílicos que se están metiendo ahora, que son más baratos, pero el efecto, óptico es completamente distinto".

Inés detalla también el cuidado que implica cada confección. "Las que más trabajo llevan son las de raso, que son muchísimos metros de bajo", refiriéndose a las túnicas de la Tercera Caída y la de la Esperanza, que requieren mayor dedicación.

Inés Tostón muestra una de sus pequeñas túnicas de la Hermandad de Jesús en su Tercera Caída

Inés Tostón muestra una de sus pequeñas túnicas de la Hermandad de Jesús en su Tercera Caída

Incluso las "de terciopelo" le suponen un reto, ya que "se trabaja muy mal, se desliza sobre sí mismo". Como las que utiliza el Santo Entierro o la Vera Cruz. Para las más sencillas, como las estameñas o la del Jesús Nazareno, el proceso es más rápido, aunque siempre hay que tener en cuenta el tiempo del patronaje, el corte y, sobre todo, los remates, que son "lo que más se tarda".

Inés tiene además el reto de compaginar la gestión de una tienda con la labor artesanal. La elaboración de una túnica puede llevar desde un día (en el caso de las piezas más sencillas) hasta varios días para los diseños más elaborados, donde intervienen detalles como el patronaje, el corte y los remates.

Esta dualidad de funciones, por un lado atender la tienda y confeccionar a medida, lo compensa con la pasión que se desprende de su trabajo, donde cada encargo es para ella un compromiso con la tradición y la calidad.