Lucía y Adrián disfrutando del mejor vino.

Lucía y Adrián disfrutando del mejor vino. Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León.

Valladolid

Lucía (29), Adrián (32) y una fabulosa idea para ensalzar el valor del vino: “Son catas para aprender desde cero”

Estos dos vallisoletanos, con amplia experiencia en el sector del vino, han creado un club de catas para personas que “no están familiarizadas” con este mundo.

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Lucía García Sáez es vallisoletana y tiene 29 años. Graduada en Enología y Máster en Calidad, Innovación y Desarrollo de los Alimentos que, en la actualidad, se encuentra realizando el doctorado en Enología. Trabajo en el laboratorio de una bodega de Ribera de Duero.

Adrián Hernández Espinosa tiene 32 y también nació en Valladolid. Cuenta con un grado superior en Vitivinicultura y está graduado en Enología. En la actualidad trabaja en la universidad como técnico de un laboratorio de investigación enológico.

Ambos tienen hobbies muy distintos, pero coinciden en el Coro de la Universidad de Valladolid y en su pasión por el vino que los ha llevado a poner en marcha un club de catas que lleva el nombre de ‘Alma de Cata’.

El objetivo, como aseguran en esta entrevista con EL ESPAÑOL de Castilla y León, pasa porque las personas menos familiarizadas en este mundo “aprendan desde cero”.

Dos jóvenes inquietos

“Soy una persona inquieta y curiosa a la que le encanta aprender y conocer cosas nuevas”, asegura Lucía García Sáez. Mientras que Adrián Hernández Espinosa se define como “un enólogo de vocación” que “actualmente desempeña actividades de investigación en el campo del vino”.

Los dos vallisoletanos cuentan, en declaraciones a este periódico, que tuvieron “una infancia bastante normal, con su familia y amigos” que los han acompañado a lo largo de su vida.

“Siempre he querido ser bióloga, en concreto investigar en microbiología y, al final, trabajo en algo parecido ya que disponemos, en la bodega en la que trabajo, de un laboratorio muy potente en el que realizamos análisis microbiológicos, entre otras cosas”, afirma ella.

Él quería ser, de pequeño, “inventor” lo que “no ha terminado distando mucho de la realidad” al “trabajar en proyectos que buscan innovar en la enología”.

El mundo del vino y su proyecto

El mundo del vino le llegó a Lucía de “rebote”. Su madre era profesora de un instituto y un compañero suyo acababa de fundar, con otros socios, una bodega. Fue ella la que le empujó a adentrarse en ese ámbito de la biología para estudiar los microorganismos que se encargan de la transformación del vino y la química.

“En mi caso, el vino llegó gracias a mi padre que me enseñó desde que era joven a apreciar el vino y todas sus características. También, en algo que es muy importante, a consumirlo con moderación”, señala Adrián.

Lucía y Adrián brindando.

Lucía y Adrián brindando. Fotografía cedida a EL ESPAÑOL de Castilla y León.

Ellos han puesto en marcha un club de cata de vino que está enfocado a la formación. No cuentan, en la actualidad, con un emplazamiento fijo. Las sesiones que han realizado hasta ahora las han desarrollado en un local de la Plaza del Viejo Coso de Valladolid.

“El proyecto tiene sus raíces en el verano de 2024. Tras muchas reflexiones vio la luz en verano de 2025. Queremos acercar las técnicas y conocimientos enológicos. Son catas para aprender desde cero, con gente que no está familiarizada con el mundo del vino”, añade Lucía.

El enfoque de las catas está “en el aprendizaje de los participantes” y en una idea que “busca acercar los conocimientos sobre la cata a los participantes” para que “valoren, por sí mismos, las características y la calidad de los vinos”, añade Adrián.

“A diferencia de otros clubes de cata de la ciudad, cuyas catas están más enfocadas a personas del mundo vínico, las nuestras están enfocadas a personas que buscan aprender desde el principio”, añaden nuestros entrevistados.

Vivir de este mundo

“Sí que se puede vivir del mundo del vino. Cada uno realizamos nuestra actividad laboral principal lejos del club de catas y salimos adelante”, añade Lucía.

El objetivo y deseo que buscan, mirando al futuro, pasa por “poder ser una alternativa en la ciudad” para “desarrollar una actividad cultural” como esta y “poder acercar el mundo del vino a todo el que lo desee”.

Todo para “poder acercar el mundo del vino al que quiera” en “colaboración con bodegas que busquen dar a conocer sus caldos a través de estas catas”, finalizan.