El pianista vallisoletano Guillermo Hernández en Tokio

El pianista vallisoletano Guillermo Hernández en Tokio

Valladolid

Guillermo, el joven prodigio del piano, cambia Valladolid por Nueva York tras conquistar Japón: "Me aterroriza"

A sus 17 años, el vallisoletano está a punto de embarcarse en una nueva aventura al otro lado del charco tras haber triunfado en el mercado asiático. Una experiencia que ha vivido "con mucho estrés". Esta es su historia.

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Solo tiene 17 años, pero ya puede presumir de ser toda una eminencia del piano tras haber triunfado al otro lado del mundo. Hablamos de Guillermo Hernández, un joven prodigio natural de Valladolid, que acaba de hacer historia en Japón.

Hace apenas unas semanas, el vallisoletano se hizo con el primer premio y el galardón del público en la quinta edición del prestigioso concurso Shigeru Kawai International Piano Competition de Tokio con su interpretación 'Concierto para piano en La menor Op. 54' de Robert Schumann.

Un reto "muy complicado" de más de 10 días, que se planteó "hace más o menos un año" al buscar junto a su profesor "oportunidades interesantes para su carrera" y que resume como una experiencia que, aunque le ha merecido mucho la pena, ha vivido con "mucho estrés y mucha tensión".

El vallisoletano Guillermo Hernández tocando el piano en uno de sus conciertos

El vallisoletano Guillermo Hernández tocando el piano en uno de sus conciertos @guillepianista Instagram

Ahora bien, el reconocimiento logrado no es fruto de la casualidad ni de un golpe de suerte, sino el resultado de muchos años de trabajo, constancia y disciplina, a los que se suma un talento encomiable.

"Me he matado a estudiar y al final creo que iba muy bien preparado, porque yo no voy a un concurso si no es para ganar, pero fue complicado", revela el joven en declaraciones a EL ESPAÑOL - Noticias de Castilla y León.

Sin embargo, ahora, cuando prima el dulce sabor del éxito logrado, lo recuerda "con muchísimo cariño". "El país desde el primer momento me enamoró y, en general, pude disfrutar mucho de todo", explica.

Se siente orgulloso de lo logrado, pero en estos momentos su atención se centra en su próximo desafío. Y es que, en los próximos días, Guillermo dejará Valladolid para iniciar una nueva vida en Nueva York, el que será su lugar de residencia durante los próximos cuatro años. "Me aterroriza", confiesa.

Hasta allí viajará la próxima semana para comenzar una nueva etapa formativa en la Mannes School of Music bajo la tutela del profesor Jerome Rose, que, tal y como ha afirmado, compaginará con una prometedora, aunque comedida gira de conciertos, entendidos por el joven como "una herramienta pedagógica" para cualquier artista.

"Soy de los que piensa que un artista se educa en el escenario, pero también he creído siempre que es mejor no quemarlo, al menos hasta que termine de formarme. Por eso, no creo que tenga demasiados compromisos, aunque sí seguiré tocando", confiesa.

Una nueva aventura que afronta con "cierta abrumación", pero también con "ganas, ilusión y con el convencimiento de que un individuo maduro no es realmente autónomo hasta que vive por sí solo, al menos durante una temporada". Por todo ello, se muestra convencido de que "me va a venir bien".

No obstante, el joven reconoce que no va a ser un proceso fácil. Es consciente de las tantas cosas que va a echar en falta de su vida en la ciudad del Pisuerga, más allá de sus padres, su hermana y su casa. "Lo que más voy a echar de menos es el estilo de vida y la comodidad de Valladolid, porque aquí siempre he disfrutado de una vida muy tranquila", explica.

Comienzos tempranos

El mundo del piano llegó a la vida de Guillermo cuando este apenas tenía ocho años y por recomendación de su tutor. Este vio que era un niño "un poco disperso a la par que inteligente" y pensó en que le podría venir bien adentrarse en el mundo de la música para "canalizar mi energía creativa o intelectual".

Dio la casualidad de que el año anterior su abuela le había regalado un teclado por Navidad. "Entonces, la decisión fue fácil", comenta.

Así, empezó a tocar este instrumento, siendo tres años después cuando descubrió su gran pasión, hasta entonces oculta, por la música, la que hoy centra su atención, con vistas a que así siga siendo el resto de su vida. Pues, si algo tiene claro, es su deseo de que su futuro esté marcado por las dulces melodías y las suaves teclas del piano.

Guillermo Hernández en uno de sus conciertos.

Guillermo Hernández en uno de sus conciertos. Cedida

Pasado un tiempo, Guillermo pasó a recibir clases particulares una vez por semana. Apenas dos meses después les pidió a sus padres como regalo de cumpleaños que estas aumentaran a dos y más tarde, con 13 años, completó sus estudios en el Conservatorio de Valladolid con una media de 10.

Pequeños pasos que le han convertido en lo que es hoy, un joven prodigio del piano que, pese a su corta edad, ya acumula grandes éxitos.

Hoy, el vallisoletano puede presumir con orgullo de haber grabado un disco con apenas 13 años, haber sido uno de los cinco finalistas del Premio Princesa de Girona Arte 2025, y haber participado en concursos internacionales en España, Bélgica, Suiza y Rusia, llegando a obtener importantes reconocimientos.

También de haber actuado en prestigiosos escenarios del Reino Unido y EE.UU e incluso en la casa natal de Chopin en Polonia y de haber sido guiado por reconocidos maestros como Andrey Yaroshinsky, Galina Eguiazárova y Martín García García. Y no solo eso.

Un joven prodigio

Sus capacidades también le permitieron terminar el colegio antes de los previsto. Tanto es así, que flexibilizó curso en dos ocasiones, en primero y segundo de la ESO, y en primero y segundo de Bachillerato, logrando graduarse con solo 16 años con matrícula de honor en el IES Leopoldo Cano tras pasar por el CEIP Alonso Berruguete y cursar los dos primeros años de la ESO en el IES Condesa Eylo Alfonso y los dos últimos a distancia.

"Para mí el colegio fue un estorbo bastante grande en mi vida y al final mis capacidades me lo permitían. El único motivo por el que no terminé a los 12 años es porque creo que en España es ilegal, pero en Primaria me hubiese saltado otro curso si me hubieran dejado", revela.

Tras graduarse pensó en estudiar una carrera ajena a la música. De hecho, se llegó a matricular en Ingeniería de Telecomunicaciones, "pero duré dos semanas porque me di cuenta de que era una tontería", pues él tenía claro que su futuro estaba ligado al piano.

Por este motivo, hoy dedica sus días a la música, a la que dedica "muchas horas y, sobre todo, mucha energía". No obstante, comenta que, por lo general, suele ser "muy flexible". "Para el resto del mundo puede parecer un poco extraño porque yo no tengo una rutina establecida, sino que puedo dormir lo que quiera, dedicar tiempo a hacer otras cosas y organizarme para estudiar".

Una realidad que define como "muy caótica". "Creo que soy la única persona de España que con 17 años tiene esta situación, pero es verdad que no hay día en el que no toque el piano", afirma.

Ni puede, ni quiere. "Al volver del concurso en Tokio hice el experimento de ver cuánto tiempo era capaz de no tocar una tecla y aguanté tres días. Casi me vuelvo loco", confiesa.

En este sentido, reconoce que para él tocar el piano es, además de su oficio, "una plantita que llevo regando más de media vida, que intento desesperadamente que siga creciendo y que me produce un abanico de emociones, desde júbilo absoluto hasta frustración, desesperación, agotamiento e incluso adicción en muchos casos".

De hecho, confiesa que todo lo conseguido ha sido a base de prueba y error, pues, aunque "el talento lo he tenido siempre, me he dado muchos golpes contra la pared y, en ocasiones, he dado dos pasitos para adelante y uno para atrás, a veces más", explica.

Sea como fuere, lo cierto es que entre sus opciones nunca ha tenido cabida la de tirar la toalla. Ni lo ha hecho, ni lo hará, pues ahora su "único objetivo en la vida es seguir por este camino y siempre igual de insatisfecho bajo la creencia de que la satisfacción equivale a la muerte artística".

Para ello, continuará trabajando "de forma intensiva" hasta que algún día pueda lograr el que para él es el último objetivo de un artista, "ya no el perfeccionamiento, porque creo que buscar la perfección tampoco tiene demasiado sentido, sino mejorar y evolucionar hasta llegar a ser el profesor de uno mismo".

Algo que, a su juicio, se consigue cuando uno alcanza "una cierta madurez". Por el momento, "todo va por buen camino", apunta.

Si no, qué otro futuro se le podría presentar a un joven al que siempre le ha acompañado un talento impropio de su edad. Ya apuntaba maneras y ahora, el vallisoletano saborea las mieles de un camino hacia el éxito que se atisba tan brillante como sus comienzos. Y entonces, una vez más, la realidad habrá vuelto a superar las expectativas.