El Economato de Fasa hace 20 años junto a una imagen de donde estuvo ubicado.

El Economato de Fasa hace 20 años junto a una imagen de donde estuvo ubicado. Cedidas

Valladolid

El Economato de Fasa, el primer hipermercado que revolucionó Valladolid: “Fue un bombazo”

Un 27 de julio de 2000, hace justo 25 años, cerró sus puertas después de convertirse en una revolución durante más de dos décadas. "Había grandes colas y todo el mundo compraba para familiares, amigos o vecinos".

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El 27 de julio no es un día más para las muchas familias que han pasado por Fasa Renault. Es una fecha marcada en el calendario porque en el año 2000 se cerró su Economato. Un lugar recordado por toda la ciudad de Valladolid.

Cuando las chimeneas de la fábrica marcaban el ritmo diario de más de 18.000 trabajadores, surgió en 1977 algo que se convertiría en un “bombazo”: un economato laboral que “fue el primer hipermercado de la ciudad”.

Impulsado por la necesidad y las peticiones de sus empleados, acelerado por un laudo sindical y alimentado por una visión de justicia social, el Economato de la Fasa no solo abasteció a miles de familias, sino que transformó la forma de consumir, trabajar y convivir de la ciudad del Pisuerga.

De la magistral mano del vallisoletano José Antonio Maestro, componente del equipo gestor en aquellos tiempos, EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León mira por el retrovisor y marcha hasta 1977 para analizar su llegada, consolidación y cierre.

Maestro lo recuerda como si fuera ayer. “Entré en Renault el 21 de enero de 1977, y el economato se montó en menos de un mes. El 17 o 18 de febrero ya estaba en marcha”, relata.

Recorte del diario Pueblo de 1977

Recorte del diario Pueblo de 1977

El origen de esta instalación no fue una simple decisión empresarial, sino una conquista laboral de los trabajadores. Una disposición legal obligaba a las empresas con más de 2.000 empleados en una misma ciudad a ofrecer un economato como beneficio social. Renault cumplió con ello, aunque nunca pensó que esta decisión tuviera tanto éxito.

Es cierto que no fue el primero, ya estaban los de Renfe, Michelín o Aviación, pero sí el que llegó con más fuerza. Incluso tuvieron visitas de otros economatos de diferentes comunidades como los mineros de Asturias.

“Fue el primer hipermercado de la ciudad”, asegura nuestro protagonista, que mantiene como una joya toda la documentación recogida en medios de comunicación. Aunque es cierto que su buena memoria ejerce como la mejor hemeroteca. Guarda fechas, nombres y anécdotas.

Los primeros pasos se dieron en una nave prestada en la carretera de Madrid. “Era algo provisional”, recuerda Maestro que posteriormente se fueron a las instalaciones de Arcas Reales, donde actualmente tiene su sede la quesería Entrepinares.

Allí, junto a otros profesionales procedentes de la cadena Simago, organizó desde cero lo que pronto sería mucho más que una tienda: una revolución en la vida diaria de miles de familias.

En noviembre de 1977, tras años convulsos en la ciudad, se estrenó el Economato con una plantilla que en los años 80 llegó a los 200 trabajadores. El horario era de 9:30 a 13:30 y de 16 a 19:30, los sábados solo por la mañana. En vacaciones de Fasa, allá por agosto, se cerraba.

Fueron estos profesionales de Simago los que pusieron en marcha el proyecto para que posteriormente fueran entrando más empleados de la fábrica e incluso hijas de los trabajadores. “Fue una revolución para la ciudad. Comenzamos con 18.000 trabajadores y en momentos mayores hasta los 22.000, así que te puedes imaginar”.

Dossier informativo de la empresa

Dossier informativo de la empresa Cedida

Eso sí, como suele ser habitual en estas situaciones no faltaron las protestas. Por ejemplo desde Avadeco, la asociación de comerciantes, la Cámara de Comercio o de los de la Rondilla, que veían el fin para el comercio de barrio. Batallas que incluso llegaron a los tribunales, pero siempre se ganaron.

Lo que inicialmente nació como un espacio de venta de alimentación e higiene personal, fue expandiéndose con el tiempo: artículos de menaje, vajillas, ropa de hogar, e incluso moda infantil y textil general. “Llegamos a tener 20 cajas de salida y más de 2.800 metros cuadrados de superficie. Yo creo que no había nada igual en España”, señala con orgullo.

La demanda era muy grande y los precios muy baratos por lo que se hacían grandes colas para comprar aceite y detergentes. Incluso llegaban hasta el poblado de Fasa, casi en Las Delicias. “En Navidad era una locura”, indica.

También se notaba más movimiento a comienzos de mes, cuando la esperada nómina había llegado. Además, se llenaba el maletero del coche (Renault por supuesto) para pasar el verano en el pueblo con todo lo necesario. 

Un ahorro real

A diferencia de las tiendas convencionales, el economato no buscaba beneficios económicos. “Era la empresa la que ponía las instalaciones y los trabajadores, con sueldos equiparables a los de fábrica. Y además, había una Junta Administrativa con representación sindical que supervisaba todo, desde el surtido hasta los precios”, explica Maestro.

La diferencia de precios con respecto al comercio tradicional era palpable. “Hicimos un estudio y, por ejemplo, con el textil, la diferencia podía ser abismal. Con productos básicos también se notaba. La economía de las familias mejoraba y, de hecho, gracias al economato, los precios en toda la ciudad bajaron. Valladolid pasó de ser una de las ciudades más caras de España a estar entre las seis más baratas”, explica con datos.

Colas y tambores de detergente

La popularidad fue tal que las colas llegaban a colapsar la carretera de Madrid hasta el poblado de Fasa. “Los detergentes fueron la locura. Vendíamos los tambores de cinco kilos casi desde el muelle. Aquello era una locura”, recuerda.

El acceso al economato estaba controlado. Solo podían entrar trabajadores de la fábrica o sus familias directas, identificados con una tarjeta. “Aunque es cierto que siempre el amigo o vecino se mandaba que le sacaras alguna cosa. Por eso se impusieron cupos, por ejemplo, tantos litros de aceite o tantos kilos de azúcar, según el número de familiares”.

Tarjeta para entrar en el Economato

Tarjeta para entrar en el Economato Cedida

La cesión de la tarjeta a una persona ajena a la empresa implicaba una sanción de pérdida de los beneficios durante cinco años.

Norma de uso de la tarjeta

Norma de uso de la tarjeta Cedida

Son muchas las anécdotas que le vienen a la cabeza. Las primeras navidades que pasaron en las antiguas instalaciones había una empresa de frigoríficos al lado. Pues tuvieron que pedir el favor de guardar allí los lechazos debido a la cantidad de demanda que había. “No se rompía ni la cadena de frío porque se vendían en un momento”, apunta.

Otro de los beneficios era el ahorro en libros de texto. Parte de la dirección se encargaba de hablar con las librerías para que los trabajadores que lo quisieran pudieran tener los libros de sus hijos a partir de septiembre con importantes descuentos. “Esto, junto a la ropa, era muy bien recibido por los empleados”, indica. También se criticó por "competencia desleal" desde el gremio de libreros. 

Tras un exhausto trabajo se entregaba el material incluso en una bolsita.

Una vida dentro del economato

El ambiente de trabajo, a pesar del ritmo intenso, era extraordinario, según este vallisoletano. “Los primeros años fueron durísimos, no había horarios, pero nos volcamos. Era como ver crecer algo que habías parido. Nos conocíamos todos, incluso creamos una peña recreativa, San Antón, con la que hacíamos excursiones, cenas, fiestas de Navidad...”, cuenta Maestro con nostalgia.

Con más de 200 empleados, el economato funcionaba como una pequeña ciudad. Los lineales se reponían desde las seis de la mañana, antes de abrir al público a las 9:30. Había almacenes internos, muelles de carga, y una logística perfectamente engrasada. “Aquello era profesionalidad pura. Los proveedores nos conocían como un referente”.

Las crónicas periodísticas hablan de 40 millones de pesetas de recaudación al día. Y otra curiosidad, Maestro recuerda que el periódico decano usó el Economato el 28 de diciembre para la tradicional inocentada. “Dijeron que ese día todo era gratis porque íbamos a cerrar, te puedes imaginar la que se armó”. Era 1990, todavía quedaban 10 años. 

El lento ocaso y el final de una era

Pero los tiempos cambiaban. A finales de los 80, la empresa empezó a cuestionarse el mantenimiento del economato. “Decían que Renault estaba para hacer coches, no para vender productos. Y en los años 90, poco a poco, se fue desmantelando”. No lo mataron, pero la dirección fue dejándolo morir, “podemos decir que lo hicieron menos atractivo”, evoca.

Los productos ya no se renovaban, las estanterías estaban vacías por lo cual no había clientes.

Los sindicatos lucharon por su mantenimiento, pero “era algo que tenía que pasar”, asegura, al mismo tiempo que cree que en los tiempos actuales un establecimiento de este tipo “no tendría sentido”.

Los surtidos se redujeron, especialmente el textil. Además, el recién inaugurado Continente (actual Carrefour) ofrecía más variedad, mejores horarios y libertad de acceso.

En julio del año 2000, concretamente el 27 de julio, tras 23 años de historia, el economato cerró definitivamente. No hubo grandes descuentos de liquidación. Los productos se devolvieron a proveedores o se donaron al Banco de Alimentos.

Hoja informativa para anunciar el cierre

Hoja informativa para anunciar el cierre Cedida

Además, la llegada de otros pequeños supermercados acabó por acabar con la ilusión de este famoso economato. Eso sí, todos los trabajadores fueron recolocados en oficina de las empresas o se pudieron adherir al primer plan de bajas voluntarias de la empresa del rombo.

El espacio se vendió a la empresa Quesería Entrepinares, que vieron una oportunidad perfecta para ampliar el negocio ya que sus primeras instalaciones estaban justo al lado. Hoy, donde los faseros vallisoletanos se ahorraban dinero, se curan quesos.

Dejó huella

“El economato lo conocía toda Valladolid, aunque no todos entraran. Sabían que allí se ahorraba, que había calidad, y que era cosa de los obreros”, dice José Antonio con emoción contenida.

Hoy, 25 años después de su cierre, el recuerdo del economato de FASA sigue vivo entre miles de familias. Fue mucho más que un supermercado. Fue una conquista social, una herramienta de dignidad obrera, y un modelo en España de consumo responsable, gestionado desde y para los trabajadores.