La terapeuta ocupacional, Lourdes Tomé; el fisioterapeuta, Guillermo García, y el director del centro residencial Clecevitam Patio de los Palacios, José Antonio San José, junto a tres mujeres residentes

La terapeuta ocupacional, Lourdes Tomé; el fisioterapeuta, Guillermo García, y el director del centro residencial Clecevitam Patio de los Palacios, José Antonio San José, junto a tres mujeres residentes

Valladolid

Las cartas de agradecimiento a las manos que cuidan en una residencia de Valladolid: "Sus sonrisas son nuestro regalo"

Los trabajadores tienen claro que lo más importante es "saber escuchar", sin olvidar la importancia de la vocación y la formación continua.

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Cuidar de quienes cuidan. Ser las manos de quienes un día fueron nuestros guías. Ser los pies de quienes nos enseñaron a caminar. Ser los ojos de las personas con las que aprendimos a mirar la vida.

Entender la vejez no es una tarea sencilla, pero son muchas las personas que trabajan cada día por hacer el camino un poco más fácil. Algunos pasan sus últimos años en sus domicilios y, otros, lo hacen en un centro residencial.

Para estos segundos, muchas personas trabajan cada día para convertirla en su hogar y que sientan su cariño y delicadeza en cada momento. Los trabajadores del centro residencial Clecevitam Patio de los Palacios tienen claro que ya forman parte de una gran familia.

José Antonio San José lleva siendo director de residencias desde 2012 y afirma que uno de los puntos más importantes para ellos cuando va a entrar una persona residente es reunirse con las familias y hablar sobre todos los aspectos en los que puedan tener dudas. Un asesoramiento integral.

Las familias también valoran enormemente el trabajo que estos profesionales hacen. De ahí que, recientemente, se haya publicado un libro de agradecimientos con cartas a quienes día a día cuidan de sus seres queridos.

"Intentamos ponernos en el lugar del residente y la familia. Quizá el día de mañana seamos nosotros quienes estemos en esa posición y lo fácil es ser cercanos, preocuparnos por ellos y escucharlos", asegura el director de Clecevitam Patio de los Palacios.

Un día a día que hace que se conviertan en una gran familia porque, tal y como recuerda, pasan más tiempo con ellos que con sus propias familias. Un trabajo "muy vocacional" en el que unen todas las patas del cuidado para darles la mejor atención posible.

Desde la cocinera que está pendiente de su alimentación, al fisioterapeuta que cuida el envejecimiento activo, al médico para cualquier dolencia, los técnicos de animación, la terapeuta ocupacional para realizar actividades y todos ellos, incluso en sus días libres, están a disposición para, por ejemplo, momentos tan simples como ir a ver una exposición o un paso de Semana Santa.

Una de estas bonitas cartas que han recibido dice lo siguiente: "Muchísimas gracias por cuidar de nuestro padre en estos últimos años de su vida. Gracias por los cuidados, por el cariño y por haber hecho más amable y feliz su último camino".

Esta es una de las que salen publicadas en este emotivo libro que refleja el trabajo que cada día hacen los profesionales, aunque no es la única que han recibido a lo largo de estos años.

Una de las cartas de agradecimiento a la residencia Clecevitam Patio de los Palacios

Una de las cartas de agradecimiento a la residencia Clecevitam Patio de los Palacios Clecevitam

Conservar su autonomía

Lourdes Tomé es la terapeuta ocupacional del centro residencial. Ya lleva un año y su jornada comienza a las 07:00 horas, siempre con el objetivo de que "conserven su autonomía" y no pierdan gestos tan simples como el ducharse o actividades cotidianas.

Se encuentran con situaciones en los que las personas son autónomas en sus casas y se olvidan de serlo en las residencias. Y esto es, precisamente, lo que intentan evitar ya que es necesario mantener a las personas mayores activas.

"Les ponemos una rutina para que tengan sus horarios, actividades y se ajusten a la nueva vida", asegura. Cuentan con dos unidades, una sala de actividades y el salón, lo que les permite crear ambientes diferentes dependiendo de las necesidades de cada uno.

La musicoterapia, fichas o actividades en grupo marcan sus días y les permiten también relacionarse con el resto de compañeros. Ahora, Tomé asegura que ya forma parte de esta gran familia y que para ella es realmente satisfactorio que "valoren" su presencia o le dediquen una sonrisa.

Una conversación y una risa

Guillermo García es el fisioterapeuta del centro residencial, una de las tareas más imprescindibles que ya lleva desarrollando durante seis años. Empezó en este mundo por su madre que también trabajaba en una residencia y le hizo tener un "vínculo especial" con las personas mayores.

Todas las mañanas tienen una reunión para tener en cuenta si a alguna persona residente le ha pasado algo o si alguno tiene dificultades al moverse. Trabajan con pedales, poleas, poniéndoles calor en zonas donde puedan tener alguna dolencia, todo ello con el fin de que se recuperen o que logren tener algo más de movilidad.

"Hacemos terapias para frenar el deterioro de las personas y, lo más importante, es el mantenimiento de la musculatura", asegura. En muchos casos, reconoce que el truco está en "saber llevarlos" y en intentar que, durante un rato, se les olviden sus problemas mientras te escuchan y les cuentas anécdotas de tu día a día.

"Son muy agradecidos. A veces lo que necesitan son más mimos, cariño, una conversación, una risa... eso muchas veces es más terapia que lo que estás haciendo", asegura. Un trabajo en el que también destaca la labor de las familias quienes les agradecen cada día el cuidado que dedican a los mayores.

Saber escuchar

Henar Mongil es la enfermera, y coordinadora de este departamento, y desde primera hora valoran cómo han pasado la noche anterior para comenzar con los tratamientos o curas, en los casos que fuera necesarios. Y también están pendientes de posibles imprevistos que puedan surgir en el día a día.

En su caso, también es vocacional, le viene de familia y asegura que el mayor regalo es poder ver "una sonrisa, un brillo en los ojos", cosas que, afirma, "no se pueden explicar". Las familias, en numerosas ocasiones, le llaman para agradecer sus cuidados: "En cada turno les explicamos cómo están. A veces no sirve para aliviar el sufrimiento, pero sí para que lo lleven de otra forma y estén tranquilos".

Mongil recuerda que cuando entran en la residencia tienen que adaptarse a "una nueva familia" y que lo más importante es "saber escucharlos" para que puedan contar cómo se sienten y desahogarse.

De hecho, tienen muy en cuenta a las personas residentes que están solas y no tienen familia, ya que estos no reciben -generalmente- visitas y son ellos los encargados de salir a tomar un café o llevárselos a dar un paseo para que puedan despejar la mente durante un rato.

"Nos damos cuenta de lo necesarios que somos para ellos. Es un trabajo vocacional y para mí es una satisfacción ir por un pasillo y que me dediquen una sonrisa. Salgo todos los días sabiendo la suerte que tengo", asegura.

Un trabajo en el que todos suman. Donde han formado una gran familia en la que cada uno pone su granito de arena para hacerla más especial y para que todos se sientan arropados y queridos. Sabiendo la importancia de su trabajo y de cuidar de quienes afrontan los últimos pasos de sus vidas.