Luis Argüello en el Sermón de las Siete Palabras de Valladolid

Luis Argüello en el Sermón de las Siete Palabras de Valladolid Miriam Chacón / ICAL

Valladolid

Argüello llama a huir de redes y pantallas en su Sermón de las Siete Palabras

Asegura que "dejan de ser representación de la realidad" para convertirse en "instrumento de la voluntad del poder"

7 abril, 2023 14:14

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El arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, aludió este mediodía en la Plaza Mayor a los riesgos del ‘neolenguaje’ y lamentó que “las palabras, en redes y pantallas, dejan de ser representación de la realidad, para convertirse en instrumento de la voluntad de poder o de lo políticamente correcto”. Durante su ‘Sermón de las siete palabras’, recalcó que “el deterioro del valor de la palabra nace de una amenaza contra la esencia del hombre”, e invitó a los asistentes a asumir su dependencia de “una ley”, en alusión a “la ley de la palabra”, que “está por encima de nosotros”.

“Hemos de dejar que las Siete Palabras purifiquen las nuestras y sean ofrecidas en rescate de otras a las que tantas veces se ha robado su significado. Así podremos intercambiar nuestras palabras en la casa, en la calle o en el ágora, en un ejercicio de diálogo genuinamente político, es decir, con capacidad para recomponer las diferencias particulares por el bien común de la polis. Cuando esto no ocurre, el hogar familiar, la vida ciudadana y el ágora económico, cultural y político, se transforman en un frenético ruido o en drama de adolescentes”, expuso antes de detenerse en el significado de cada uno de esos vocablos proferidos en los evangelios.

En su opinión, “nihilismo y panteísmo dictan muchos de los comportamientos actuales”, ya que “conforman la mentalidad común generalizada, incluso en el interior de las comunidades cristianas”. Según apuntó en declaraciones recogidas por Ical, ambas corrientes “destruyen al hombre como persona y le quieren reducir a individuo desvinculado o a miembro anónimo y sin rostro de una identidad utilizada ideológicamente por el poder”.

“El indigenismo, los nacionalismos, las corrientes identitarias, étnicas o de orientación sexual o cualquier otra expresión del pensamiento ‘woke’ mezclan reivindicaciones legítimas con propuestas emotivistas y de deconstrucción antropológica e histórica para construir relatos marcados por el enfrentamiento y luchas de poder que debilitan el orden institucional vigente y lo hacen cada vez más débil ante los enormes poderes económicos”, reflexionó.

En este ambiente “estalla”, sobre todo en los jóvenes, “el conflicto entre el deseo de felicidad y la competición social en un campo de juego económico y cultural que excita el deseo, pero que no logra satisfacerlo”, algo que, a su juicio, “provoca que se busquen adicciones consoladoras y numerosos disfraces culturales, tanto en la política como en el arte, en la economía o en la religión”.

Frente a la oscuridad interior

Frente a ello, invitó a “tomar conciencia del significado de la vida, así como del aire, de la comida y del agua”, ya que “en la oscuridad interior y la desorientación no podríamos vivir mucho tiempo”. En ese sentido, contrapuso dos términos como ‘empoderamiento’ y ‘promoción’, para asegurar que “el ideal supremo del empoderamiento es superar lo humano y los límites de la naturaleza con el poder de la tecnología para llegar a ‘ser como dioses’, mientras que el ideal de la promoción, desde la perspectiva cristiana, es la ‘divino-humanidad’ con la ayuda de la gracia y el camino de la humildad, la pobreza y el sacrificio”.

Por ello, aseguró que “el desafío de una mentalidad cerrada a lo trascendente obliga a los propios cristianos a volver de modo más decidido a la centralidad de Dios”. “El mensaje central que hemos de comunicar hoy es que Dios existe y es bueno creer en él”, valoró.

“El hombre tiene sed de sentido, tiene sed de vida eterna. Esta sed nos permite reconocer latidos vivos del corazón: libertad, amor, alegría, y también el eco de la sed mal saciada: aburrimiento, nostalgia y desilusión que, a veces, desembocan en las pasiones tristes de la ira, el rencor y el resentimiento, que son la puerta de entrada al nihilismo y matriz de violencias y populismos”, afirmó antes de concluir que “el único que puede saciar nuestra sed es Cristo”.