Isla Decepción, ubicada en el archipiélago de las Shetland del Sur

Isla Decepción, ubicada en el archipiélago de las Shetland del Sur USAL

Salamanca

La USAL y un equipo global datan la explosión del volcán más activo de la Antártida: 4 millones de años bajo el hielo

Un hallazgo liderado por la USAL y publicado en Scientific Reports permite datar por primera vez la formación y gran explosión del volcán Isla Decepción.

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La Universidad de Salamanca vuelve a firmar un logro internacional en el campo de la geología.

Un equipo dirigido por el geólogo Antonio Álvarez Valero ha logrado datar por primera vez la formación del volcán más activo de la Antártida, en Isla Decepción, y además identificar el momento exacto en que se produjo la mayor erupción registrada en el continente blanco.

La investigación ha sido publicada en la revista Scientific Reports y presentada en el congreso mundial de vulcanología IAVCEI25, celebrado en Ginebra.

Ubicada en el archipiélago de las Shetland del Sur, Isla Decepción es un volcán singular: sigue activo, está parcialmente sumergido y su caldera es accesible, lo que la convierte en un laboratorio natural privilegiado.

Hasta ahora, sin embargo, se desconocía con exactitud cuándo se había formado ni cuándo había sufrido su mayor episodio eruptivo.

Gracias al análisis de isótopos de Helio cosmogénico (3He), el equipo de Álvarez Valero ha podido determinar que la estructura volcánica emergió hace aproximadamente 4 millones de años, cuando el material del fondo oceánico afloró y quedó expuesto a la radiación cósmica.

Pero, además, los investigadores han podido situar la gran explosión que moldeó su forma actual hace unos 4.000 años, cuando la cámara magmática colapsó en una erupción de enormes dimensiones.

Un hallazgo con sabor salmantino

El hallazgo es fruto del proyecto “eruptING”, financiado por el Plan Nacional de Investigación del Gobierno de España y coordinado desde la Universidad de Salamanca.

En él participan científicos de Japón, Reino Unido, Nueva Zelanda, Italia y España. Durante años, han trabajado en volcanes de distintas regiones polares para entender mejor cómo interactúan el hielo y el magma.

El análisis de las muestras recogidas en Isla Decepción desveló algo inesperado: una señal de Helio tan alta que, al principio, los investigadores pensaron que podía tratarse de un error.

“Llegamos a obtener valores hasta 900 veces por encima de lo normal”, explica Álvarez Valero. Pero las pruebas realizadas en el laboratorio de referencia mundial en Tokio confirmaron el fenómeno: se trataba de una señal generada por radiación cósmica procedente del espacio, atrapada durante millones de años en las rocas volcánicas.

La firma de las tormentas cósmicas

Este tipo de señales no son habituales en estudios geológicos, pero resultan clave para una técnica reciente de datación: la geocronología cosmogénica.

Lo que los científicos hicieron fue separar cuidadosamente las señales de Helio generadas en el interior del planeta de las que llegan del espacio, utilizando hornos capaces de alcanzar los 2.000ºC y sistemas de vacío extremo para extraer los gases atrapados en minerales como el olivino.

Gracias a esta precisión técnica, el equipo ha podido “leer” la edad geológica impresa en las rocas, y demostrar que la gran erupción que formó la caldera actual tuvo lugar hace solo 4.000 años, un suspiro en términos geológicos.

Más allá de la importancia del hallazgo, el proyecto eruptING tiene una finalidad práctica: mejorar la predicción de las erupciones volcánicas en zonas polares y de alta montaña.

Para ello, los investigadores estudian cómo evolucionan los gases atrapados en el magma antes de una erupción, y cómo pueden servir como indicadores fiables.

El conocimiento extraído en Isla Decepción se aplica también a volcanes en Islandia, Japón, Nueva Zelanda o Italia. Todos distintos, pero con elementos comunes que ayudan a descifrar los procesos que preceden a una erupción.

En palabras de Álvarez Valero, “cada volcán tiene su propio lenguaje, pero podemos aprender a escucharlo si conocemos bien sus señales”.

Y desde Salamanca, con equipos punteros y colaboraciones internacionales, se está haciendo precisamente eso: leer en las entrañas del planeta las claves que permiten anticiparse a sus movimientos.