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Los Hombres de Musgo vuelven a enaltecer el Corpus de Béjar

24 junio, 2019 15:09

La celebración de la festividad religiosa del Corpus Christi aglutina en la provincia una amplia variedad de actividades que la conmemoran. Municipios como Béjar, con la recreación de una histórica leyenda del siglo XII, considerada ahora de interés turístico internacional; La Alberca, con su procesión y ofertorio recorriendo sus calles engalanadas con mantones de bordados serranos; Cabrerizos, Villares de la Reina, Carbajosa o Ledesma con sus festejos taurinos, suponen una cita ineludible para disfrutar del Corpus Christi salmantino.

Tal como manda la tradición, a primera hora de la mañana, en el Centro Municipal de Cultura “San Francisco” se viste a los Hombres de Musgo. Seis bejaranos ven cómo le llega el momento de vivir la tradición. Los trajes se portan, y que tardan más de una hora en colocarse, pesan entre 15 y 20 kilos. Eso sí, hay ‘cola’ de cinco años, hasta 2024 no hay ya posibilidad alguna para poder vestirse de musgo, es el ‘ser’ más trascendental bejarano. Fieles a la tradición, un año más, miles de personas ocupan las calles de la ciudad textil a disfrutar del esperado desfile de los Hombres de Musgo y el paso del Corpus Christi.

Mientras se celebra la misa en la Iglesia de Santa María la Mayor, es el turno de las autoridades, la nueva alcaldesa, Elena Martín, junto al resto de la Corporación Municipal y autoridades civiles y militares. Porque de eso también se trata, como los aplausos, cerrados, largos que se levantan tras la interpretación del Himno Nacional de España por la Banda Municipal de Música de Béjar.

Y llega el momento más esperado, cuando el calor comienza a arreciar. La procesión del Corpus Christi por el casco histórico. Esta es la más solemne de todas las procesiones que se celebran en Béjar, junto con la de la Virgen del Castañar. En ella se recuerdan dos tradiciones muy importantes:

La primera de ellas es la leyenda de “los hombres de musgo”, que data de mediados del siglo XII y ha sido transmitida de padres a hijos hasta nuestros días. La otra tradición de esta fiesta en Béjar es la de cubrir la calles con tomillo haciendo una auténtica alfombra por donde pasa la procesión, quedando todo este tomillo bendecido al paso del Santísimo. A lo largo del recorrido pueden contemplarse también los Altares de las Cofradías y Hermandades y los adornos florales tradicionales.

En la procesión se pueden ver sobre la alfombra de tomillo a la reliquia del Santísimo acompañada de todos los niños que han tomado la comunión en la ciudad, una representación de las banderas o insignias de las distintas cofradías. Junto con la comitiva municipal desfilan el alguacil y los maceros, los Hombres de Musgo, miembros de la Asociación de la Capa de Béjar, las autoridades civiles y militares y la banda municipal. En la llegada a la Plaza Mayor los distintos abanderados de cada una de las cofradías rendirán sus banderas ante el Santísimo y ante todo el pueblo de Béjar.

Una jornada más que interesante por toda la trascendencia y ancestralidad histórica de un pueblo, el bejarano, que sabe guardar en lo más profundo de su alma la reliquia del pasado que, en muchos casos, peligra por la mal ‘entendida’ modernidad.

Una leyenda viva

Quienes se han acercado hasta la ciudad de Béjar han tenido la posibilidad de viajar en el tiempo y remontar hasta el siglo XII, al reinado de Alfonso VII de Castilla, cuando, según la leyenda, un grupo de bejaranos cubrió su cuerpo de naturaleza para asustar a los árabes que ocupaban sus tierras.

Y, tal y como recuerda una tradición que ha pasado de generación en generación, los artífices de aquella triquiñuela se salieron con la suya, y los ocupantes dejaron libre Béjar, asustados por lo que llegaba desde el exterior de la localidad.

Ese episodio no se ha perdido con el paso del tiempo, sino que se mantiene como uno de los actos grandes de la ciudad. Por ello, cada primer domingo posterior al Corpus Christi, un grupo de bejaranos se viste como ‘los hombres de musgo’.

Hace ya nueve siglos, salieron de sus escondites en la finca La Centena, inspirados en Santa Marina, y lograron entrar en Béjar. Los enemigos, al verlos, creyeron que eran monstruos que salían de la naturaleza y salieron despavoridos.