Acabamos el año como siempre revestidos de una paciencia infinita. Vistos los datos de los emigrantes llegados tan sólo en pateras, unos 50.000 aproximadamente, los cerca de dos millones según los datos de esta semana de pagas para gente vulnerable y en peligro de exclusión social, el plan de sumar para suprimir la x de la iglesia católica que afectaría a cerca de cuatro millones de personas, etc. Hace que cada vez confiemos menos en que vamos a cobrar la pensión por la que hemos cotizado y en el plazo que confiábamos. El gobierno estima que a finales de 2023 se alcance la cifra de 2.150.000 beneficiarios del ingreso mínimo vital. Toca pensar que se está haciendo tan mal, el derecho al trabajo cada día está menos garantizado.

La rueda del Estado sigue chirriando por falta de unto. Los que nos administran con el beneplácito de los tocados por la chapela van a prolongar la prohibición de desahuciar a las familias vulnerables. Lo normal sería que el Estado se hiciera cargo de su alquiler y no que lo tenga que soportar el propietario de la vivienda, que igual es su única fuente de ingresos, por lo que se crea a su vez una nueva persona vulnerable que lo acabará perdiendo todo. En muchos casos dicha propiedad es fruto del trabajo de toda su vida para poder tener una jubilación mejorada. Las familias vulnerables las debería proteger el Estado no los particulares con sus bienes. Luego está el buscar respuestas al por qué han llegado a convertirse en vulnerables. Miles de familias recurren a los bancos de alimentos para salvar las fiestas con dignidad.

A todas horas nos dan cuenta del número de las víctimas de la guerra de Gaza, sin contrastar las cifras, pero poco se habla del genocidio de los cristianos que se está dando en todas las partes del mundo. En Nigeria el día de Navidad 160 asesinados, que se suman a los 50.000 de ese país, tal como llegan los sacerdotes de estudiar en Roma son asesinados.

Después de reinventarnos la historia vamos camino de perder todos los consensos de la democracia. La historia es una, es para el que quiera leerla, investigarla y estudiarla, también para aprender de ella. La labor de las personas en el presente es construir en positivo el día a día, dar pan y trabajo, en definitiva bienestar. La historia no es para restar energías, si resta es mejor olvidarla pero no reinventarla. La historia no puede convertirse en estúpida para votantes analfabetos que no entienden lo que pretenden sus políticos, ni tampoco puede servir para normalizar lo anormal. En España parece que sólo el sacrificio de una minoría honrada permite que las cosas sigan adelante más o menos, en cualquier campo donde mires.

A partir del 1 de enero se tendrá que cotizar por los becarios no remunerados y tendrán que darse de alta en la seguridad social. Nuevos computables para maquillar las cifras. Al final nadie hará prácticas en empresas. También se quieren prohibir los despidos con lo que se obligará a quebrar a las empresas. El circo cada día se amplía con más espectáculo. Nadie pone freno a nada. La caridad cristiana inspira envidia, la envidia rencor y el rencor odio. Así están las cosas y así no se solucionan. España se está hundiendo en el plano doméstico, pero también en lo que atañe al prestigio internacional fundamentalmente ante sus aliados. No hay coherencia. Somos expertos en pasar los problemas a los otros. Seguimos sin saber si se han empezado a reconstruir las casas de La Palma destruidas por el volcán, sin saber nada de la arqueta del túnel de ffcc Valencia-Madrid, ni del intento de asesinato de Vidal-Quadras. Cada día nos olvidamos más del contenido y trasfondo religioso que da sentido a la Navidad. La sociedad se llena la boca de la palabra tolerancia pero sólo se tolera a los que piensan igual. Menos mal que en Castilla y León tenemos más conciencia del gran país que tenemos, sobre todo de nuestra región que sí sentimos y cuidamos en lo que nos dejan.