Aparentemente tenemos una sanidad muy buena, quizás una de las mejores del mundo. Pero da la sensación que sigue unas pautas que no son las de la medicina que es curar al enfermo. Al salir de un hospital o de un centro de salud puedes pensar que estás ante una sanidad que no cura, te sostiene enfermo hasta que te mueres. No es por falta de medios sino por la filosofía woke. El freno al uso de los antibióticos, tan sólo en nuestra sociedad, evitarían muchas muertes en personas mayores, el uso de tratamientos placebos, la falta a la verdad en muchos diagnósticos, las largas esperas hasta que se recibe un tratamiento que ya no sirve para nada, etc., nos hace preguntarnos a que estamos jugando. Lo mismo pasa con el cambio climático, el coche eléctrico, lo sostenible que no es más que lo insostenible y tantas cosas que al final se traduce en impuestos, en muerte y en no progreso cuando existen los medios para progresar.

Aprueban leyes que suenan bien a los que no leen, el conocimiento suele entrar por la vista y el cerebro lo procesa. En el telediario todo suena bien. El alquilar una vivienda a una familia con hijos es tarea difícil porque el propietario tendrá muchas dificultades para desalojar con menores en caso de impago. Los propietarios muchas veces dependen de esa renta para comer. Lo mismo pasa con el miedo que tienen los empresarios a contratar mujeres embarazadas o con niños pequeños porque se pueden acoger a la reducción de jornada y no cumplir con la empresa. El empresario no es el rey midas para contratar a otro trabajador. El gobierno parece que delega en las clases medias el sostenimiento del Estado a costa de empobrecerlas cada día más. Parece que no viven en el mundo real que se levanta a las seis de la mañana, no se enteran.

Se está instalando la idea de que no somos propietarios reales de nuestras cosas. Pagas por ello, pagas por comprar por vender, por disfrutarlo, pagas por todo, pero luego el gobierno y los que le apoyan se creen con derecho a obligarte a usarlo según unos intereses inventados que carecen de sentido común. No se pueden otorgar derechos que cercenan los de otros porque al final ello conduce a la pobreza.

Después de la ley de bienestar animal que ha provocado el abandono de miles de mascotas. La UE ha aprobado el primer paso para la nueva ley de restauración de la naturaleza a pesar de las críticas de agricultores y ecologistas. Una ley Disney que hará que Mickey y el Pato Donald cuiden de la naturaleza a diario. Una ley que sentenciará a agricultores y ganaderos a que abandonen sus explotaciones y que los demás acabemos comiendo gusanos de la harina, arañas de tamaño variado y hormigas. Las margaritas en el campo no crecen solas se las suele comer la mala hierba. La agenda 2030 es una dictadura aplicada abiertamente porque el sentido común y lo que nosotros queramos no les importa un pimiento. Vamos a comer alimentos de terceros países, sin control fitosanitario y zoosanitario, caros y cancerígenos pero podremos ir en autobús gratis.

Se ha constatado en el congreso que ningún diputado usa el pinganillo para escuchar las traducciones de las lenguas cooficiales pues ya se sabe lo que se va a escuchar y el resultado de las votaciones de antemano. Un diálogo de sordos. Los que están podridos tarde o temprano se acaban arruinando solos. Mientras se van resucitando todos los fantasmas que nos separan como el odio, el rencor, el revanchismo, el rechazo a lo bello, a la solidaridad, a lo útil, al bien común y lo excelso que nos une. Se va desatando lo malo, lo inútil y lo dañino que nos separa. Así se llega poco lejos.