Entendemos por vergüenza ajena la que sentimos ante la actuación de una tercera persona que nos parece embarazosa, ridícula o patética. Esta definición que aparece en Google creo que recoge cabalmente lo que se siente, cada vez con más frecuencia al escuchar a ministras de Podemos cuando de forma desaforada e insultante atacan nombrándolas por cierto a otras mujeres que presiden grandes empresas, algo que como feministas deberían celebrar y que sin embargo denostan.

Estas ministras, Belarra y Montero (Irene), causan una extraña sensación cuando reclamando igualdad no aceptan que por fin haya mujeres en la cúspide de grandes bancos, el mayor, y grandes empresas, la mayor también en su ámbito textil, y las denigren por sus grandes beneficios como si eso fuera negativo, incluso por sus sueldos, olvidando que ellas como ministras tampoco andan descalzas, máxime cuando el presidente Sánchez acaba de anunciar la paridad de un mínimo del 40% en las juntas de dirección de las empresa.

Acabo de leer la última novela de Fernando Aramburu 'Los hijos de la fábula' en la que sus dos protagonistas, aspirantes a ser de ETA, se encuentran con la renuncia de esta a la lucha armada y se niegan a aceptarlo y pretenden seguir por su cuenta la lucha, eso sí sin armas y sin medios de ningún tipo, solo con su voluntarismo y fanatismo. Claro al final todo se derrumba y es estrepitoso el fracaso, dejando un sabor amargo pero aleccionador de que la realidad termina por imponerse frente a ensoñaciones tan disparatadas como irreales.

Estamos en tiempos de fábulas en las que se componen historias, imaginativas si pero fantasiosas. Pero, sin embargo, hay quien se las cree, o así lo aparenta y pretende que los demás también se las crean. Belarra acaba de llamar nada menos que “pirata” a la empresa Ferrovial, ósea quien navega sin licencia y se dedica a asaltar barcos o poblaciones costeras para robarlas, ¿Cómo es posible que una ministra del Gobierno en un acto público injurie de esa forma a una gran empresa?

Sin duda, la fábula se hace realidad en boca de algunos miembros, quizá haya que decir miembras, gubernamentales con el riesgo de que arrastren a los demás, en este paroxismo febril que estamos viviendo y que exige contundentes medidas para frenar una patología en aumento. Ahora que parece haberse acabado la pandemia del COVID 19, nos está invadiendo esta otra de imprevisibles pero, sin duda, negativas consecuencias.