El relativismo destructivo se nos había metido en las venas y cursaba de forma cancerígena por todo el organismo, si bien desde Zapatero comenzó la metástasis ante la que no se hizo absolutamente nada y procedió de la forma más invasiva, llegando al momento presente en el que la podredumbre sistemática ya resulta de imposible eliminación sin proceder a la eliminación o amputación de muchos miembros del cuerpo institucional.

La calidad democrática, e incluso la propia concepción de democracia, se sustentan sobre la base del nivel de control al poder; es decir, a mayor calidad democrática, un mayor nivel control al gobierno por parte de las minorías, y viceversa.

El virus relativista antidemocrático comenzó su inoculación por el 1985 con la eliminación del control preventivo de inconstitucionalidad que se denominaba recurso previo de inconstitucionalidad y la transformación del sistema de captación de los miembros del Consejo General del Poder Judicial.

Con la captación política de los miembros del orden jurisdiccional no sólo introducíamos la política en la judicatura, sino también la corrupción que en la misma cursa. Si ello también es realizado en el denominado Tribunal Constitucional, se obtiene una forma de manipulación política de la Carta Magna que va aceptando como válidos procesos manifiestamente contrarios a la Norma, con lo que, por una parte, se obtiene un efecto beneficioso de adaptación de la misma a la realidad cambiante y, por otra, una desafección a esta, en la medida que no existe garantía jurídica en la misma, que se irá retorciendo en función del color político que predomine en la institución.

La invasión política efectuada en los modelos de control preestablecidos como el Banco de España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores, el Consejo de Estado, etc, ha sido constante y permanente, eliminando su efecto controlador o haciéndolo inexistente por el transcurso del tiempo.

La falta de generación de modelos de prevención de riesgos sociales, económicos, políticos y sanitarios a lo largo del tiempo, desmontando, a la par, los que se intentan construir con el plan hidrológico nacional, el plan energético nacional, etc. mientras que se exigen a los ciudadanos planes de prevención de riesgos laborales y/o penales que los políticos no desarrollan en su ámbito o desactivan haciéndolos inútiles, nos lleva a una democracia de muy baja calidad que no cursa por quien gobierne o qué ideología se desarrolle en la legislatura concreta, pues, lo haga el que lo haga, al llegar el siguiente, se mimetiza con lo realizado.

Se han desarrollado leyes manifiestamente inconstitucionales al ser provocadoras de una criminalización de un sexo que pierde las garantías constitucionales y padece una discriminación negativa por el solo hecho de ser de uno u otro sexo, se han generado leyes que permiten la decisión “a la carta” del sexo sin control, sin evaluación psicológica, psiquiátrica y médica adecuada, se incluyen modificaciones políticas en las distintas instituciones en normas que nada tienen que ver, se evita el control parlamentario con el abuso del Decreto y del Decreto Ley, se eliminan los controles como el estado de la Nación, se impide la labor de los periodistas y se acepta pacíficamente con el pago de importantes sumas de dinero a los medios para ello.

Podríamos estar mucho tiempo indicando cómo la democracia de 1978, que tanto se critica, construía un modelo con controles que había que desarrollar y, durante este tiempo, poco a poco, con la labor de unos y la inacción de otros, hemos ido destruyendo para dejarla en una caricatura en la que se vota (se están empezando a manipular las elecciones), se hace lo que se quiere, se “vende” lo que se necesita y se pierde España por un sumidero con la cara de tonto y la placidez del consumidor de “soma” y afirmando que vivimos en democracia, cuando lo que tenemos de democracia es el nombre y el voto…. Luego nos quejamos de que nos consideren “perros sin alma”