Decía Goethe que contra la estupidez los dioses luchan en vano, aquí en Castilla más realistas afirmamos que de esta vida sacarás lo que metas nada más y que la traición es una mancha que jamás envejece, es para siempre ... En todo el planeta nos vemos obligados a trabajar para vivir o sobrevivir. Aunque trabajar es duro, hemos de intentar que nos permita desarrollar nuestras cualidades y sentirnos realizados. Con una actitud ante la vida adecuada el trabajo puede convertirse en una vocación y disfrute sin olvidar nuestras otras obligaciones familiares y sociales. El ser humano pasa por lo menos un tercio de su vida trabajando lo que repercute en todos los ámbitos de nuestra vida y en nuestra felicidad.

Es una experiencia ambigua y contradictoria, ya que nos proporciona un sentido de orgullo y de identidad que no se encuentra en otras actividades. El trabajo proporciona momentos de gran satisfacción y lo contrario, con nosotros mismos y los demás. Sin embargo todos pensamos en lo mismo y afirmamos sin dudarlo que no trabajaríamos si pudiéramos. Una de las causas de mayor infelicidad en las sociedades modernas es estar en el paro, y al final sin recursos, pero a su vez la vieja idea de que el trabajo dignifica al hombre parece ya no tener cabida en una sociedad donde el ocio y la pereza son los fines últimos.

Parece que al gobierno le molesta que se manifiesten los que trabajan en vez de los que están en paro. Está de moda la historia de la filosofía pero no la filosofía. Cada día se piensa menos porque para filosofar hay que parar, contemplar y observar, como decía Sartre pensar el pensamiento. Cosa que no se puede hacer si antes no se ha leído mucho.

En verdad parece también que todo el mundo, incluso algunos partidos políticos adalides de su verdad, quieren ostentar que tienen una cierta moral o dignidad, aunque algunos no saben encontrarla, ni siquiera buscarla. Hoy por hoy, a lo que estamos asistiendo no tiene nombre, puede que sea otra cosa, no se sabe qué, por parte de una gobernanza que engaña o carece de más mínimo sentido común, especialista en decir si y lo contrario. Podemos hasta pensar que llegarán a afirmar que la causa de que el aceite de girasol está caro es porque los girasoles están todo el día cara al sol, mientras los palmeros de La Palma esperan las ayudas para empezar una nueva vida o reparar la que les ha sido arrebatada. Los sindicatos que en nuestro sistema constitucional deberían representar no sólo a sus afiliados sino al conjunto de los trabajadores, que son los que trabajan, parece que no son capaces ni de justificar la financiación pública que reciben.

Tenemos una ley de cambio climático que impide explorar los yacimientos de gas y de hidrocarburos que tiene la península. Al empresario autónomo después de llamarlo eufemísticamente emprendedor ahora se le tilda de ultraderecha cuando tiene razón para quejarse. El 4,35 % de los contribuyentes, unos 913.000 con rendimientos de más de 60.000 euros anuales, paga el 39,3% de lo que se recauda por IRPF, hasta qué punto se quiere llegar para que no exista ni emprendedores ni clase media. Bajar los impuestos hace que los ciudadanos sean dueños de su propio dinero y les hace más libres.

Con la metedura de pata chula particular en el tema del Sahara, Argelia pretende subirnos el precio del gas desde este año hasta el 2024 con respecto a la urea ya se verá. Lo del Sáhara español no tiene nombre desde que los abandonamos, al igual que el abandono de Guinea Ecuatorial, ambas dos provincias españolas con ciudadanos con DNI. Se incumpe el compromiso de buscar solución al conflicto de acuerdo con la ONU y el de garantizar el derecho a la autodeterminación del Sáhara. La diplomacia española da la sensación que ya no existe como tal. La coalición que hace cosas chulísimas también anda a destruir la independencia del banco de España y del sistema de pensiones.

El campo está vacío porque el gobierno junto con las autonomías y los ayuntamientos han creado un verdadero infierno burocrático para el que quiere o trabaja en el campo. No trabajan de licenciados los que arán o tiran el pienso aunque algunos tengan más de una titulación. Las labores del campo no dejan un segundo para pensar en rellenar papeles. Lo están convirtiendo en un continuo sin vivir para que no compense. Siendo como es un sector estratégico para cualquier país, no digamos el del transporte.

Los grupos minoritarios de la tan atacada y denostada ultraderecha que han sumado cientos de miles este fin de semana no han provocado ni un altercado ni han quemado una papelera. Eso ha servido para dejar patente que los sindicatos tradicionales son perfectamente prescindibles. Esta pacífica y gran manifestación, sin violencia, parece que no se tendrá de nuevo en cuenta, esperando al consejo de ministros del día 29 de marzo. Mientras seguirán echando la culpa a la guerra de Ucrania sin mover pieza, o a los anteriores comodines como Franco, la iglesia y la plandemia sin dar soluciones a unos ciudadanos que están reventados a trabajar de verdad para pagar impuestos y trabajar a pérdidas.

Detrás de un smarphone o una tablet es muy fácil gobernar, incluso para los animalistas o verdes que no han pisado ni han trabajado en el campo en su vida diciendo a los trabajadores del mundo rural como tienen que hacer su trabajo. Un tercio de la urea que consumimos viene de Argelia imprescindible para la fabricación de los abonos. Si no se echa se pierde un tercio de la cosecha de ese año y al siguiente el cien por cien al no recuperarse la tierra. La urea no recibe tanta atención como los hidrocarburos pero puede ahogar el campo y toda la cadena agroalimentaria. Es uno de los fertilizantes básico para que el campo pueda seguir produciendo como hasta ahora.

Los que hacen cosas chulísimas están dejando a España en quiebra técnica, la deuda pública disparada sobre el 122 % del PIB, la inflación en febrero del 7,4 anual, cerca de 2 euros la gasolina y el gasoil, la luz a años luz el Mwh, mientras nos piden que tenemos que arrimar el hombro porque hay una guerra en Ucrania desde hace tres semanas. Un país no cae en tres semanas, cae por total inacción de quienes administran. Cada mentira que se cuenta es una deuda con la verdad, más tarde o más temprano hay que pagarla.

La convicción de que las cosas no tienen solución, de que no se puede hacer otra cosa que la que se está haciendo, nos está empujando a pensar que la vida pública está escapando de los ciudadanos. Muchos que sí se sienten representados en su interior dudan, y otros no ven que la dirección de los asuntos y problemas ofrezcan ninguna solución ni nada atractivo. La tibieza con la que se proponen una sí y otra también soluciones que parecen no modifican nada sino que van a peor, produce en los españoles una sensación de que las cosas van a seguir así largo tiempo y ello engendra hastío e indiferencia.

La forma peor de la resignación. La resignación, es una actitud nobilísima y necesaria cuando consiste en aceptar lo inevitable, pero es desastrosa cuando significa la mera pasividad frente a lo que se puede evitar, corregir o transformar. Los que llevan cuatro días haciendo cosas chulísimas de momento parece que tan sólo se han dedicado a pagar favores y no a construir soluciones.

Carl Sagan afirmaba que saber mucho no es lo mismo que ser inteligente. La inteligencia no es sólo información sino también juicio para manejarla. Puede hasta hacernos gracia ahora que nadie estudia o razona, ni analiza,  ver como se llenan la boca de palabras y palabros inventados los expertos aletrados en la nada. De los que no sabemos nada y muchas veces ni existen. Nos obligan a entrar en el engaño y nos torean. Quieren imponernos sociedades multiétnicas que sólo sirven para desmoronar las establecidas. El nuevo orden mundial es sinónimo cada día más de desestructuración social. Al margen de lo que vivimos está China con la peor ola desde el coronavirus desde Wuhan con 50 millones de chinos confinados. Mientras Occidente parece haber entrado en fase de autodestrucción rebajando las medidas contra el virus.

En la plandemia de la sociedad en la que vivimos hemos dejado sentar en la misma mesa a Marx, Gramsci, Goebbels y muchos más cuya bondad y honestidad estaban de vacaciones. El plan es conocido: "ahogar a la palabra y las ideas en un mar de contradicciones". Es lo primero en lo que estamos ahora. Identificar y neutralizar a los malos, los que no son de los nuestros; lo segundo después basta con que gobiernen los supuestos buenos, siempre los nuestros, para que florezca el cielo en la tierra. Habrá paz, amor, sonrisas y flores, multitud de velitas encendidas y perros de peluche para todos. Pues aunque abunden los perros y los osos de peluche, sin la palabra dada y la ley, no hay libertad y tampoco justicia.

Nos quieren convertir en animales de rebaño para llegar a la convicción de que hay que elegir entre posibilidades no deseables y menos deseadas, con el peligro de que se elija por inercia o por el método de cara o cruz. Es decir, que no se elija, con lo cual la democracia se vacía de contenido. Mar en calma no hace marino. Así es cuando nacen fácilmente los políticos que hacen cosas chulísimas que se presentan como salvadores y defensores de los valores eternos. Lo malo es que la ignorancia es temporal pero la estupidez es para siempre...