Castilla y León

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Opinión

Cornada

13 julio, 2020 09:46

Entre las no pocas distorsiones lingüísticas del franquismo, que intentaba camuflar su estructura dictatorial retorciendo las palabras, ocupó un lugar destacado la de autocalificarse como “democracia orgánica”, contradios evidente, porque la democracia no es orgánica o inorgánica, sino parlamentaria, basada en el sufragio universal,  la libertad y  la independencia de los poderes.

Bueno, pues sin establecer comparaciones que serían absurdas,  he sentido que se incurría  en una distorsión lingüística flagrante para eludir la verdad al conocer las medidas que la Junta de Castilla y León acaba de imponer en los espectáculos taurinos, estableciendo una distancia de metro y medio entre cada espectador y un aforo máximo de las tres cuartas partes.

¿Un metro y medio de separación y un aforo de las tres cuartas partes, pero limitado a setecientas personas? Ya vale. Una cosa o la otra, porque las dos a la vez sencillamente implican la prohibición absoluta. Hablemos en román paladino, o sea, en el castellano que desde Gonzalo de Berceo tenemos por norma, ese castellano sin subterfugios “en qual suele el pueblo fablar a su vecino”  

Pues eso, señor Igea, de vecino a vecino: aplicadas tales normas del metro y medio sin nadie a la izquierda, sin nadie a la derecha, sin nadie delante y sin nadie detrás de cada espectador, eso supone que, por ejemplo, en mi querida plaza de toros de Béjar, la más antigua del planeta taurino, escasamente quedaría sitio para doscientos, en La Glorieta de Salamanca apenas se llegaría a mil quinientos y en el coso vallisoletano del Paseo de Zorrilla quizás quedase espacio para alguno más de dos mil. Con tamaños entradones, ¿qué función taurina cabe organizar?

Esta cornada, que es de las que hacen daño, pertenece a esa categoría  del hambre denunciada por Manuel García Cuesta, El Espartero: “Más cornadas da el hambre”, en especial cuando no se esperaban.  Y esta es de las que llegan (en sentido figurado) por la espalda.

Quienes decretan la inviabilidad de las corridas, por lo menos tendrían que establecer un sistema paliativo, porque la necesidad está entrando en muchos hogares de la gente humilde del toro, los empresarios bordean la ruina y no pocas ganaderías parecen abocadas al matadero. La Junta se dice a favor de los toros, pero ya advierte el refranero que “obras son amores y no buenas razones”