Un hecho puntual en la vida puede dar lugar, de manera imprevisible, a la excusa que me brinda “mi balcón” para una reflexión. En esta ocasión, la necesidad de cambiar de cristales de las gafas ha supuesto para mí un motivo para pensar acerca de la percepción que tenemos de la realidad según el cristal con que miramos el mundo. Habitualmente ese es el general sentir de la gente. Pero al intercambiar las distintas gafas con sus distintos tonos de cristales para optar por el que mejor se podría adaptar a mis necesidades, he podido darme cuenta de que algunas personas, todo esto hablando metafóricamente, a lo largo de su personal vida, se están cambiando de “lentes” constantemente según les vengan las circunstancias. Más bien son profesionales del cambio. Cuentan en su haber con una serie de gafas que, según lo que convenga, las intercambian para poder ver la realidad a su antojo. No son utilizadas para mejorar la visión del mundo, sino que son empleadas para adecuar la realidad a sus intereses, es decir, lo contrario que los demás.

Todo esto viene a cuento por los acontecimientos que nos están tocando vivir en estos momentos. El “relato” ya no necesita explicación por parte de esos narradores, expertos en la manipulación, de la trola y de la charlatanería. Simplemente te lo presentan y muchos, holgazanes de las ideas, vagos del pensamiento libre y crítico, se colocan las gafas que les dan y acaban viendo la realidad del color y la forma que les están diciendo sus “predicadores de la falsedad”. La “conciencia ha muerto”, se la han cargado, la han matado para no levantar remordimientos y una manera cómoda de acallarla es cambiar de “lentes” según las circunstancias. Que hay que condenar la insurrección, defender la igualdad entre españoles, negar que les pueda perdonar por cometer actos contra el Estado, se ponen las gafas apropiadas. Que al día siguiente ocurre lo contrario, cambiamos de montura, cristales y color de estos. Que la Constitución dice no a la amnistía, unas gafas; que dice que sí, otras.

Que nunca hablaré con los herederos y defensores de etarras, nos ponemos las gafas de un color; que ya no me quita el sueño hacerme cómplices con ellos, me las cambio. De esta forma, la realidad es tan asumible que nunca la veo contraria a mi propia conciencia, a mi modo de pensar. No hay ni conciencia, ni pensamiento, he sustituido todo por unas milagrosas “gafas” que me permiten acallar conciencias y ver la realidad a mi personal antojo.

El problema no solo es que unos dirigentes tengan este comportamiento asumido en su modo de ser, que no sepan hacer las cosas de otro modo, lo lamentable es que la sociedad se haya contagiado de esto, cayendo en un estado de aletargamiento a la espera del cumplimiento estricto de lo que el líder diga para cambiar el modelo de lentes. Miren, por ejemplo, al panorama del Parlamento nacional. Nadie se ha dado cuenta. Los medios de comunicación nada han dicho. Solo es noticia lo de los “pinganillos” en esa torre de Babel, ejemplo claro de la descomposición de la unidad. Pero junto a estos artilugios de la confusión, también se están repartiendo un juego de lentes para sus señorías, sobre todo algunos, para que perciban la realidad según las necesidades de su líder.

Todo depende de los votos para alcanzar el poder. Lo triste para el ciudadano es que hay una amplia mayoría de estos diputados que junto con el ordenador y su móvil gratuito recogen el “pack” completo (gafas incluidas) para que al final de mes su recompensa por “estar” no les sea quitada: la nómina. ¿Habrá alguno que se “equivoque” de cristales y pueda ver la realidad tal cual es, despierte y actúe en conciencia en defensa de todos los ciudadanos? Mucho me temo que puede más el “estar” en el sillón con la recompensa mensual que el “ser”.