Tras la bola

Hablaremos de tenis, aunque también de viajes, ciudades, culturas y periodismo en primera línea de batalla. Porque hay cosas que no se ven, pero tampoco se cuentan.

 

Otra vez el techo

Otra vez el techo

El tema del techo no es nuevo. Desgraciadamente, llevamos ya varios años sufriendo de una u otra forma la lluvia en Roland Garros (y también en otros torneos del circuito). De hecho, y si no me falla la memoria, creo que no he estado aquí ninguna temporada en la que no se hayan producido suspensiones por la meteorología (en mi segundo año la final se aplazó del domingo al lunes). Nunca, sin embargo, había visto lo de hoy: ¡una jornada entera cancelada antes de las dos de la tarde! ¡Sin que se jugase ni un solo punto! Así ha sido en pleno 2016, tan real como triste.

Guy Forget, director del torneo, recordaba luego ante los periodistas que llevan 15 años hablando de cubrir la Philippe Chatrier en Roland Garros. En 15 años da tiempo a hacer muchas cosas, ¿verdad? Y la realidad es que estamos como entonces, sin techo y pendientes del cielo, en manos de la lluvia. Es cierto que años atrás se inició un plan de remodelación, paralizado por algunas asociaciones ecologistas por los motivos que contamos hoy en EL ESPAÑOL. Es cierto, también, que hay que hacer algo para solucionarlo, lo que sea.

El Abierto de Australia tiene tres pistas cubiertas. Wimbledon, el torneo con más tradición del mundo, estrenó hace algunos años la cubierta retráctil para su histórica pista central. Incluso el Abierto de los Estados Unidos, con un estadio con capacidad para más de 22.000 personas, ha sido capaz de superar el desafío de tapar esa gigantesca (y complicada) pista. Roland Garros sigue igual, recurriendo a los paraguas cuando llueve (y está comprobado que en mayo y junio llueve en París, y bastante).

La suspensión del lunes afecta a todos. A los jugadores, porque les rompe la planificación y les obliga (si ganan) a jugar dos días seguidos, situación a la que se enfrentan muchos. A las televisiones, que pagan muchos millones y tuvieron que recurrir a repeticiones para salvar el día. A los patrocinadores, que recibieron un retorno nulo en la jornada de octavos de final de un Grand Slam. Y sobre todo a los aficionados. Hay personas que compran las entradas con mucho tiempo de antelación, y ahí están Louis y su madre para demostrarlo. Los hay incluso que vienen desde otras partes del mundo, aficionados que marcan en rojo esta fecha en el calendario para organizar una escapada a París. Seguro que la felicidad no sería el principal sentimiento que hoy les acompañó cuando abandonaron Roland Garros sin haber visto un solo punto.

A los periodistas también nos afecta, porque nos obliga a escribir sobre lo que no queremos (otra vez la lluvia, otra vez el techo, otra vez lo mismo) y porque nos deja a las puertas de una jornada frenética, amontonando los partidos del lunes con los del martes. A respirar profundo. ¿No era la paciencia la madre de todas las ciencias?