Votar con las maletas

En mayo volveremos a hacer uso del mecanismo más concreto del cual nos dotamos los demócratas, aquel que nos recuerda de una forma más definida que seguimos siendo nosotros los que decidimos nuestro futuro, sabedores claro está, de ser esta una verdad a medias, de esas que nos gusta creernos, de las que nos hacen dormir un poco mejor cada noche, porque ser demócrata es también dialogar con el que piensa de forma diferente a nosotros, fomentar la convivencia o tender puentes y no solo elegir en quién delegar la toma de ciertas decisiones.

En mayo por tanto volvemos a poner las urnas, pero muchos ya han votado, lo han hecho cerrando cremalleras, bajando persianas y dándole dos vueltas a la llave, miles de jóvenes y no tan jóvenes han votado haciendo las maletas.

Porque aunque no sea con una papeleta, irte de un sitio sin querer hacerlo también es votar, es decir que algo se está haciendo mal, que algo no funciona y que no puedes más, es un grito ahogado, es seguir andando por pura inercia.

Porque ya solo tenías dos opciones, clavar la rodilla en el suelo y aceptar el destino que marca quedarte en tu tierra, o levantar las dos y usarlas para salir corriendo de ella en busca de un futuro mejor, que no más feliz, porque a veces no es para cambiar tristeza por felicidad, es solo cambiar el tipo de amargura, la de no encontrar trabajo o no poder independizarte, por la de no poder disfrutar tu progreso con los tuyos, planteándote siempre la duda de que es más importante, alimentar el estómago o el corazón.

Las soluciones a los problemas a los que nos enfrentamos son cada vez más complejas y se han erigido como el caldo de cultivo perfecto para los populismos, con recetas que parecen simples frente al continuismo de gobiernos que por más tiempo que pasan en el poder no arreglan los problemas, sino que crean otros nuevos.

No debemos permitir que el miedo, que la prisa, que el abatimiento se apodere de nosotros y de este modo caer en los brazos de aquellos que para solucionar los problemas plantean levantar muros que lo único que consiguen es apartar por un tiempo la visión, mientras que al otro lado de los ladrillos el problema sigue creciendo. La historia nos ha demostrado que aquellas sociedades, aquellos territorios que han levantado muros, puesto alambradas o prohibido el acceso, con el tiempo han funcionado de dentro a fuera, no para contener la entrada, sino para impedir la salida, y ese no es el motivo por el que queremos que nuestros jóvenes dejen de hacer las maletas.

Que sea porque creemos en una tierra donde progresar sea menos difícil, donde formar un proyecto vital no se mire com miedo sino con ilusión, es el momento de volver a conseguir la ilusión por el futuro que jamás nos debieron arrebatar, y eso solo lo vamos a poder hacer escogiendo el camino de la libertad.

Abandonada la meta de construir una democracia perfecta, esforcémonos en no caer en la desidia, en el abandono de los valores democráticos, pues lo que hoy parece sólido mañana mismo podría desaparecer bajo nuestros pies, y es nuestra responsabilidad al menos optar a una democracia mejor, nos jugamos mucho, sin separación de poderes, sin control del poder por otros poderes, sin meritocracia, sin igualdad de oportunidades, sin justicia imparcial, hay corrupción, hay discriminación, hay injusticias y hay desigualdad, en definitiva nos jugamos las maletas, nos jugamos la libertad.