¿Por quién doblan las campanas?
Albert Camus ya se hizo eco con El mito de Sísifo, publicado allá por 1942, de la cuestión filosófica del suicidio. El castigo de Sísifo es de sobra conocido, llevar una piedra hasta la cima de una montaña de tal manera que antes de coronarla volvía a caer y así a reanudar la penosa tarea. Con esta metáfora Camus nos muestra el esfuerzo inútil e incesante del hombre, planteando así la filosofía del absurdo, la cual nos previene de que nuestras vidas son insignificantes, su único valor es el que creemos que tiene.
Inicia su ensayo advirtiendo que el único problema filosófico realmente serio es el suicidio. Esta silenciosa epidemia que ha aumentado un 20 por ciento tras el inicio de la crisis y que duplica a los fallecidos en accidentes de tráfico nos debería hacer reflexionar sobre la inexistencia o ineficacia en su caso, de los planes de prevención de este tipo de conductas, de las escasas partidas presupuestarias dedicadas a salud mental, quizás estemos invirtiendo por debajo de lo dedicado en el año 2005, incumpliendo lo firmado en Helsinki sobre salud mental.
Finlandia, convencida de que el suicidio se puede prevenir puso en marcha una estrategia nacional dirigida a varios sectores, como la educación, la mejora de acceso a los servicios de salud mental, la formación de profesionales sanitarios, consiguiendo con ello reducir la tasa de suicidios, comprobando lamentablemente que todavía en algunas cuestiones no hemos entrado en Europa.
Uno de los colectivos donde se ceban las estadísticas es en el Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil, en donde según una de sus asociaciones profesionales, AUGC, como promedio se produce un suicidio cada 26 días, mostrándose el 2017 como uno de los más trágicos, en tan solo 51 días se han quitado la vida cinco guardias civiles, elevando la media a un suicidio cada diez días. La alarma ya existe, depende si queremos escucharla o preguntar por quién doblan las campanas, aún a sabiendas que doblan por tí.