Armando Soria, alcalde de un pueblo de Zaragoza. E.E
Armando Soria, alcalde de un pueblo sobre la despoblación: "Durante años se ha dicho que el que se quedaba era tonto"
El pueblo zaragozano cuenta con tan solo 54 habitantes; no obstante, el regidor se muestra optimista y esperanzado.
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Hay una canción que dice que 'la vida pirata es la vida mejor'; pero si le preguntaran a este alcalde, seguro que la rebatiría explicando que la vida mejor está en el pueblo.
Armando Soria es alcalde de Urriés, un pequeño pueblo de las Cinco Villas, en Zaragoza, con tan solo 54 habitantes pero con mucha vida.
54 vecinos parecen pocos, pero Soria es optimista y explica que "antes eran solo 30", por lo que el pueblo va en camino ascendente.
El alcalde de Urriés no tiene problema en atender a El Español y explicar satisfecho el caso de éxito de su pueblo: "Ahora mismo estamos censados 54 vecinos".
A finales del siglo XIX Urriés rozaba los 700 habitantes por lo que la historia requiere perspectiva: este pueblo, como tantos otros, sufrió la emigración primero a Argentina, luego a las ciudades y el golpe final fue la concentración escolar en los años 70, cuando se cerraron las escuelas rurales.
Armando Soria, alcalde de Urriés.
"En 1977 se cerró la nuestra y aquello provocó una salida masiva", recuerda Soria. Durante décadas, el silencio ocupó las calles. Pero ahora, el sonido que manda es el de los niños. "Hacía 30 años que no nacía ninguno, y hoy tenemos seis viviendo aquí", explica orgulloso.
La escuela no la han reabierto pues "no tendría sentido abrir otra para cerrar la de Sos del Rey Católico, que está a diez kilómetros", pero sí han logrado que los pequeños tengan transporte público diario. "Lo importante no es tener una escuela, sino garantizar educación de calidad y acceso a los servicios", defiende el alcalde.
La vivienda como motor de cambio
Mientras media España sufre por la falta de vivienda asequible, en Urriés la solución ha venido a base de tesón y subvenciones.
"Gracias a las ayudas de la Diputación Provincial y del Gobierno de Aragón podemos sacar adelante una vivienda pública cada año", explica Soria. "Nuestros ingresos municipales son mínimos; dependemos de las ayudas, pero las aprovechamos bien", defiende.
Vista panorámica de Urriés, pueblo zaragozano. Ayuntamiento de Urriés
En este momento cuentan con ocho viviendas municipales, todas ocupadas. Una novena está a punto de terminarse y ya hay una familia esperando para entrar. "Hace unos años teníamos casas rehabilitadas que nadie quería. Las ofrecíamos para segunda residencia porque no venía nadie. Hoy la gente se las rifaría", asegura, y razón no le falta.
Además, no solo va gente nueva, también regresan descendientes que se habían marchado. "Muchos de Sangüesa o de Zaragoza han decidido volver. Se sienten orgullosos de su pueblo, y eso es lo que marca la diferencia", dice el alcalde.
Un pueblo con alma y servicios
Urriés ha entendido que fijar población no se logra solo con ladrillos. También hace falta crear vida. El municipio cuenta con peluquería, fisioterapia, tienda (que además abastece a pueblos vecinos) y transporte público. "Tenemos una red que hace que vivir aquí sea gratificante", resume Soria.
El empleo, en cambio, se reparte entre quienes teletrabajan gracias a la buena conexión a internet y quienes se desplazan a Sangüesa, la localidad navarra de 5.000 habitantes que tiene paro cero. "Eso también nos da oxígeno, porque estamos a solo 20 minutos y eso permite trabajar fuera sin tener que irse", explica.
Jornadas Culturales en Urriés. Ayuntamiento de Urriés
El turismo, además, se ha convertido en otro pilar económico. "El hostal está lleno, la casa rural también, y cada semana organizamos actividades. Es lo que da vida y movimiento", comenta el regidor con una sonrisa que se percibe incluso por teléfono.
Si algo tiene claro Armando Soria es que la repoblación no se consigue solo con políticas, sino con autoestima. "Durante años se nos hizo creer que el que se quedaba en el pueblo era el tonto de la familia. Eso había que revertirlo", afirma sin titubear.
Por eso, Urriés ha apostado fuerte por la cultura como herramienta de transformación. Talleres, exposiciones, encuentros, festivales… "La cultura te da identidad, arraigo y orgullo. Te hace sentirte parte de algo", resume.
"No importa que vivan 20 o 200, sino que los que estén no se sientan obligados a marchar. Si tienen servicios, transporte y vida cultural, se quedan felices. Y eso se contagia", para él, la despoblación no es un problema, sino un síntoma.
Urriés no se ha llenado de repente. Se ha ido reconstruyendo con ilusión y paciencia, con la misma que se necesita para levantar una casa de piedra. Pero el resultado está ahí: en los 54 vecinos que hoy llenan sus calles, en las viviendas ocupadas, en los niños que vuelven a oír el toque de campanas y la gran variedad de actividades que las instituciones y los vecinos sacan adelante.