Sopa de ajo aragonesa.
El plato típico aragonés que sorprende en el resto de España: perfecta en otoño, rápida de hacer y rica en proteínas
Es una receta muy sencilla y uno de los platos más típicos de la cocina tradicional aragonesa.
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El tiempo ha cambiado. Al veranillo de San Miguel le ha sucedido un frío otoñal que predice un duro invierno.
Las bajas temperaturas, el viento y la lluvia han provocado que los aragoneses cambien de armario y de cocina. Las ensaladas y los helados dan paso a la sopa y al chocolate caliente.
En esta estación, los aragoneses, que tienen su propia cultura culinaria, sacan el libro de recetas de la abuela y nunca falla la sopa de ajo.
Esta receta es un clásico en cualquier mesa aragonesa. Y puede llamar la atención en el resto de España por su sencillez.
Esta sopa es rápida de hacer, rica en proteínas (sí, un caldo puede tener proteína) y perfecta para disfrutar en otoño.
Sopas de ajo
Las tradicionales sopas de ajo son muy conocidas en Aragón en general y en la gastronomía turolense en particular. En este plato no faltan ingredientes sencillos y llenos de sabor como el pan duro, los ajos, el aceite de oliva, pimentón, huevos, agua o sal. Ingredientes que combinados consiguen una de las sopas más sabrosas.
Una receta sencilla y llena de sabor que sigue presente en el recetario actual a pesar del paso del tiempo y prácticamente fiel a la receta original.
Además, también destaca por tener ingredientes ricos en nutrientes esenciales, los cuales aportan vitaminas, minerales y antioxidantes necesarios para un buen funcionamiento del organismo. El huevo es el ingrediente secreto que aporta la proteína a la receta.
Todo ello, sumado también a los compuestos con propiedades antiinflamatorias que contiene el ajo y que también ayudan a reducir la inflamación en el cuerpo. De hecho, el consumo de esta sopa se vincula a beneficios para la salud cardiovascular al ayudar a reducir la presión arterial.
Cómo hacer las sopas de ajo aragonesas
La sopa de ajo aragonesa es uno de esos platos sencillos que no solo reconforta cuando los termómetros bajan, sino que también permite aprovechar ingredientes básicos que solemos tener en casa. Para empezar, basta con calentar una olla y echar seis cucharadas de aceite.
Una vez el aceite esté caliente, añade seis dientes de ajo cortados en láminas finas y sofríelos a fuego medio hasta que se doren ligeramente, liberando todo su aroma y sabor.
Cuando los ajos ya estén dorados, llega el momento de añadir media barra de pan duro cortado en rodajas de aproximadamente un centímetro de grosor.
Remueve bien para que el pan se impregne completamente del aceite y del sabor del ajo. Este paso es clave, ya que el pan no solo absorberá los sabores, sino que también será el encargado de darle la textura característica a la sopa, actuando como un espesante natural.
A continuación, agrega un litro de caldo de verduras bien caliente y deja que todo se cocine a fuego medio durante unos diez minutos, justo el tiempo necesario para que el pan se ablande por completo y los sabores se mezclen perfectamente. Recuerda ajustar la sal según tu gusto, aunque es mejor ir probando para no pasarse.
El toque final lo da el huevo. Simplemente rómpelo directamente en la olla y remueve de inmediato con una cuchara o cazo para que el huevo se cueza de manera uniforme y se deshilache por toda la sopa.
Este pequeño gesto le aporta una suavidad increíble y redondea los sabores del plato. Una receta tradicional perfecta para disfrutar bien caliente en los días más fríos.