Después de una semana intensa en la que lamentablemente hemos tenido que asistir al bochornoso espectáculo de los pactos e investidura de Pedro Sánchez traicionando el ideario de cualquier socialdemocracia moderna, no sé qué me da más vergüenza ajena. Si los socialistas que apoyan sin ninguna autocrítica todo lo que ha estado dispuesto a ceder su líder para mantenerse el poder aún en perjuicio de los intereses generales de los españoles, o los partidarios de Vox, que están haciendo el caldo gordo al PSOE con actitudes deplorables.

La semana pasada exponía en este mismo espacio porqué era legítimo e incluso necesario acudir la manifestación convocada en la Plaza del Ayuntamiento de Alicante (y en otras 51 plazas de las respectivas capitales de provincia españolas). Y esta semana no tengo más remedio que desmarcarme de muchos de los que allí se encontraban, no bajo la convocatoria del PP, sino de la de Vox.

Lo del acoso a las sedes del PSOE es impresentable por principio. Como lo fue en su día en las sedes del PP o lo que en un futurible puede pasar si seguimos esta dinámica y un día la izquierda se manifiesta en las sedes de Vox. La nocturnidad y alevosía nunca son buenas compañeras de viaje en la política.

Pero es que, además, la ideología, las consignas, los brazos levantados y los cánticos que se escuchan cada noche en esas convocatorias son la mejor de las excusas para que los socialistas puedan justificar sus vergonzosos pactos. Difícilmente se puede defender la Constitución, la separación de poderes y el Estado de derecho cantando el cara al sol o bajo una bandera con el águila imperial. ¿Es que acaso cree Vox que hay una mayoría de españoles que después de 45 años de democracia estarían dispuestos a volver a los tiempos del franquismo?

Gran parte del problema de la derecha española en su estrategia del 23J y posterior ha sido el complejo del PP cada vez que desde la izquierda les recordaban que sólo podían pactar con Vox. Un complejo que cada vez que vemos a los intransigentes en la sede de Ferraz se reproduce.

En la Comunidad Valenciana llevamos cuatro meses de gobierno de PP y Vox y las libertades de sus ciudadanos no se han visto resentidas. Más bien al contrario, el Consell de Carlos Mazón ha tomado decisiones valientes que, por ejemplo en caso de la derogación de los impuestos de sucesiones y donaciones o de la tasa turística, o acabar con la ley de Plurilingüismo, favorecen más libertad de los ciudadanos que las tomadas por los anteriores gobiernos "progresistas".

Todas esas conquistas, de las que Vox es también partícipe como miembro del Consell, quedan ensombrecidas por las actitudes de unos pocos. Es más, sirven de vitaminas para la izquierda y así que desde el Gobierno central, Sánchez siga imponiendo la agenda de la servidumbre del socialismo, el extremismo y el independentismo a una inmensa mayoría de españoles moderados y demócratas. Flaco favor, por tanto.