Bruselas

De nuevo otro debate en la Eurocámara ha evidenciado la tensión máxima que la crisis de los refugiados está provocando en las estructuras de la Unión Europea. Esta vez ha sido el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, el que ha arremetido contra la “política del pánico” de los Gobiernos en la gestión de la crisis. La crisis amenaza la supervivencia de la libre circulación de personas en el espacio sin fronteras Schengen y provocará “cambios tectónicos” a peor en el paisaje político de la UE, ha avisado por su parte el presidente del Consejo Europeo, el conservador polaco Donald Tusk.

Tusk habla por experiencia. Su partido, la Plataforma Cívica, acaba de ser derrotado en las elecciones legislativas del pasado domingo tras ocho años en el poder, pese a que Polonia logró esquivar la crisis financiera y ganar peso en la UE. Le ha vencido el partido populista y euroescéptico Ley y Justicia, que cuando estuvo en el gobierno entre 2005 y 2007 no dejó buen recuerdo en Bruselas, ya que retrasó iniciativas como el Tratado de Lisboa. La inmigración es uno de los factores que ha marcado la campaña.

“La crisis de refugiados es el principal reto al que nos enfrentamos desde hace décadas. Tiene el potencial de cambiar la UE que hemos construido y destruir logros como la libre circulación sin fronteras entre los países Schengen. Y lo que es más peligroso, tiene el potencial de crear cambios tectónicos en el paisaje político europeo, y no precisamente para mejor”, ha lamentado el presidente del Consejo Europeo. También el líder del grupo popular en la Eurocámara, el alemán Manfred Weber, ha alertado sobre el ascenso de los partidos nacionalistas y populistas al calor de la crisis de refugiados.

Para Tusk, la UE vive “tiempos extraordinarios que requieren medidas extraordinarias, sacrificios extraordinarios y solidaridad extraordinaria”.

Por su parte, Juncker cree que la culpa de la inacción, de la falta de diálogo y solidaridad y de la lentitud en la puesta en marcha de las medidas acordadas recae en los Gobiernos y no en Bruselas. Los estados miembros se han dejado llevar por la “política del pánico” en la gestión de la crisis de los refugiados, que “perjudica a los vecinos y daña la solidaridad europea”, según el presidente de la Comisión. Se refería a las medidas unilaterales de cierre de fronteras adoptadas por los países del este y de los Balcanes, que han obligado a los refugiados a ir de un sitio a otro buscando rutas alternativas para llegar a Alemania.

“Es sorprendente que tengamos que convocar una reunión para pedir a los estados miembros que compartan información sobre los flujos de refugiados. Eso muestra de nuevo que la UE no está en buena forma”, ha dicho el político luxemburgués en referencia a la minicumbre que se celebró el domingo en Bruselas. Y ha criticado el clima de tensión en el que se desarrolló el encuentro. “Las discusiones fueron difíciles y no todo lo que escuchamos es el tipo de contribución que me gusta oir”, ha señalado.

Además, los gobiernos siguen sin cumplir los compromisos que han asumido en materia de recursos humanos para la Agencia Europea de Control de Fronteras (Frontex) o de ayuda a los países de origen y tránsito de los flujos migratorios. “Los estados miembros todavía avanzan lentamente en un momento en el que deberían estar corriendo”, ha dicho Juncker.

De los 775 guardias de fronteras que los países de la UE se comprometieron a suministrar a Frontex, sólo han enviado a 326. La Oficina Europea de Asilo ha solicitado 326 expertos, pero únicamente ha recibido 155. En cuanto a la ayuda al desarrollo prometida, todavía faltan 2.300 millones de euros que deben pagar los estados miembros. Y sólo se ha repartido entre los países de la UE a 86 de los 160.000 refugiados pactados. “La brecha debe reducirse, si no, perderemos toda la credibilidad”, ha señalado Juncker.

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