La reciente muerte de un ciclista de 58 años en las calles de Madrid arrollado por un camión nos trae, como en la famosa película hispano-italiana de 1955 que la censura franquista calificó como "gravemente peligrosa", una brutal reflexión sobre la vida, la muerte y las escalas de valores. 

Las ciudades en las que vivimos provienen, en general, de una larga historia en la que puede haber trazados antiquísimos, remodelaciones y replanteamientos más o menos generalizados, y evoluciones marcadas por los tiempos. Las ciudades han experimentado transformaciones, muchas de ellas para adaptarlas al uso cada vez más generalizado del automóvil. 

Las ciudades y el automóvil son una muy mala combinación, insostenible en términos medioambientales y funcionales. Incentivar la bicicleta es una opción complicada si al hacerlo, pones en peligro a los ciudadanos que la usan, porque la ciudad se ha convertido en una trampa mortal. Los propietarios de vehículos sienten que "la ciudad es suya", que tienen "derecho a aparcar en la calle" y a apropiarse de un bien público como el espacio porque "para eso pagan impuestos". No, no es así. Y de hecho, ciudades de todo el mundo civilizado están replanteándose para excluir al automóvil de cada vez más zonas y desincentivar su uso. 

Cada vez más, tendremos que considerar normal que un número creciente de zonas en nuestras ciudades sean completamente excluidas de la circulación. La calle, aunque no lo creamos, no es un espacio de aparcamiento donde "tengamos derecho" a dejar nuestro vehículo por el hecho de vivir ahí, y de hecho, es más que posible que el aparcamiento en la calle empiece a ser prohibido en cada vez más sitios, marcando una importantísima recuperación de espacios para otros usos ciudadanos. Tener un negocio no te autoriza a que se detengan delante de tu puerta en doble fila furgonetas de reparto. Es posible que ese reparto se acabe restringiendo a horas intempestivas de circulación mínima. Muchos protestarán, sin duda, pero la valentía para llevar a cabo estas medidas, explicarlas y hacerlas cumplir va a convertirse en un elemento fundamental para evaluar la competencia de un equipo municipal. 

No, lo importante ya no es que puedas circular, aparcar tu coche o recibir mercancía. Lo importante es que la ciudad no nos mate. Se llama urbanismo táctico, y aunque duela, aunque suponga cambios en nuestra forma de vivir las ciudades, y aunque parezca una restricción de nuestras libertades, hay que aceptarlo, demandarlo y hasta aplaudirlo. Los tiempos han cambiado, y las ciudades van a hacerlo también. Es lo que hay. Vayamos aceptándolo.