Tras múltiples intentos de invitar ofertas de adquisición, Twitter está exactamente donde estaba: camino de ningún sitio, compuesta y sin novio. Todos los posibles compradores han dado calabazas: ni Google, ni Verizon, ni Salesforce, ni Disney parecen interesados en hacer una oferta por la red del pajarito azul, a pesar del entusiasmo de unos usuarios habituales que piensan que si no existiese Twitter, habría que inventarlo. 

De las razones para no lanzar una oferta, la más llamativa parece ser la de Disney: la compañía consideró que las fuertes dinámicas de trolling, acoso, insultos, abuso y hate speech habituales en Twitter podían resultar dañinas para su imagen de marca. Los trolls, esos millares de cuentas pretendidamente satíricas, esos comentarios tan supuestamente ingeniosos y tan coreados y celebrados por su chispa, esos insultos y esos episodios que tanto recuerdan al bullying en los patios de colegio han terminado cobrando peaje: la ausencia de una firme e inequívoca voluntad de acabar con ello ha provocado que la compañía pierda una posible oferta de compra. 

Hace años, en plena infancia de Twitter, uno de sus fundadores me preguntó qué haría para mejorarla. Aunque ya entonces me encantaba, comenté con él un caso que yo consideraba acoso, una cuenta que me parodiaba e insultaba todos los malditos días, con una supuesta sátira que, ademas, parecía encantar a muchos... aunque yo me sentía como se deben sentir los niños cuando tienen que ir al colegio sabiendo que hay un tipo que les espera para insultarles, pegarles o humillarles delante de un coro de cobardes que aplauden. Ya, ya sé: no tengo sentido del humor, soy un rancio... lo que queráis. Yo sólo describo cómo me sentía entonces. 

El remedio que Twitter desplegó fue peor que la enfermedad: literalmente me crucificaron delante de todos, y mitificaron a quien me insultaba todos los días. Para ellos, aquello no tenía importancia. Libertad de expresión. Algo habría hecho para merecerlo.

Años después, los acosados, humillados e insultados son legión, y la compañía sigue sin hacer nada serio para evitarlo. En Twitter abundan quienes insultan cada vez más alto porque eso les hace ganar followers, y sepultan la propuesta de valor de Twitter, potencialmente enorme, en un mar de basura. 

Las redes sociales tienen un problema: la naturaleza humana. Ponerla bajo control exige community management, reglas y compromiso para hacerlas respetar. Hay compañías, como Quora, que hace pocos días lanzó su versión en español, que hacen eso maravillosamente bien. Otras, como Twitter, no hacen nada. ¿Y no pasa nada? No... hasta que pasó