Papá tardío Feijóo, podería de Rosalía y salta a la fama del cómico Zelenski.

Papá tardío Feijóo, podería de Rosalía y salta a la fama del cómico Zelenski. Guillermo Serrano Amat

EL BESTIARIO

Papá tardío Feijóo, poderío de Rosalía y salto a la fama del cómico Zelenski

Alberto Núñez Feijóo, Rosalía Vila Tobella, Javier Bardem y Volodímir Zelenski; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.  

20 marzo, 2022 02:25

Alberto Núñez Feijóo 

Guillermo Serrano Amat

Llegó a la paternidad como llegará a la Moncloa si Dios quiere: por los pelos. El caso es llegar. Si el poder le hace tan feliz como la familia (padre primerizo a los 55), podremos concluir, orgullosos, que de su mano este país conocerá la "política para adultos", como diría su paisano, el ex presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
Feijóo será presidente del PP por aclamación, pero gracias a sus paisanos lo será también por admiración No está nada mal.

Su mujer, Eva Cárdenas, la dama de Zara Home, a punto estuvo de estropearle el plan convenciéndolo para que se quedara en Galicia, pero por suerte no pudo ser. Feijóo ya sabía entonces que tarde o temprano, se impondría la voluntad de Albertito, de cinco años, que como todos los hijos que se precien, son los que mandan. Albertito sueña con ir al Bernabéu de la mano de su papá y luciendo la camiseta blanca.

Días atrás, Feijóo se despidió del PP gallego dispuesto a demostrar que Galicia es la Baviera de España y por ende, a exportar la estabilidad política de la que vienen disfrutando los gallegos a lo largo de sus cuatro mandatos con mayoría absoluta.
Hay una ristra de cualidades que van cosidas a la imagen del Feijóo desde que éste se inventó a sí mismo como líder ( y no precisamente carismático).

Estas son las cualidades más destacables: serenidad, sentido común, discreción, afabilidad, y entereza.

También dominio de las situaciones y cantidades industriales de experiencia.
El todavía presidente gallego desactivó los residuos del caciquismo decimonónico de "cuiñas" y "baltares" que se había prolongado hasta ya entrado el siglo XXI. Liberados ya de antiguallas, había que dar paso a la modernidad. Feijóo era el hombre adecuado para "re-iniciar" al PP, como dice González Pons.

No hay que conocerlo profundamente para saber de qué va. Basta con intuirlo. Como el resto de los políticos, es ambicioso y un poco trepa. Tambien serio, caballeroso y afable. Vive de perfil y trabaja hasta las tantas. Respecto a sus intenciones, ya ha quedado dicho que viene a conquistar la centralidad, pero se lleva bien con los extremos de uno y otro bando sin mirar a nadie con cara de perro.

Rosalía Vila Tobella

Guillermo Serrano Amat

La última vez que una estrella del pop llamada Rosalía ocupó las portadas españolas fue porque acababa de comprarse un chalet, o una torre, que dicen en su tierra, o un palacete, que dicen en la tierra de Peñafiel haciéndose eco de los usos aristocráticos.

Rosalía prefirió una casa modernista. Una casa que eran casi dos y fue la envidia de la comarca. La compró para celebrar su cumple, pero pasó el tiempo, pasó el chalet, pasó la torre y ahora la cantante tiene un nuevo motivo para celebrar la vida: "Motomami", el último titulo de su discografía.

No alcanzamos a saber el significado de "Motomami", pero los productores han traducido la expresión como "poderío femenino", que equivale a empoderamiento, palabra clave de la posmodernidad feminista. Hoy, todas las mujeres que pintan algo se dicen empoderadas. Por ejemplo, son empoderadas Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno, así como Nadia Calviño, Ana Botín, Isabel Ayuso, Margarita Robles, etc.

Eso sin contar con las grandes mujeres del mundo, donde brillan nombres como los de Kamala Harris, Angela Merkel, Cristine Lagarde, Rigoberta Menchú o Isabel Allende.

A Rosalía, que es joven y resuelta, le gustaría ser una mujer empoderada como cualquiera de las anteriores, incluyendo a su abuela, en cuyo espejo se ha mirado tantas veces. Todas las abuelas son un ejemplo universal para las nietas del mundo, sin necesidad de que lleven enaguas almidonadas y faldas hasta el tobillo.

Rosalía no es precisamente una niña de foto sepia. Luce los muslos tatuados como un mapamundi y en ellos puedes ver desde Tombuctú a la península de Kamchatka. Pero eso no es todo. A fuerza de llevar uñas de medio metro y vertiginosos escotes, la cantante se ha convertido en el último modelo de chica urbana. Se le nota la urbanidad en el esfuerzo que hace para estar al día. Su novio, también urbano, se llama Rawl, con falta de ortografía incorporada.

Rosalía es catalana y su cuerpo reproduce las formas redondas y duras de los guijarros de Montserrat. Pilar Rahola lo proclama a su manera, con orgullo tribal: ¡Rosalía es nostra!

Javier Bardem 

Guillermo Serrano Amat

De un tiempo a esta parte, el marido de Penélope Cruz ha experimentado un curioso cambio. Digámoslo con otras palabras: Javier Bardem ha sufrido una interesante metamorfosis: era gusano y ya es mariposa con memoria de gusano. En realidad se trata de una metamorfosis dentro de otra. O sea: una de de cuerpo y otra de alma. La de cuerpo es la que más llama la atención, porque se anuncia con una sonrisa. La metamorfosis del alma es otra cosa, pero en ella no voy a entrar porque los asuntos del alma son insondables.

El caso es que Bardem se ha vuelto de repente simpático, y si me apuran, incluso dulce. Todos los periodistas españoles lo celebramos. Lo más importante, sin embargo, es que el actor ha vuelto por sus fueros y aparte de anunciar sonrisa, anuncia el "No a la guerra". En el mismo instante en que la bestia de Putín se salía de sus cabales e invadía Ucrania, Bardem se echaba a la calle acompañado de una animosa tropa pacifista, camino de la embajada rusa. Bandera celeste y amarilla en mano, estampaba en el aire ese grito al que es tan aficionado; "No a la guerra".

Frente a la embajada rusa no solo entonaron al unísono el grito antibelicista. También le cantaron las cuarenta a Putin, el hombre más odiado de la tierra en este presente histórico que nos ha tocado vivir.

Que Bardem nos dure muchos años. Lo necesitamos para maldecir todas las guerras que nos salgan al paso.

Volodímir Zelenski 

Guillermo Serrano Amat

No es la primera vez que hablo del presidente ucraniano. De nuevo invoco su nombre. Ya he dicho lo que tenía que decir, pero me pide el cuerpo la insistencia.

Zelenski es el héroe. Vive en Kiev y hace la guerra desde Kiev, situado cada día en un punto distinto de su tablero virtual. No conoce el miedo ni el insomnio. Tiene más huevos que el caballo de Espartero.

Sus estrategias cambian a diario. Sus tácticas, inagotables. La primera fue volar los puentes de acceso a Kiev para frenar el avance de los tanques rusos. La última, interpretar a Winston Churchill ante el Congreso de los Estados Unidos: "Es el momento más oscuro desde la segunda guerra mundial". Amén.

Es el salto a la fama de un cómico. ¿Se imaginan ustedes a Leo Harlem en La Moncloa, tras un proceso de primarias, que no de escalafón? Yo sí lo imagino. Para bien, por supuesto, a imagen y semejanza de Zelenski. Cosas más raras se han visto.

El talento de un actor al servicio de una buena causa. La liberación de su propio país frente al oso ruso, lo cual le está convirtiendo en un héroe mundial. Demasiado para este comediante de 44 años, 1,70 de estatura, exproductor de dibujos animados, que cuando se presentó a las elecciones de 2019 solo era una estrella de la televisión.

Ahora, gracias a Zelenski, hemos descubierto que Putin no es un estadista sino un criminal con sueños de grandeza. Y a debemos que haya mejorado la autoestima de Europa y que interminables caravanas de ayuda humanitaria acudan a las fronteras de Ucrania para acoger a los refugiados.

Estados en deuda con Zelenski.

Una mujer utiliza una mascarilla.

¿Sin mascarillas y a lo loco?

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