Decía don Antonio Cánovas que la política es el arte de lo posible. Toda pretensión de forzar el discurrir de la vida hacia atrás o hacia adelante lleva consigo una dosis extra de sufrimiento para las generaciones que lo viven.
Mientras que alguien no me demuestre lo contrario Vox es un partido que acata la constitución vigente y acepta las reglas de juego democráticas; algo que está por ver en partidos santificados y blanqueados desde la izquierda, a pesar de no haber hecho nunca una declaración inequívoca de su acatamiento a las normas que rigen con toda legitimidad en España desde el año 78 (ahí está Bildu y antes HB).
Uno puede estar más o menos de acuerdo con el discurso de Vox en muchos temas pero mientras que no se salgan de las normas que todos nos hemos dado no hay nada que decir. Si hay algo que en su discurso choca con las leyes ahí están los Tribunales para decirlo, aunque me parece que en esto, la ley del embudo predomina en el pensamiento políticamente correcto que domina en el mundo de hoy en la izquierda. La simple naturalidad con la que se acepta un signo como la hoz y el martillo en contraste con la repugnancia que provoca la cruz gamada es muy significativo, y como si los millones de muertos provocados directamente por esas dos ideologías criminales y totalitarias nada tuvieran que ver entre sí.
La principal falla de Vox viene producida por su despegue de la realidad y la venta de una utopía que enlaza con el peor de los populismos, contra el que dicen que nacieron para compensar el achicamiento de la derechita cobarde, incapaz de contestar de manera valiente y sin complejos. En eso y en su maximalismo sectario es el mejor aliado de ese sanchismo que tanto dicen combatir.
Y esa concepción utópica, populista, sectaria e irreal se manifiesta clara en la posición que mantienen en la región, (y hay que decir en su favor, coherentemente en toda España) en relación a la política hidráulica.
Pretender una política de agua como la que plantean es negar una realidad tozuda que viene marcada por un Estado de las Autonomías establecido y rodado en estos cuarenta años que tiene muy difícil marcha atrás sin provocar una conmoción nacional. ¿Es posible echar abajo el título VIII de la Constitución? ¿Cuántos españoles estarían de acuerdo?
El PP se equivocaría si no buscara el acuerdo en el tema del agua con el PSOE de Emiliano García-Page y se dejara llevar por la tentación de seguir con ese discurso, fuera de lugar, por muy bien que suene, de Plan Hidrológico Nacional que enarbola Vox, y hoy no son otra cosa que tres palabras imposibles, vacías y fuera de la realidad.