Al comienzo de los años 90, Mario Conde era considerado por muchos como el líder social de España. Su espectacular éxito al frente de Banesto y su sagacidad en el trato con los medios de comunicación le habían convertido en un personaje de alcance nacional.

En el entorno de una fuerte crisis económica, los colaboradores del banquero, y tal vez el propio Conde, plantearon como solución posible que el Rey Juan Carlos I propusiera al Congreso de los Diputados un presidente, ajeno a los partidos políticos, con el fin de que abordara fórmulas técnicas para solucionar la situación.

Cuentan algunos historiadores que Felipe González y José María Aznar reaccionaron airados, se reunieron en Moncloa y decidieron terminar con las aspiraciones de Mario Conde. Narcís Serra fue el encargado de instrumentar la operación.

 No se arrepentirá el lector que se adentre en este libro escrito con ánimo testimonial, al narrar experiencias vitales, desoladoras y descorazonadoras

El 28 de febrero de 1993, el vicepresidente del Gobierno me invitó a almorzar en su despacho. El azar periodístico me permitió asistir al escabeche político de Mario Conde, escuchando las órdenes e instrucciones impartidas por Narcís Serra.

Los daños colaterales de la cacería del célebre banquero se multiplicaron. Algunos razonables y otros injustos. Entre estos últimos, la persecución que sufrió Javier de la Vega, que ha publicado un libro, Inocente (Almuzara), en el que narra lo que le ocurrió desde que fue atrapado sin motivos “en el teatro legal de la operación Fénix”.

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Las Fuerzas de Seguridad del Estado en España, sobre todo la Guardia Civil, se han ganado un sólido prestigio de seriedad y eficacia. La Justicia en nuestro país funciona con lentitud, pero con solvencia. Las instituciones carcelarias, si bien fragilizadas por defectos endémicos, se ajustan a lo que exige el Estado de Derecho.

El reconocimiento de estas realidades no impide dar cuenta de excepciones, arbitrariedades y errores que las tres instituciones a veces han cometido. Javier de la Vega es un abogado responsable, profundo conocedor de la ciencia jurídica y hombre ecuánime y moderado. Fue víctima, en el entorno de Mario Conde, de una serie de peripecias que bordearon el buen sentido y la injusticia.

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En su libro se distingue la claridad literaria, una escritura precisa y eficaz, y un relato interesante y convincente. Algunos de sus compañeros en la cárcel son personas reales, pero parecen de novela. Los diálogos, muy bien construidos, facilitan la lectura y robustecen el pulso literario de toda la obra.

La crítica que Javier de la Vega hace de algunas instituciones, muy arraigadas en la sociedad española, es un ejemplo de sentido común y moderación y resulta, a la vez, profunda e implacable. No se arrepentirá el lector que se adentre en este libro escrito con ánimo testimonial, al narrar negro sobre blanco, experiencias vitales, desoladoras y descorazonadoras. 

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La Unidad Operativa de la Guardia Civil puso precipitadamente en marcha una operación a través de la cual Javier de la Vega, abogado de la familia de Mario Conde, fue reducido en la soledad de su celda a una situación insólita e injusta.

Zarandeado el principio de presunción de inocencia, Javier de la Vega se adaptó a la vida carcelaria y construyó un relato, entre el drama y el humor, que demuestra su altura intelectual y la calidad de este libro singular, cuyo autor fue declarado inocente por la Justicia.

Javier de la Vega, en fin, está considerado como uno de los grandes profesionales españoles de la abogacía. Su currículo impresiona. Estamos ante un experto en ciencia jurídica, ante un hombre que ha sabido enfrentarse a la persecución y la injusticia, con el ánimo en alza, sin decadencias ni depresiones, siempre alerta para defender la Justicia, a través de la rectitud de una conducta ejemplar que ha presidido su vida entera.