De igual manera que algunos ultracatólicos son más papistas que el Papa, algunos periodistas deportivos son más isquistas que Isco, lo que explica sin duda que el realizador de la retransmisión del Madrid-Valencia nos ofreciera más planos del malagueño en el banquillo que de los propios protagonistas sobre el terreno de juego. Isco ya ha dicho públicamente que entiende que forma parte de una plantilla de veintitantos titulares y que, por más que le duela, asume su frecuente no inclusión en el once inicial, pero nada de esto consuela el corazón de sus viudas, para quienes el caso de Isco adquiere cada vez más caracteres de maltrato. ¿Y qué hacer cuando el maltratado, creyéndose (pero sin estarlo realmente) en plena posesión de su libre albedrío, acepta sumisamente el maltrato? De momento, acercarle la cámara y alejarle el contrato. Porque encima resulta que todo indica que Isco va a renovar, subyugado sin duda por los sutiles pero implacables mecanismos de la alienación típicos de la tortura psicológica. Menos alienación y más alineación, la reclame o no el soberbio centrocampista andaluz.

La campaña va regulera porque Isco ya tiene en mano el bolígrafo para firmar y porque cuando le pones la cámara delante, a fin de reflejar su frustración en el banquillo, su languidez desmotivada, su desmoronamiento anímico, su desconexión con la tarea de sus compañeros, lo encuentras enchufadísimo al partido, gritando consignas, quejándose al árbitro, ensayando con sus compañeros de confinamiento comentarios fervientes.

Los humillados que ustedes defienden gozan de buena salud, lo cual vale para Isco pero también para la plana mayor del plan B, que cuando juega el A no es A ni B sino solidaria síntesis de corrientes antitéticas. Este Madrid no es A ni B sino C de Club, y está compuesto por un grupo de sujetos anulados por un síndrome de Estocolmo tan galopante que se pasan los guarismos de minutos jugados que exhiben sus defensores por el arco del triunfo, los muy conformistas, como si la potencial gloria colectiva contase más que el dar la razón a redactores que saben lo que les conviene mucho mejor que ellos mismos.

Con todo, las cámaras no tuvieron más remedio que ofrecer también algunas buenas jugadas del llamado Madrid A, que para seguir dejando mal al realizador exhibió un juego digno de un posible campeón de Liga a pesar de contar entre sus once con tuercebotas como Modric, Kroos, Cristiano Ronaldo o Benzema. Nadie esperaba que esta panda de paquetes (los buenos son los del B, que para eso hay en él mayoría de españoles) saliese ayer un rato del geriátrico para descerrajar un buen partido que ganó en última instancia el BA Baracus de este equipo A, pero así fue.

El BA Baracus de este equipo A es por supuesto Marcelo pese a que no luce el corte de pelo mandinka ni el pecho enjoyado de Mr. T, sin ser esto lo que más le aleja del icono televisivo: la BA de BA Baracus significaba Bad Attitude, y si dejamos al margen alguna jugada con Messi no es mala ni mucho menos la actitud que define al brasileño, famoso por todo lo contrario. Metió con su pierna floja un gol que puede valer un campeonato y lo hizo cuando el encuentro agonizaba, que es una actitud buenísima para con la ley de improbabilidades que convierte en sinvivir el vivir del anti.

Otra cosa por la que el realizador mostró predilección fue, precisamente, la saña de los seguidores valencianistas al empatar Parejo en un extraordinario lanzamiento de falta para que Mr. T (o Mr. M) tuviese algo que arreglar. Cómo brillaban los dientes en aquella grada, madre de Dios. Refulgían con la crueldad que solo el antimadridismo y Mola Ram, experto en extraer a pelo corazones de cajas torácicas, son capaces de poner sobre el tapete cuando no hay más en juego que fastidiar al Madrid y condenar al infierno a Indiana Jones, respectivamente. Lo malo de que tu cielo sea el infierno de otros es que te puedes quemar con las nubes, y yo no descarto que al antimadridismo en bloque le suceda algo como eso antes de que el mes muera y mártires como Isco y Marcelo (paradigmas respectivos de los madrides B y A que pueblan las obsesiones de la prensa) sepulten para siempre sus ilusiones.