Robert Smith en el concierto de Madrid.

Robert Smith en el concierto de Madrid. EFE

Música Concierto en Madrid

The Cure no cansan ni a sí mismos

El grupo convence en su actuación en España. La banda no saca disco desde hace 2008, pero sus directos son ya un clásico.

21 noviembre, 2016 10:40

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“Vamos Robertooooooo” grita alguien. Noche de niebla y lluvia negra dentro y fuera del Palacio de los Deportes de Madrid. Por el frío, podría ser Manchester, pero es Madrid y alguien se anima con un “vamos Robertooooooo” tras otro. Roberto es Robert Smith, que aparece junto al resto de The Cure puntuales entre la neblina exagerada del escenario.

Pese a la vocación darks, el ambiente es festivo. No importa las veces que venga la banda de Crawley a España, no importa que su último disco sea de 2008, cada concierto es un acontecimiento de entradas agotadas. Sus conciertos no bajan de las dos horas, la calidad de su sonido en directo es legendaria, y si hay un grupo con fidelidad transgeneracional, ese es The Cure.

Robert Smith, el líder de The Cure enamoró en el concierto de Madrid.

Robert Smith, el líder de The Cure enamoró en el concierto de Madrid. EFE

¿El público? Una radiografía del país si este se hubiera detenido hace al menos diez años. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que en todo el recinto no hay nadie nacido después de 1990, salvo los que acompañan a sus padres. Este hecho tiene su sentido. The Cure en España marcan el momento de cenit del indie local: su triunfo durante el FIB en 2002 se recuerda con extrañeza previa de un público que todavía esperaba exclusivamente a Los Planetas y sus otros significantes de sello independiente. Todavía se intuían entonces un par de preguntas revoloteando: ¿Qué hacen aquí los reyes de los ochenta? ¿Es risible el maquillaje y el cardado de Robert Smith o todavía no? Tendrían que pasar seis años hasta que Muchachada Nui le hiciera el homenaje cariñoso y macarrilla que merecía: Venga, Robert sal a bailar, que tú lo haces fenomenal.

Entre gritos de “Robertooooooo”, The Cure abren con Open y High de Wish, disco emblemático. Pero para el público que no hay disco emblema ni canción de The Cure que no obtenga la misma respuesta: la del culto. In between days, Pictures of you y Lovesong darán cuenta de la causa del público para estar allí: se trata la banda sonora melancólica con fervor y suspiros. Y eso tiene un nombre. Hay una razón por la que The Cure son los padres fundadores de lo emo, y es que parecen haberlo inventado. Y no envejece mal. Probablemente porque su éxito se basa en que se le sigue considerando un grupo alternativo que consiguió todos sus hits antes de que la etiqueta “grupo alternativo” ni siquiera existiera.

El público? Una radiografía del país si este se hubiera detenido hace al menos diez años. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que en todo el recinto no hay nadie nacido después de 1990

El grupo funciona casi estáticamente -excepto Simon Gallup, que pasea con el bajo cual rockero al ataviado de Makinavaja-, pero nadie necesita más. The Cure vienen del shoegaze, y el que no lo distinga lo reconocerá por su economía de gestos. Amor sufriente e introspección son sinónimo de lo gótico, y se recuerdan las palabras de Smith: “una banda gótica solamente para aquellos que no saben qué es una banda gótica.”

La fiesta de hits se alterna con momentos más tranquilos, perfectos para que la gente suba fotos a redes sociales. End cierra una primera parte que recogerán los bises emocionados de Burn y Play for today. Abundan los señores que alzan el puño con intensidad. Pero que nadie se lleve a engaño, es un gesto de emoción musical. Sí, Smith siempre ha sido un músico con conciencia política -ya en 2011 argumentaba sus ambivalencias ante las riots londinenses de ese año y vaticinaba el liderazgo de Theresa May- pero jamás sobre un escenario y tampoco en las letras.

Robert Smith se dejó la piel en las más de dos horas de concierto en Madrid.

Robert Smith se dejó la piel en las más de dos horas de concierto en Madrid. EFE

El frío se cala hasta los huesos con The forest, pese al llenazo. Entre audiovisuales de bosques nocturnos y luces verdosas, la hojarasca helada de la canción quema al público y se cierra el primer set de bises. Vendrán más, siempre vienen más. Shake dog shake y Three imaginary boys recuerdan a todo el mundo que The Cure es el grupo de conexión del postpunk emocional.Como afirmaba el antiguo batería y teclista Lol Tolhurst el pasado septiembre: “la gente olvida que durante los setenta, Inglaterra seguía de resaca por la Segunda Guerra Mundial. La austeridad de la posguerra siguió presente hasta los ochenta”.

The Cure demuestran en el último tramo del concierto que su tránsito de la niebla gris hacia la canción pop bailable en los noventa les hizo permanentes. Wrong number, Lullaby y su tela de araña, The walk eléctrico, la fiesta de Friday, I'm in love, el lamento alegre de Boys don't cry, el juguetón Close to me y el himno perdedor por excelencia Why can't I be you?.

Han venido muchas veces, el público se las sabe todas, pero casi tres horas de sonido impecable con canciones memorables hacen que no se sienta como un grupo cansado de sí mismo. Como truco, es muy bueno. Vamos Robertoooooo.