Albert Pla con una máscara de Pinocho en un habitáculo que simula el Palacio de Versalles, en ARCO.

Albert Pla con una máscara de Pinocho en un habitáculo que simula el Palacio de Versalles, en ARCO. Peio H. Riaño.

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Riesgo cero, máximos beneficios: ARCO mata con éxito a ARCO

Los coleccionistas alaban la buena labor de la dirección, que ha expulsado al público general de la Feria.

23 febrero, 2017 01:29

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Detrás de la reja Albert Pla reparte migajas de un pedazo de tarta con los colores de la bandera española, que acaba de cortar. Está encerrado en un trampantojo, que simula el Palacio de Versalles en una maqueta angustiosa. Entre las columnas aparecen manos que le piden, que quieren sus migajas. Imploran caridad. El músico catalán lleva la cara cubierta con una máscara de Pinocho, hecha a base de espejos. El mensaje no puede ser más obvio: el gran mentiroso esparce migas del cachito de país que quiere compartir.

Ahora, el intérprete se vuelve y se acerca a los curiosos VIP, que miran con sorpresa la performance. Tan inesperada e irreverente como muda. Actúa en silencio en medio de la feria del consenso, donde nadie levanta la voz, donde se ha venido a negociar y firmar. Es el día del cheque y los apretones de mano. En la jornada previa a la apertura oficial los empresarios del arte se juegan una parte muy importante de su tarta de beneficios anuales.

Esto no es una broma, es a vida o muerte y de las ventas depende su fin de mes. Porque sólo el 3% de los artistas subsiste gracias a las ventas de sus marchantes (según los datos ofrecidos por el estudio de la Universidad Nebrija) y sólo el 15% de ellos pueden vivir de su trabajo.

Es el día del cheque y los apretones de mano. En la jornada previa a la apertura oficial los empresarios del arte se juegan una parte muy importante de su tarta de beneficios anuales

En esta esquina oculta, el colectivo argentino Mondongo colabora con el músico, en la galería Barro de Buenos Aires, para abrir una leve grieta al alquitrán colorido de arte contemporáneo en que la dirección de Ifema ha convertido la feria, con aplauso de sus clientes (galeristas y coleccionistas). La pieza de los Mondongo con actuación de Pla es el único rincón en el que el arte parece respirar: ARCO ha matado con éxito a ARCO.

Albert Pla en ARCO.

Albert Pla en ARCO. Peio H. Riaño.

El interés público ha sido anulado en favor del interés privado, y de aquella feria que nació en los ochenta -repleta de fieras que se revolvían contra cuatro décadas de censura y de una ciudadanía sin conocimiento del medio- ya no queda nada. Sólo el público empecinado en volver año tras año, a pesar de no ser bienvenido. “Somos partidarios de que la gente descubra con sus propios ojos y no entre por la puerta pensando a ver dónde está “la obra”, ha indicado el director de la feria, Carlos Urroz, a Europa Press.

Derecho de admisión

Urroz reitera que su ARCO “no busca” este tipo de piezas. “Nosotros pensamos que las piezas que hacen crítica política de manera silenciosa son más interesantes que las que lo hacen de manera explícita”. Ahí están, silenciados. Como la performance muda de Pla. ARCO se ha aislado tanto que ya no cabe nadie que no sea VIP.

Una de las piezas de ARCO.

Una de las piezas de ARCO. EFE

Urroz ha dejado el riesgo a cero en su intervención editorial del contenido propuesto por las galerías, para garantizar el máximo beneficio. Y lo ha logrado: durante las primeras horas del llamado día de “profesionales”, el día de las ventas, todos los coleccionistas con los que ha hablado este periódico elogian el trabajo de la dirección y el lugar que ocupa ARCO “después de unos años de inestabilidad”.

“Arco ha sido y es el faro para Europa de Latinoamérica”, comenta el coleccionista Norberto Frigerio, argentino también. Defiende la calidad de la obra expuesta, “es suprema”

Marcelo Argüelles, argentino, ha vuelto después de todos esos años a la feria. Reconocen que vienen para defender la dignidad de los artistas patrios, que juegan como país invitado. “ARCO mira más a Latinoamérica que Art Basel, donde pareces un extraño”. Su colección se limita a lo latino y aseguran que no es muy común que los coleccionistas europeos compren artistas de América del Sur, “a pesar de que cada vez tienen mayor reconocimiento”. Prefieren no adelantar el dinero que gastarán en sus compras.

ARCO.

ARCO. EFE

“Arco ha sido y es el faro para Europa de Latinoamérica”, comenta el coleccionista Norberto Frigerio, argentino también. Defiende la calidad de la obra expuesta, “es suprema”. Pasea con otros tres coleccionistas de allá. ¿Qué hace especial a los artistas de su país? “La universalidad: el argentino no hace arte folk. Lo pueden entender se vea en el país que se vea”. Viene a la feria desde su inauguración, tiene palabras de alabanza para Rosina Gómez Baeza y le preguntamos cuándo llegará el coleccionismo español. “Uy, en esas estamos en Argentina. Somos hermanos en eso también”. ¿En la miseria? “No, ¡en la esperanza!”, y se marchan.

Coleccionismo de boutique

En uno de los pasillos del pabellón nueve nos cruzamos con una de las inversoras en arte más importantes de Argentina. Prefiere que no desvelemos su nombre. Reconoce que gastará unos 30.000 euros. “ARCO ofrece la posibilidad de ver un panorama muy diverso del arte Latinoamericano. Es distinto a Art Basel Miami. ARCO ofrece lo que llamo “coleccionismo de boutique”, es decir, piezas muy cuidadas, no obras muy caras”. La feria española se ha especializado en la clase media de la venta de arte.

Piezas en ARCO. EFE.

Piezas en ARCO. EFE.

“La fortaleza económica del país es lo que determina la fortaleza económica del coleccionismo nacional. Si un país no es rico, sus coleccionistas tampoco”, añade y resuelve la melancolía ante la ausencia de Amancio Ortega. Alicia Koplowitz sí ha pasado. “ARCO es la feria de arte contemporáneo más completa y diversa. Te sientes libre de caminar y escoger. Es superprofesional y nada pretenciosa”, habla un inversor de Perú. “Hubo una época hace seis años que la feria no estaba al nivel, pero con Urroz ha despegado”, asegura.

ARCO es la feria de arte contemporáneo más completa y diversa. Te sientes libre de caminar y escoger. Es superprofesional y nada pretenciosa

Curiosamente, le llama la atención el trabajo de Eugenio Merino, del que desconocía la censura que la feria ejerció sobre él años después de presentar aquel Franco metido en la nevera. “Me gusta de ARCO su tono lúdico, crítico y de humor. Hay mucho componente político”. ¿Este año también? “No, este año lo veo más serio que otros”. Dice que siempre compra, porque es una feria en la que siempre se enamora de alguna pieza. Lo hará por impulso, porque prefiere mirar “la carta” antes de pensar en lo que prefiere. “Pero no soy coleccionistas de big shots, nunca paso de 10.000 euros”.

Dos mujeres por uno de los pasillos laterales. Abrigo de pieles. Buscan proyectos de nuevos artistas para seguirles la pista y ver cómo maduran para incorporarles a su colección. Vienen desde Colombia y es la primera vez que se acercan a ARCO. Le encanta España, “es un país increíble”. ¿Cuánto tiene pensado invertir? “No lo sé. No ha venido mi marido, así que lo decidiremos cuando vuelva a casa, con las fotos de las piezas que haya tomado”, cuenta.

El dinero no es problema

Este vienés gastará cerca de 50.000 euros en arte político, aunque reconoce que no encuentra tanto dentro como fuera. Irá de visita a las galerías de la ciudad cuando salga. Lo que le gusta de ARCO es la diversidad de las galerías. No está especialmente interesado en arte español. Coincide en eso con otro coleccionista norteamericano, que cuenta que ARCO tiene años muy excitantes y otros no tanto. “Éste es de los aburridos”.

No compra sólo en ARCO y cree que hay poco coleccionista porque hay poco dinero en España. “No hay tanto rico en España y los que hay no invierten en arte”

El dinero no es un problema, su compra la determina su inspiración. Una coleccionista belga asegura que le gusta la feria porque “España es un país muy hospitalario”, le gusta el Museo Reina Sofía y el Museo del Prado. De ARCO valora la conexión Latinoamericana.

“Unos 20.000 euros”. Tampoco quiere dar su nombre. Es español y compra arte contemporáneo desde hace dos décadas. No compra sólo en ARCO y cree que hay poco coleccionista porque hay poco dinero en España. “No hay tanto rico en España y los que hay no invierten en arte”.

Una de las piezas de ARCO.

Una de las piezas de ARCO. EFE

Ha venido de Boston y es médico, está harto de las ferias de América, porque sólo encuentra “artistas que sólo quieren dinero y alabar a Trump”. Reconoce que quizá sea algo ingenuo, pero no encuentra en ARCO marchantes que sólo quieran vender por vender. Va a gastar entre 5.000 y 25.000 dólares. Dice que los artistas españoles y latinos son únicos porque pertenecen al “flujo de la tradición de la historia del arte”, por eso confía en ellos.

Modelo comercial para empaquetar

“Aquí hay respeto por la tradición y por el sentido del arte”. Es la segunda vez que viene y lamenta que haya tantas ferias con una calidad tan mala, pero “ARCO está lleno de artistas especiales”. “En Art Basel gasta mucho más y obtienes mucho menos, prefiero invertir aquí y en los artistas latinoamericanos. El arte latino ahora se reconoce, a pesar de Trump y su país de idiotas”.

Una de las piezas de ARCO.

Una de las piezas de ARCO. EFE

Junto a la galería Barro, donde actúa Pla y los Mondongo, aparecen varios coleccionistas argentinos que van a gastar entre 100.000 y 200.000 dólares. Es la primera vez que vienen y se sienten como en casa. Fuera, en las otras ferias, sólo ven artistas que se reiteran y aquí no. Quieren apoyar al proyecto galerístico argentino y sólo comprarán obra argenta para ayudar a que se posicione como un país reconocido.

"Hay que romper con ese molde demasiado comercial. Hay mucha oferta parecida, salvo ésta”, dice Nahuel Ortiz-Vidal señalando la obra de Nicola Constantino

No sabemos si son ellos los que pujan con una Institución por la compra de la pieza de Mondongo (sin Pla). Su galerista no quiere decir por cuánto venderá la pieza, pero estará más próxima de los 150.000 euros. Es Nahuel Ortiz-Vidal, lleva cuatro años en ARCO y nunca le ha comprado un español una obra de sus representados. Lamenta que la feria no apueste por otros formatos, “sólo son fáciles para vender rápido”. “Hay que romper con ese molde demasiado comercial. Hay mucha oferta parecida, salvo ésta”, dice señalando la obra de Nicola Constantino, una reinterpretación de la fuente del Jardín de las delicias del Bosco, titulada El verdadero jardín nunca es verde. Qué metáfora de ARCO tan buena.