Retrato de Francisco Sabatini por Goya.

Retrato de Francisco Sabatini por Goya. Wikimedia Commons

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Francisco Sabatini, el arquitecto que no hizo sus jardines, pero cambió el rostro de Madrid

28 agosto, 2021 00:44

Para empezar, y para quienes desconozcan el dato, un disgusto: Los Jardines de Sabatini, junto a la fachada norte del Palacio Real de Madrid, no fueron diseñados por el arquitecto siciliano Francisco Sabatini. Ni mucho menos. Sabatini, en el curso de sus obras de finalización del Palacio Real, construyó en el lugar unas caballerizas.

Después de incautarse del Patrimonio Nacional, la Segunda República decidió demoler esas caballerizas y construir en el mismo sitio un parque abierto al disfrute gratuito del pueblo madrileño. En 1932, durante el segundo gobierno de Manuel Azaña, se convocó al efecto un concurso de proyectos que fue ganado por los arquitectos Fernando García Mercadal y Miguel Durán-Lóriga y Salgado. Ellos fueron los artífices de lo que conocemos (y apreciamos) como Jardines de Sabatini, que, dicho sea de paso, no fueron ultimados y abiertos al público hasta 1978.

Este año se cumple el tricentenario del nacimiento en Palermo del arquitecto e ingeniero militar Francisco Sabatini (1721-1797), traído a España por Carlos III en 1760, en cuanto el monarca reformista e ilustrado se hizo cargo del trono en sustitución de su hermano (hermanastro) Fernando VI.

Retrato de Francesco Sabatini hacia 1790.

Retrato de Francesco Sabatini hacia 1790. Wikimedia Commons

Con el nombre de Carlos VII, Carlos III había reinado en los territorios españoles de Nápoles y Sicilia durante veinticinco años (1734-1759). Allí conoció y estimó el trabajo del joven Sabatini en dos cometidos principales: su colaboración, como ayudante, en el encargo real de construir el formidable y versallesco Palacio de Caserta, a cuarenta kilómetros de Nápoles, y su intervención en las excavaciones de las ruinas de Pompeya, Herculano y otras localidades arrasadas por la erupción del Vesubio en el año 79. Por que fue el futuro Carlos III quien, entre otras muchas realizaciones culturales, ordenó las primeras excavaciones pompeyanas.

Luigi Vanvitelli, futuro suegro de Sabatini, fue el arquitecto responsable del Palacio de Caserta, edificado bajo las pautas del estilo neoclásico, que, siendo el propio de la época, sería el estilo sabatiniano. Todas las fuentes señalan que Sabatini tomó el clasicismo más desde su versión renacentista que desde sus orígenes grecorromanos y que sus obras respiraban cierta sobriedad y funcionalidad derivada de su condición de ingeniero militar.

Italianos en la corte

El Ayuntamiento de Madrid ha declarado 2021 como "Año Sabatini". Tiene previstas, y a punto de iniciarse, diversas actividades: visitas guiadas, representaciones teatrales, un ciclo de ocho conferencias, diversos conciertos con música de la época y una exposición, a inaugurar en noviembre en el Centro Fernán Gómez.

Formado en Roma, Sabatini hizo también obra en al menos seis ciudades españolas (Segovia, Granada, Valladolid, Toledo, Leganés, Burgo de Osma…), pero durante sus intensos treinta y siete años como Maestro Mayor de las Obras Reales -también con Carlos IV-, su trabajo se desarrolló en Madrid y su corte como responsable máximo de las transformaciones y reformas urbanas emprendidas por Carlos III, quien le otorgó el título -generalmente reservado a los nobles- de Gentilhombre de Cámara, lo que le daba acceso a la vida palaciega.

Carlos III (1716-1788).

Carlos III (1716-1788).

Carlos III trajo a Sabatini a Madrid siguiendo el consejo de su muy influyente y culto consejero -y otros muchos cargos- Félix Gazzola, aristócrata y militar, que lo había tenido en su equipo en las excavaciones de Pompeya. Así, Sabatini se incorporó al conjunto de artistas (Giambattista Tiepolo…) y políticos (Leopoldo Esquilache, Jerónimo Grimaldi…) traídos de Italia por el monarca para acometer sus cambios. Importantes y bien escogidas figuras españolas colaboraron con el rey ilustrado, pero otras -las más tradicionalistas- se sintieron de menos, recelaron, se opusieron e, incluso, atizaron el levantamiento del pueblo contra los “intrusos” italianos.

En su terreno, Carlos III puso a Sabatini por delante de los dos arquitectos españoles del momento: Juan de Villanueva, más joven y sucesor suyo, a su muerte, en el cargo (Museo del Prado, Observatorio Astronómico, Jardín Botánico…) y, sobre todo, Ventura Rodríguez, más viejo (Fuentes de Cibeles y Neptuno, parte del Palacio de Liria y de la Real Casa de Correos…), que, relegado por el rey, se buscó la vida en provincias.

Real Casa de la Aduana diseñada por Sabatini en 1769.

Real Casa de la Aduana diseñada por Sabatini en 1769. Wikimedia Commons

Encargado de numerosísimas e importantes obras de reforma, ampliación y reconstrucción -más de una decena-, digamos ya que las obras proyectadas y construidas por Francisco Sabatini en Madrid de principio a fin no fueron tantas. Las más relevantes, a saber: la Real Casa de la Aduana (en la calle Alcalá, sede actual del ministerio de Hacienda), la Casa de los Secretarios de Estado y del Despacho (en la esquina de Bailén con la plaza de Oriente, actual sede del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales) y -la joya de la corona, mírala, mírala- la Puerta de Alcalá.

El Palacio Real y bastante más

Francisco Sabatini, desde su llegada a Madrid y hasta su muerte en 1797, desarrolló, modificó y añadió novedades al proyecto y al trabajo en el Palacio Real del arquitecto Giovanni Battista Sachetti, cesado fulminantemente en su beneficio por Carlos III tras más de veinte años al frente de las obras promovidas por Felipe V después del incendio del anterior Real Alcázar en 1734. Es casi inevitable -y está en el imaginario general- atribuir a Sabatini la total autoría del Palacio Real, pero lo cierto es que, siendo su mayor responsable, ni lo empezó ni lo terminó: por poco, fue Carlos IV quien dio por concluidas las obras en 1803, seis años después de la muerte de Sabatini y quince después del fallecimiento de Carlos III, quien, no obstante, vivió en él más de dos décadas.

Fachada de la basílica de San Francisco el Grande.

Fachada de la basílica de San Francisco el Grande. Wikimedia Commons

No es posible enumerar y glosar aquí el resto de las importantes obras de Sabatini en Madrid, pero, claro, algo habrá que decir para dar una idea de la extensión y profundidad de su huella: hizo el primer diseño del Jardín Botánico -después transformado por Villanueva- y la puerta que da al paseo del Prado; construyó la fachada de San Francisco el Grande; remodeló el Hospital General de Madrid -actual sede del Reina Sofía, que por algo tiene un llamado Edificio Sabatini-; modificó el monasterio de las Comendadoras -en la plaza del mismo nombre-; levantó la Puerta de San Vicente; reconstruyó (con Villanueva) la Plaza Mayor tras su incendio; tuvo varias intervenciones en la Casa de Campo (algunas, desaparecidas) como, por ejemplo, el serpenteante Puente de la Culebra…También dejó su sello en los palacios reales de El Pardo y Aranjuez.

Proyecto para la puerta de San Vicente de Madrid por Sabatini.

Proyecto para la puerta de San Vicente de Madrid por Sabatini. BNE

Francisco Sabatini fue en todo y plenamente un ilustrado, hombre muy cultivado, poseedor de una gran biblioteca y de una gran colección de obras de arte de sus contemporáneos. Trajo a trabajar a Madrid bajo su protección a dos cuñados arquitectos, Pedro y Francisco Vanvitelli, lo que provocó el consiguiente malestar. Hizo una considerable fortuna, y su testamento fue impugnado por su viuda.

Sabatini se casó por poderes a los 44 años con María Cecilia Vanvitelli, hija de su maestro, que tenía 15 años. El matrimonio tuvo en Madrid dos hijos y dos hijas. Sólo sobrevivieron las hijas, a las que su madre recusó -y ganó- las disposiciones testamentarias del arquitecto. La relación de la pareja no fue óptima, y María Cecilia pasó largas temporadas fuera de Madrid, en Nápoles.

"Esquilache", la película

Un trabajo decisivo de Francisco Sabatini, y hoy no visible, fueron sus Instrucciones de alcantarillado, empedrado y limpieza de la corte (1761-1765) que, con su consiguiente puesta en práctica, fueron fundamentales -añádase la iluminación y otras tareas- para la modernización de Madrid que Carlos III y su ministro Esquilache -promotor de esas instrucciones- perseguían. Pero no complacieron al pueblo, que decía que el empedrado era muy frío y que el aire limpio hacía correr con mayor eficacia los microbios.

Eso se escucha en la película Esquilache (1989), de Josefina Molina, en la que Sabatini tiene dos brevísimas apariciones. Basada en la obra teatral Un soñador para un pueblo (1958), de Antonio Buero Vallejo, Esquilache puede verse en FlixOlé, Filmin y Movistar, por lo menos. La película de Josefina Molina se centra en el motín contra el ministro Esquilache, en 1766, por su prohibición del uso de las capas largas y los sombreros caídos que, a su buen criterio, facilitaban el ocultamiento de armas bajo la ropa y el anonimato de los delincuentes embozados. El motín, que le costó el puesto y el destierro al marqués de Esquilache, tuvo también otros motivos y otros oscuros agentes interesados, que la película muestra.

Fernando Fernán Gómez caracterizado como Esquilache, junto a Adolfo Marsillach (Carlos III)

Fernando Fernán Gómez caracterizado como Esquilache, junto a Adolfo Marsillach (Carlos III) FlixOlé

El guion de Esquilache y la realización de todas las numerosas escenas de los diversos conflictos personales y políticos son excelentes. La volví a ver el otro día, también para recordar a Fernando Fernán Gómez (Esquilache) en su centenario, y no se me ocurre nada mejor ni de más breve duración, para hacerse cargo del ambiente que le tocó vivir a Francisco Sabatini en Madrid y en la corte y, lo principal, para comprender las dramáticas dificultades que tuvieron que afrontar Carlos III, Esquilache y los ilustrados en su empeño, más o menos despótico, por modernizar la ciudad y el país.   

Anécdota histórica: en 1767, tras el motín, Carlos III ordenó la expulsión de los jesuitas de España y en 1932, cuando la Segunda República convocó el concurso de proyectos para los hoy conocidos como Jardines de Sabatini, el gobierno de Manuel Azaña ordenó la disolución de los jesuitas.

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