Tres candidatos y una meritoria

Ballesteros/EFE

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Por Mario Martín Lucas

Tras el espectáculo televisivo de políticos de todo signo, bailando, cantando, participando en un rally o compartiendo confidencias entre cojines, se han sucedido ya dos debates electorales, el primero de ellos sin nadie que representara al PP, por propia decisión, y el segundo protagonizado por tres candidatos y una meritoria, papel asignado por el actual presidente del Gobierno a su vicepresidenta para todo, Soraya Sáenz de Santamaría.

La número dos de Mariano Rajoy se desenvolvió con soltura como la alta funcionaria que es, preparó los temas como si de una oposición se tratara, sin emoción ni empatía, pero con reproches: “cómo se nota, señores, que ustedes no estaban aquí hace cuatro años “, o quitándose posibilidad de alternancia respecto a Rajoy: “yo solo soy la vicepresidenta, Sr. Iglesias, ya sé que para usted eso es poco”, insistiendo hasta la saciedad en la “herencia recibida” o manipulando los datos del desempleo, llegando a presumir del resultado de las políticas de Rajoy sobre empleo, olvidando, intencionadamente, que hoy hay menos ocupados que al inicio de la legislatura, un fracaso en toda regla, reforma laboral -dolorosa- por medio. Y para olvidar su argumento de que “la mayoría de los que se han ido no habían nacido en España”, con algo más que un tufo a Donald Trump.

Uno de los momentos estrella del debate se produjo cuando Albert Rivera mostró la portada del diario El Mundo del 9 de julio de 2013, entonces dirigido por Pedro J. Ramírez, con su titular a cinco columnas: “Los originales de Bárcenas incluyen pagos de sobresueldos a Rajoy cuando era ministro”, reviviendo uno de los momentos marcados de esta infausta legislatura, que en cualquier otro país hubiera desencadenado la dimisión del presidente del Gobierno afectado por ello, desvelando la principal causa del origen de la ausencia del candidato popular en el debate, su manifiesta incapacidad para responder a la corrupción que afecta a su partido y a él mismo, momento que acusó Sáenz de Santamaría de palabra y gesto, siendo solo capaz de balbucear en esa fase.

Pedro Sánchez desgastó demasiadas energías en atacar por su derecha a Albert Rivera, y por su izquierda a Pablo Iglesias, perdiendo el foco sobre el Partido Popular, su ausente candidato, la meritoria que luchaba por representarle y, sobre todo, las políticas que tanto sufrimiento han generado a la gran mayoría de españoles. Cuanto antes recupere el argumento de las cosas que realmente preocupan a la tradicional base social de su partido, y de España en general, mejor le irá; todo lo que él tarde en ello, serán nuevos arsenales dados a quienes siguen engordando sus expectativas electorales en el granero socialista. Más allá de lo dicho, las risas nerviosas que afloran en Pedro Sánchez son un elemento a trabajar, hay que reírse cuando toca, no siempre y en todos los temas.

La buena noticia para Pedro Sánchez es que él tendrá la oportunidad de confrontar su alternativa política con el Sr. Rajoy, será el próximo lunes. Argumentos le sobran para plantear una forma de hacer distinta a la sufrida por todos los españoles durante la dura legislatura que termina. Hacerlo adecuadamente es su responsabilidad y supone su momento, para él no existe ni ayer, ni mañana, es hoy.

Pablo Iglesias siguió, al margen de errores verbales que cometió, en la línea de moderación y buena puesta en escena bajo los focos que ya mostró en el debate a tres. Estuvo brillante en su último minuto, en un elaborado mensaje, con una alta conexión empática, en el que supo mostrar vulnerabilidad, dejando ver la emoción que le abordaba al decirlo, rubricada con el gesto de ponerse la mano en el pecho al finalizar.

Hay un cierto acuerdo, entre los medios de prensa de todas las sensibilidades políticas, que él ganó el debate y lo que está por ver es en cuanto apoyo electoral se sustancia. De momento parece sacar un buen rédito a su repetido argumento de que el PSOE parece tener dos mensajes, uno cuando está en la oposición y otro cuando está en el poder, sin duda la modificación del artículo 135 de la Constitución, con urgencia y nocturnidad, el 23 de agosto de 2011, impulsado por Rodríguez Zapatero con el rápido aplauso y apoyo del PP, aún colea en el recuerdo de los votantes de izquierda en España, lastrando a la marca socialista más allá de la persona que la dirija.

El debate tuvo su epílogo a la mañana siguiente, cuando al ausente Rajoy se le preguntó su opinión respecto a lo dicho, diciendo él: "podía haberlo ganado o podía no haberlo ganado, nunca se sabe”, pero una cosa es evidente: evitó responder a lo que él temía y, además, por el camino, observó un doble espectáculo, el de sus contrincantes electorales peleando entre ellos, mientras él descansaba en Doñana; y el de quien se postula para sucederle, que no es más que una meritoria, todo un mensaje en clave interna que otras víctimas y compañeros fraternales ya han experimentado …como si fueran enemigos, cosas de las tácticas marianas.