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Uno de los sueños de muchos españoles es vivir unas Navidades en ciudades como Nueva York. Desde principios de diciembre, la 5th Avenida se convierte en un espectáculo viviente donde los escaparates son auténticas obras de arte que rivalizan cada año en belleza y espectacularidad.

Grandes marcas de moda, de belleza y de lujo en general invierten mucho tiempo y dinero para convertirse en el foco exacto al que todo el mundo peregrina aunque sea para hacerse una foto única: NY Christmas.

Además, la Gran Manzana cuenta con muchos de sus clásicos que las series y el cine se han encargado de encumbrar: el árbol de Rockefeller Center, la pista de patinaje de Central Park o la decoración del Hotel Plaza que enseña su elegancia más serena en estos días.

Una de las casas iluminadas en Dyker Heights.

Una de las casas iluminadas en Dyker Heights. Istock

Pero hay otro punto en la ciudad neoyorquina que, si nos gustan las luces y la decoración navideña, no podemos perdérnoslo por nada del mundo. Se trata del barrio residencial Dyker Heights, en Brooklyn, que lleva más de 40 años viviendo una auténtica guerra entre propietarios por ver quién decora la casa de forma más espectacular y, por qué no decirlo, a veces más hortera.

Este increíble espectáculo que empezó en los años 80 por el amor a las bombillas de colores de Lucy Spata, una de sus vecinas, se ha convertido en una de las atracciones más espectaculares en esos días mágicos en Nueva York que arrastra a más de 100.000 personas hasta calles desiertas, llenas de casonas gigantes y una decoración impactante.

Hay que tener en cuenta que algunos de los dueños hasta encargan a profesionales de las luces de Navidad la decoración de su hogar para conseguir liderar esta curiosa batalla, con la inversión que eso supone, y que muchos pueden llegar a pagar, en el mes de diciembre, hasta 20.000 euros entre el recibo de la luz y la mano de obra de poner y quitar tanto adorno.

Un grupo de gente se toma una foto delante de unas de las casonas de Dyker Heights.

Un grupo de gente se toma una foto delante de unas de las casonas de Dyker Heights. Istock

Lo que más llama la atención en Dyker Heights es que el más es más y el menos una minucia que no se les pasa por la cabeza. Es decir, se premia la cantidad, el gigantismo y la explosión de luces. Hay soldados de madera enormes, renos que parecen dinosaurios y muñecos de nieve hinchables que ocupan medio jardín.

El espectáculo es tal que las calles no necesitan estar iluminadas cuando cae la noche y es fácil pensar que estás en una enorme feria navideña que se va renovando conforme giras las distintas calles para seguir abriendo la boca todavía un poco más. Y lo mejor es que es gratuito y en Nueva York, en Navidades, pocas cosas no valen dinero.

La mayoría de las casas decoradas se encuentran entre las avenidas 10 y 13 y las calles 83, 84 y 86. Lo mejor es llegar allí cuando empieza a anochecer, que es cuando se aprecia realmente la decoración, y seguir al río de gente que baja del autobús o del metro con la intención de vivir una experiencia inmersiva distinta de Navidad.

Existen tours organizados que facilitan el recorrido con un guía que va explicando tanto la decoración como la historia de esta costumbre. Aunque se puede llegar fácilmente por tu cuenta tanto en metro como en bus y caminar unas pocas manzanas dejándose guiar simplemente por las miles de bombillas encendidas.

Detalle de la decoración navideña de Dyker Heights.

Detalle de la decoración navideña de Dyker Heights. Istock

Cómo llegar

La vía más fácil es coger el autobús X28 cerca de Wall St. y preguntar al conductor si va al barrio de las luces. Los pobres están más que acostumbrados a los curiosos e incluso se prestan a indicar las dos paradas que quedan más cerca del espectáculo. Tarda unos 30 minutos si el tráfico es el normal. También el D te deja relativamente cerca.

En metro, hay que tomar la línea R hasta la estación 86 St, en el barrio de Bay Ridge, y se puede aprovechar ahí para comprar lo que vayamos a necesitar porque Dyker Heights es una zona residencial y no tiene ni muchas tiendas ni cafeterías cerca. Y menos un baño.