Fachada de una aldea de Portugal.
Un viaje por la ruta de las tres bellísimas aldeas empedradas de Portugal: Piodado, Castillo Novo y Montesanto
Piérdete entre sus calles empinadas, contorneadas por las casas de piedra y los frondosos patios verdes.
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La aldea de Piódão destaca por sus casas con cuerpo de esquisto y tejados de loza, que se confunden con el suelo irregular de la calle y con los colores de la serranía, se conectan entre sí por medio de escaleras que vencen los desniveles del terreno.
A principios de la Edad Media el núcleo urbano se situaba en el Casal de Piodam, en un valle próximo a la actual aldea, pero la población acabó por cambiar de ubicación, debido a la construcción en el lugar de la abadía cisterciense dedicada a São Bernardo, de la que no quedan restos.
Desplazados de su tierra, los habitantes se establecieron en la ladera sur de la sierra, probablemente ya en el siglo XV, donde fueron construyendo, bancal a bancal, esta aldea serrana de incomparable belleza.
El aislamiento al que Piódão se vio destinada a lo largo de los siglos por la dificultad de sus accesos le hizo mantener el sabor medieval del trazado de sus calles, por lo que vale la pena recorrer a pie sus callejuelas empinadas, subir escaleras y laderas por entre las casas de esquisto entrecortadas por las iglesias blanqueadas con cal.
Panel de azulejos portugueses.
La plaza central alberga la Iglesia de Nossa Senhora Conceiçao, cuyo blanco puro y detalles azules crean un bello contraste. Este conjunto arquitectónico refuerza la identidad única de Piódão y la convierte en un referente cultural.
El entorno natural que rodea Piódão es otro de sus atractivos. La zona ofrece rutas de senderismo bien señalizadas que llevan a lugares como la aldea de Foz d’Égua, un tesoro escondido en el valle.
Además, cerca del pueblo, una playa fluvial de aguas cristalinas invita a un refrescante baño en verano. Este entorno natural resalta el compromiso de la región con la conservación ambiental, brindando opciones de turismo sostenible en plena naturaleza.
La mención más antigua de Castelo Novo, entonces llamado Alpreada, data de alrededor del año 1202 d. C. Para proteger su reino de posibles amenazas, el rey Dinis reconstruyó el castillo del pueblo adoptando características góticas típicas y mandó construir varios edificios de estilo medieval.
Arqueológicamente, el pueblo integra uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la región: las termas romanas de Quinta do Ervedal y un notable asentamiento fortificado de la Edad del Bronce. El elemento vital de este paisaje construido es el agua, presente como fuente, pero también antropizada en fuentes y circuitos rupestres.
En relación con su valor patrimonial, histórico y arqueológico, y a semejanza de muchas otras poblaciones fronterizas, Castelo Novo creció a la sombra y alrededor de sus murallas, con callejuelas estrechas, que serpentean por la ladera hasta llegar a la torre del homenaje.
En el centro se yergue, destacada, la Casa da Câmara, con sus arcadas bajo la terraza del piso noble. Integrado en la fachada se encuentra el chafariz de D. João V, monumental e imponente, construido por orden del rey Magnánimo.
Enfrente, la picota manuelina marca el centro de la plaza, y algo más adelante, se levanta la Igreja Matriz dedicada a la Senhora da Graça, cuyos muros blancos contrastan con las formas barrocas de las ventanas y portales de granito.
Panel de azulejos portugueses.
Castelo Novo es perfecto para los excursionistas y los entusiastas de las actividades al aire libre de cualquier nivel.
Montesanto conserva intacta el característico trazado popular de las aldeas de la Beira. La ocupación humana del lugar está registrada desde tiempos del Paleolítico, y a los pies del monte se han encontrado vestigios de un castro y de termas, probablemente de la época romana.
La aldea fue perdiendo su importancia y, poco a poco, la población fue disminuyendo, aunque su uso como puesto defensivo inexpugnable de la región se mantuvo hasta el siglo XIX. Con todo, Monsanto nunca llegó a perder su aura de aldea medieval, siendo esta quizás su característica principal.
Piérdete entre sus calles empinadas, contorneadas por casas de piedra que salen de las piedras y los frondosos patios verdes, y sube hacia la cima del monte.
Entra por las puertas del castillo, apreciando su imponencia, recorre las murallas y detente a apreciar el magnífico paisaje que te rodea. El castillo, una de las estructuras militares más impresionantes de la Beira Interior.
Debajo del castillo se puede observar lo que queda de la romántica Capilla de Sâo Miguel. El horno comunitario, de la Capilla de São Miguel, los chafarices y las torres del homenaje.
La "casa de una sola teja", con cobertura de roca granítica y la Torre do Relógio (Torre del Reloj). La capilla románica de São Pedro de Vir à Corça, construida a principios del siglo XIII en las inmediaciones de la aldea.
Bandera de Portugal hondeando sobre una torre del castillo.
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