La comarca de La Garrotxa, en el interior de la provincia de Girona en Cataluña, es uno de los mejores lugares para hacer una escapada rural. Se encuentra a apenas una hora y cuarto de Barcelona por carretera y destaca sobre todo por su explosión de naturaleza y sus pueblos medievales.

La Garrotxa cuanta con más de cuarenta volcanes, cuatro espacios naturales protegidos y mil kilómetros de itinerarios señalizados. Fue en 2001 cuando esta zona privilegiada de Cataluña fue declarada Parque Natural de la Zona Volcánica de La Garrotxa, en el que su principal encanto reside en sus tierras volcánicas, alrededor de 15.000 hectáreas sorprendentes y protegidas por su valor paisajístico.

Si algo define a esta zona catalana son los volcanes, de ahí que se pueden visitar algunos de ellos. Entre los volcanes más visitados destacan el Montsacopa, el Croscat y el volcán de Santa Margarida. El de Montsacopa está situado en el centro de Olot, la capital de La Garrotxa, con la Iglesia de Sant Francesc en la zona más elevada de la ladera; mientras que el volcán del Croscat es el más joven de todos y se utilizó en el siglo XX para la extracción de gredas.

Para disfrutar de una de las mejores vistas de la comarca hay que subir al área montañosa de Xenacs, donde se encuentra el mirador de Puig Rodó a una altura de 909 metros. Se puede llegar en coche desde la localidad de Les Preses, aunque es más recomendable hacerlo caminando o en bicicleta desde la misma área de Xenacs para apreciar el enclave paisajístico.

Sus pueblos más sorprendentes

Besalú, situado al este de La Garrotxa, es uno de los pueblos más bellos que visitar en la zona. En su entramado cuenta con un gran patrimonio arquitectónico que lo demuestra: la antigua iglesia del monasterio de Sant Pere del siglo XII, la iglesia de Sant Vicenç del siglo XII, la fachada de la antigua iglesia hospital de Sant Julià, el puente, la casa de Cornellà, la sala gótica de la Curia Real o su castillo del siglo X.

Además, en Besalú también hay unos baños judíos que, junto con los de Girona, son los únicos descubiertos en España. Los restos de Miqvé o casa de baños rituales permiten ver una casa de piedra con bóveda de cañón, típicamente románica del siglo XII. También es un buen destino para disfrutar de rutas senderistas en sus alrededores, donde presumen de bosques, valles y ríos.

Otro pueblo que conviene conocer es Castellfollit de la Roca, un pueblo levantado sobre un risco basáltico. Se encarama sobre dos coladas de lava superpuestas a 50 metros de altura y casi un kilómetro de largo sobre el río Fluvià. Este pueblo tiene su origen en la Edad Media y destaca por sus casas de piedra, calles empedradas y la iglesia, la de San Salvador, como principal monumento histórico.

Para contemplar el pueblo desde una vista panorámica se puede seguir un itinerario circular. Primero desde abajo, atravesando el río Fluvià, y después desde arriba, cruzando el casco antiguo en dirección al mirador de la iglesia de San Salvador.

Santa Pau es otro punto merecedor de una visita. Se trata de un pueblo amurallado con una muralla medieval que se conserva en muy buen estado y ofrece una preciosa puesta en escena vista en conjunto con el entramado de la población. Callejear por el casco histórico de Santa Pau es una de las mejores actividades que realizar en esta población y hay que acercarse al mirador para contemplar las panorámicas al valle y los hermosos pórticos en la plaza Mayor. En su patrimonio también destaca su castillo y la iglesia que presiden la estampa medieval.

Estos no son los únicos pueblos sorprendentes de La Garrotxa, ya que existen otros muchos que merecen ser mencionados y visitados. Destacan Argelaguer, que cuenta con dos capillas, una ermita, una parroquia y una casa-palacio en tan solo doce kilómetros cuadrados; Sant Joan de les Fonts, con un precioso conjunto arquitectónico y un pasado medieval que se puede respirar en nuestros días; y Sant Esteve d’en Bas, pueblo enclavado en uno de los valles más bonitos y fértiles de La Garrotxa que sorprende por la pequeña aglomeración de casas alrededor de la iglesia parroquial.

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