En estos días casi navideños en que las cadenas de televisión se empeñan en emitir películas almibaradas, se cuentan historias de amor y solidaridad y todo el mundo finge que la vida es maravillosa, una historia real ha desbancado todo esto.
Un héroe anónimo -aunque ya ha perdido ese anonimato- nos dio una lección de valentía y humanidad más allá de lo que podría exigirse a cualquier persona.
Ocurría en Australia, en medio de un terrible atentado en que dos personas disparaban indiscriminadamente a quienes se encontraban en una celebración judía. Mataron a varias de ellas, hirieron a muchas más y la mascare podía haber sido mayor si nuestro héroe no hubiera intervenido.
Ahmed se encontraba cerca del lugar de los hechos tomando un café cuando se percató de lo que sucedía y no lo dudó un momento. Se abalanzó sobre uno de los atacantes y consiguió arrebatarle el arma, impidiendo que siguiera sembrando la muerte. Y a riesgo, por supuesto, de su propia vida, ya que él no iba armado.
Ahmed es una persona de procedencia siria, y nada tenía que ver con las víctimas de la matanza, mayoritariamente de religión judía dada la naturaleza de la celebración.
Según ha manifestado él mismo, en ningún momento se planteó quienes eran, solo que eran seres humanos que estaban siendo asesinados. Y quiso evitarlo y, con toda probabilidad, salvó varias vidas.
Lo que ha hecho este hombre es una heroicidad, pero no solo eso. Le ha dado una bofetada en sus prejuicios a todos los intolerantes que se empeñan en sembrar el odio.
A los atacantes y quienes comparten sus ideas, desde luego. Pero también al resto del mundo, ese mundo que menosprecia a las personas migrantes, a las que pertenecen a otros países o a otras religiones, o a quienes piensan de manera distinta.
Ahmed ha dado un golpe maestro contra la intolerancia, la xenofobia, la islamofobia y el odio en general. Ahmed ha escrito un capitulo en la historia de los Derechos Humanos mejor que cualquier tratado.
No sé si le habrá ocurrido alguna vez, pero esta persona podría haber sido diana del odio y la intolerancia. Quizás en alguna ocasión alguien le discriminó, le humilló o trató de hacerlo por ser diferente.
Tal vez en algún momento se sintió herido por lo que se lee en muchos sitios respecto de las personas de su misma procedencia. Y, si no lo fue, desde luego, podría haberlo sido, visto el grado de odio que pulula en nuestra sociedad actual.
Pero ni lo pensó y, si lo pensó, no le importó, lo que le hace todavía más tarde. No acabaré estas líneas sin condenar con todas mis fuerzas el hecho que provocó la intervención de nuestro héroe, un terrible atentado antisemita.
Un atentado cometido, además, supuestamente, en el nombre de un dios que estoy segura de que se avergüenza de que usen su nombre para estas matanzas.
No podemos seguir consintiendo que el odio y la intolerancia se apoderen de nuestro mundo. Y Ahmed nos ha demostrado que se puede. Aun a riesgo de su propia vida.