Investidura, toma de posesión, renovación del Consell, todo por ese orden normativo, que se ha llevado a un ritmo de crucero acorde con las circunstancias y sin nada de pompa, para poner en marcha el denominado Plan de Les Corts.
El objetivo principal es, en definitiva, conseguir culminar la legislatura, y, si puede ser, con nota, mejor. Una calificación que vendría, en modo económico, de la mano de la aprobación de presupuestos para el próximo ejercicio, y, de carácter social, bajo la premisa de la recuperación de la confianza de la sociedad en la administración pública, cumplimiento de promesas mediante.
Los decibelios ensordecen la gestión y eso bien lo sabe el President que ya se autoexigió rebajar el ruido político con la herramienta del diálogo y el consenso.
Una labor bien ejercida como Síndic que le llevó a alcanzar acuerdos con todos los grupos del arco parlamentario, como no obvió recordarles cuando se dirigió con sus palabras a la oposición en el discurso de investidura.
El cargo que ahora ejerce le posiciona, a ojos de los adversarios políticos, ya no como homólogo negociador en el entorno parlamentario sino como el enemigo a abatir para conseguir el ansiado trono ubicado en el Palau de la Generalitat que, todo hay que decirlo, acoge unas excelentes vistas.
Los papeles han cambiado y la muleta de apoyo será el nuevo Síndic. La sucesión en este cargo de portavocía por parte de Nando Pastor requiere de gran talante con la encomienda descrita a puertas de iniciar el más que conocido como año de campaña donde el “no” de la oposición se instala en cada debate, empezaremos en breve a conocer sus formas.
El engranaje para apenas año y medio hasta la nueva convocatoria electoral requiere de gran precisión para establecer una estrategia con un cribado de prioridades muy preciso, aquello que se puede ejecutar en tiempo y forma, probablemente en primer lugar, para objetivar resultados, seguido de todo lo que ya conocemos que requiere de un plan a largo plazo y que la puesta en funcionamiento de la maquinaria administrativa será gesto de, al menos, predisposición.
Y, como en cualquier tablero político, la puesta en marcha se extiende a todos los colores de las fichas que están en juego, que requieren renovar estrategia para encajar en el nuevo entorno y no anclarse en los relatos superados, por dos cuestiones principalmente: una, la específica, el cambio en la cabeza del Consell; y, otra, la genérica, la actual visión de la política por la ciudadanía que nada entre la desafección y el cortoplacismo. Ponerse en marcha no es pasar página es actuar adaptándose a todas las circunstancias cambiantes.